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P. Ricardo

5 min

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EL CALIZ DE LA ALEGRÍA

San Mateo nos presenta con detalle cómo será la Pasión y Muerte del Señor. Entonces, la madre de los hijos de Zebedeo se abre paso para pedir los mejores puestos para Santiago y Juan cuando Cristo reinstaure el reino. No sabe que ese reinado debe construirse sobre la cruz, por eso les pregunta si están dispuestos a beber de ese cáliz que es amargo, pero que ofrece la verdadera alegría

El día de hoy leeremos en el Evangelio de la Misa que nuestro Señor anuncia por tercera vez la pasión. Y no es por casualidad que esté puesto en este día, es una muestra de que nos acercamos hacia esos misterios de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Estamos como caminando con el Señor, subiendo a Jerusalén, como sus apóstoles, como sus discípulos; y Él lo sabe, en ese momento concreto, por eso quiere prepararlos. Nota que afrontará un riesgo de muerte y pronto lo dice, lo anuncia, prepara el ánimo de los apóstoles para que cuando llegue el momento de la prueba recuerden que Él lo sabía.

En cierto modo, les hará ver que Él se entrega a la muerte, a ese suplicio de manera voluntaria. Voluntariamente lo hizo para salvarnos, es decir, no es que Jesús murió porque se dieron las circunstancias del momento. Nuestro Señor sabía que eso iba a pasar.

Y además que era por allí, por esa muerte, por ese suplicio, esa condena el modo como iba a salvarnos del pecado.
En este pasaje de san Mateo, encontramos una descripción muy detallada de los tres Evangelios: Mateo, Marcos y Lucas; que siguen, diremos, el mismo patrón.

Mateo es el que nos da más detalle de que nuestro Señor no habla sólo de su muerte, sino que describe cómo va a ser denigrado, cómo va a ser humillado… Lo leeremos en la Semana Santa, incluso nos puede mover el corazón: ver cómo lo escupen, cómo se burlan de Él, cómo lo abofetean, lo golpean; y esto, ¡El Señor lo hace por nosotros! El qué es Dios.

TOMAR LA CRUZ

el caliz de la alegria

Por eso, a querido que todo esto quede profetizado. Y así también, va unido a esta segunda parte del Evangelio, nos hace ver que para seguir a Cristo es necesario tomar la cruz.
Hace poco, el domingo, leíamos el Evangelio de la Transfiguración. Donde Pedro se siente alegre y los otros dos seguramente también; están en éxtasis, ven el cielo, la gloria de Dios.
Y, en cambio, hoy miércoles vemos como que la historia o el panorama se oscurece, ante esas nubes negras de una tormenta que se avecina. Y entonces se acerca a la madre de Santiago y Juan, nos dice Mateo:

“La madre de los hijos de Zebedeo, se le acercó con sus hijos y se postró ante El para hacerle una pequeña petición…”

Y Tú Señor la ves, sabes qué es lo que busca y le preguntas:

“¿Qué quieres?”

Y esta madre como, a veces las madres, pueden tener este valor de pedir o de querer lo mejor para sus hijos, y por eso le dice:

“Di que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, un a tu derecha y otro a tu izquierda

(Mt 20, 21).

El Señor la miraría, tal vez con admiración, diciendo: eso es una madre, que quiere lo mejor para sus hijos; sin embargo, no sabe lo que pide. Tal vez viéndolo todo con unas miras humanas: pensando que será un gran rey y que tendrá un gran reino, un rey, diríamos, desde el punto de vista político o humano.

Por eso le dice Jesús:

“No sabes lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?”

(Mt 20, 22).

Y minutos antes les ha dicho más o menos en qué consiste ese cáliz, ese cáliz que Jesús va a de beber: todo esas humillaciones que va a sufrir y por último su muerte en la cruz.

Ese es el cáliz y es irónico porque un cáliz es dónde se sirve el vino, un vino bueno, que uno puede saborear, también el cáliz debe ser un recipiente bonito, decorado elegante. Y sin embargo ese cáliz es un cáliz amargo, difícil de llevar.

Y estos dos jóvenes Santiago y Juan dicen:

“Podemos.”

Por supuesto, tal vez, con la efusividad, la fuerza de la juventud y sin saber exactamente de qué se trata; porque al momento de la verdad, cuando vengan a apresar al Señor, ellos también huirán. Aunque luego Juan volverá a estar al pie de la cruz porque se apoya en María.

CAMINAR CON MARÍA

el caliz de la alegria

Eso también nos puede servir para recorrer este camino de la cuaresma, este camino de conversión que es la cuaresma, para hacerlo, caminarlo con María.

“En efecto, Señor, Juan, el apóstol (a quien Jesús amaba) quien Tu amabas, pasa por ese momento de debilidad, huye también”. Y, sin embargo, se apoya en María. Y allí encuentra su fuerza.

Esto nos puede servir a ti y a mí en nuestra vida: en las contrariedades, en las dificultades, tal vez, en este tiempo de pandemia hemos pasado por momentos difíciles o ante la tentación, que arrecia, que golpea.

LA GRACIA DE DIOS

He terminado ya de leer un libro, un libro-entrevista al padre Gabriele Amorth, que es un conocido exorcista que trabajaba en Roma, ya fallecido.

Este libro, es un libro de una entrevista que le hace el periodista Marco Tosatti y además de narrar todos esos hechos extraordinarios, sorprende que el mismo padre Gabriele Amorth diga que el demonio actúa de manera ordinaria: queriendo tentarnos y qué pequemos, no poseyéndonos, sino buscando que abandonemos a Dios, que ofendamos a Dios.

En efecto, a veces, podemos encontrarnos con tentaciones que parecen difíciles de superar. Y que allí no olvidemos que contamos con toda la gracia de Dios.

Y allí podemos decir, de verdad: possumus, podemos. Podemos con la gracia de Dios, sin Dios no podemos nada.
¿Podemos ser santos? Por supuesto, si nos apoyamos en Dios, no en nuestras propias fuerzas.

EXAMEN

Por eso, ayúdanos, Señor, a hacer examen, para ver qué hay en nuestras vidas, en mi vida, en tu vida (tú que estás haciendo estos 10 minutos con Jesús, estos diez minutos oración): en tu actuar, en tus pensamientos, en esos deseos, en tus propósitos, en tus actitudes, cosas que desdigan de la vida de un hijo de Dios.

No tengas miedo de hacer examen. Tenemos esta cuaresma, esos cuarenta días, que ya poco a poco se van acortando, para pedirle esa luz al Señor, que nos ayude a ver, y decidirnos a cambiar.

Y no nos justifiquemos diciendo: “- es que yo ya tengo mucho tiempo, muchos años, eso es imposible… lo he intentado muchas veces…”. ¡Pues vamos a hacerlo otra vez…!

Lo vamos a hacer con la ayuda de Dios, con la ayuda de nuestra Madre Santísima y también con la ayuda de san José, “nuestro padre y señor”, le decimos cada día al comenzar nuestro rato de oración.

Pensaba también que estamos en este año dedicado a san José, patrono de la Iglesia Universal. San José que es un santo extraordinario, ya tendremos oportunidad de meditar sobre san José el diecinueve de marzo.

Pues encomendémonos a los tres y no nos faltará esa ayuda. Y sí, sabremos llevar esa cruz de cada día: estaremos dispuestos a pasar por esas dificultades (que no van a faltar), ante ese dolor que no va a faltar, pero no nos sentiremos solos y seremos muy felices, porque contamos con toda la ayuda de Dios.

Vamos a terminar este rato de oración, poniendo estos propósitos de conversión, de recorrer este camino, junto a María Santísima.


Citas Utilizadas

Jr 18, 18-20

Sal 30

Mt 20, 17-28

Reflexiones

Señor, ayúdanos a recorrer el camino hacía Ti, de la mano de María y san José.

Predicado por:

P. Ricardo

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