PURIFICACIÓN DE MARÍA Y PRESENTACIÓN DE JESÚS
Estamos viviendo unos días en los que hay alegría por el nacimiento de Jesús, en unas circunstancias especiales por la pandemia. Pero que eso no nos quite la alegría Señor; la alegría de celebrar Tu nacimiento, de ese Dios que se hace Hombre; de ese Dios que no abandona; ese Dios que cumple Sus promesas y que quiere estar junto a nosotros.
Así que caminemos, así que vivamos estos días de la Navidad junto a la Sagrada Familia. El domingo celebramos la Sagrada Familia de Jesús y estos días la Iglesia nos presenta muchas lecturas, sobre todo de san Lucas, de san Mateo, en las que se narran los episodios del nacimiento de Jesús o relacionados con los primeros días.
De esto llama la atención el pasaje que quería comentar hoy, que quería aprovechar para que tú y yo hagamos este rato de oración y es el episodio de la Purificación de María y la Presentación del Niño en el templo.
Nos cuenta San Lucas:
“Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor: todo varón primogénito será consagrado al Señor; y deberá presentar como ofrenda un par de tórtolas y dos pichones según lo mandado en la Ley del Señor”
(Lc 2, 22-24).
SIMEÓN
Y después de este episodio, en esas circunstancias en las que se encuentran en el templo, hay un hombre, un anciano, un hombre justo y temeroso de Dios, llamado Simeón.
Este hombre había recibido una revelación de Dios en la que le decía que él no moriría antes de ver al Mesías. Movido por el Espíritu Santo, va al templo y se encuentra con María y José que llevan al Niño. Entonces Simeón exclama cuando ve a Jesús:
“Ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz según Tu palabra: porque mis ojos han visto Tu salvación, la que has preparado ante la faz de los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de Tu pueblo Israel”
(Lc 2, 29-32).
Este hombre, Simeón, finalmente puede descansar en paz. Esto me llama mucho la atención (no sé si a ti te pasa lo mismo), Simeón dice que ya es un anciano -o sea que ha vivido muchos años-, es un hombre justo; es decir, que ha cumplido la Ley de Dios, que ha buscado agradar a Dios.
Entonces Dios le da este premio de poder mirar al Mesías. No podrá ver la obra de la redención, pero al menos ya le ha visto y, de cierto modo, se le ha dado un adelanto de lo que va a pasar.
Este hombre dice: finalmente me puedo ir en paz. Sobre todo tiene esa confianza, esa tranquilidad de que Dios no abandona y eso es una primera enseñanza que tú y yo podemos sacar.
A lo mejor, buscamos vivir cerca de Ti Señor, buscamos ser agradables a Ti, cumplir Tu voluntad y, al mismo tiempo, nos encontramos con dificultades; nos encontramos con la Cruz, nos encontramos con contrariedades, con el dolor y uno puede desanimarse.
Entonces tenemos el ejemplo de Simeón que logra ver al Cristo, que logra ver al Mesías y tú y yo (me atrevería a decir) somos más que Simeón, en el sentido de que vivimos en el tiempo de Jesús; cuando Jesús ya ha venido, cuando Dios ya ha cumplido con todas Sus promesas; es más, cuando ya nos ha salvado y, por tanto, ese Dios se ha quedado con nosotros en la Eucaristía, en los sacramentos…
SOMOS HIJOS DE DIOS, CUMPLAMOS Y CONFIEMOS
De ese modo, tú y yo debemos vivir, en primer lugar, como hijos de Dios; luego, con la alegría de los hijos de Dios y con la confianza de que Dios lo puede todo y así tú y yo podemos esforzarnos cada día con la gracia de Dios para que seamos santos. Eso es lo que significa ser justos.
Simeón representa el hombre justo del Antiguo Testamento que cumple la Ley de Dios y busca agradarle, como también María y José.
Porque antes hemos leído cómo María y José suben al templo de Jerusalén a cumplir con lo que está prescrito por la Ley y, por una parte María que según la Ley es impura, porque ha dado a luz… No vamos a entrar en detalles teológicos, pero es lo que prescribe la Ley de Moisés.
María, que es Inmaculada, no es impura (de ninguna manera), sube a cumplir la Ley, (“El que yo sea Inmaculada y que sea Virgen antes, durante y después del parto, es algo que no lo sabe el mundo. Tampoco lo voy a ir pregonando por todas partes”) porque quiere agradar a Dios.
“Vamos a hacerlo” y también para dar ejemplo a las demás personas. Y, por otro lado, la Ley de Moisés mandaba que todo varón primogénito sea consagrado al Señor y tienen que pagar un precio por su rescate.
Es así como María y José suben al templo para entregar al Niño y el precio de su rescate será, en este caso, un par de tórtolas o dos pichones, que es la ofrenda de los pobres; o sea, que los que no tenían suficiente dinero como para dar algo mayor, daban un par de tórtolas o pichones.
Esto nos hace ver que María y José iban ajustados de dinero. Era un matrimonio joven y no tenían riquezas, pero ahí los vemos y nos los imaginamos entrando al templo con la grandeza del templo.
María, que es la Madre de Dios y que lleva en sus brazos a Dios hecho Hombre y José, este hombre justo, extraordinario que -al leer su vida- lo que nos cuenta sobre todo san Mateo, nos damos cuenta que es un tipo, digamos: un gran partido
Sobre todo porque es un hombre que ama a María. Luego, es un hombre que ama a Dios y que se deja llevar por Dios que le habla en sueños y no tiene ningún reparo en complicarse la vida y cambiar sus planes.
¡Qué ejemplo tan grande nos dejan María, José y Simeón! Al ver esta escena en la cual María va a purificarse, nos podemos preguntar: ¿Cómo cumplo con la ley de Dios? ¿Cómo busco la voluntad de Dios? ¿Qué quiere Dios de mí ? y si cumplo eso, que Dios quiere de mí.
NECESITAMOS PURIFICARNOS
San Josemaría comenta este pasaje de la Purificación, en el libro “Santo Rosario”. (Es un libro bellísimo para aprender a meditar los misterios del Santo Rosario). Entonces, justamente a raíz de que María tenga que ir a purificarse, ella que es Inmaculada, nos dice:
“¿Aprenderás con este ejemplo, a cumplir -a pesar de todos los sacrificios personales- la santa Ley de Dios? ¡Purificarse! Tú y yo sí que necesitamos purificación. Expiar y, por encima de la expiación, el Amor”
(San Josemaría, Santo Rosario).
Establece un contraste entre María, que no necesita purificarse, pero cumple la Ley de Dios. A pesar de los sacrificios, ha tenido que ir a Jerusalén; hacer un viaje…
A veces nosotros podríamos quejarnos un poquito por la misa, por ser muy temprano… “mejor voy a la misa de las 8:00 de la noche…” O “mira, a lo mejor ahora que empieza el verano, vamos a ir de viaje y no sé si podremos ir a misa…”
¡De ninguna manera se nos ocurre eso! Porque queremos cumplir la Ley de Dios, sobre todo, porque amamos a Dios.
AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS
Es lo que nos dice San Josemaría:
“pero sobre todo el amor”.
Y cuando uno ama, puede hacer lo que se le dé la gana. Tomando unas palabras de San Agustín:
“ama y haz lo que quieras”,
que no significa libertinaje, no. Que, cuando uno ama, todo lo que hace, lo hace por amor y lo hace con amor. De este modo, cumplir lo que Dios quiere para nosotros que, al final, es para que seamos felices.
Cumplir con Sus mandamientos, cumplir con lo que la Iglesia nos pide. Si ponemos amor, si lo hacemos por amor, no será un peso, no será una carga.
Sigamos las huellas, en estos días, de María y de José y así, tú y yo podremos vivir una feliz Navidad; una Santa Navidad y, sobre todo, que la Sagrada Familia, que el Niño Dios, nos ayude a acercarnos más a Dios; nos ayude a ser Santos.
Deja una respuesta