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P. Federico

6 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

¿CUÁNDO ES MUCHO? ¿CUÁNTO ES MUCHO?

Jesús dice que es necesario rezar siempre sin desfallecer. Dios escucha nuestros ruegos siempre. Pero ¿será que tú y yo rezamos? ¿Rezamos corajudamente con una oración que es expresión de nuestra fe?

Jesús les decía una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.  Ya san Lucas nos ofrece el sentido de la parábola del Evangelio de hoy:

“Orar siempre sin desfallecer”.

(Lc 18, 1)

Los apóstoles, cuando te miran Jesús, cuando te escuchan decir esto, tienen claro que no es una frase así, una frase X, una machada o una frase de quien tiene más larga la lengua que las obras; es algo que han visto hecho vida en Ti y el mensaje es claro.

LA FE CAMBIA EL MUNDO

Pero eso no quita que, a veces, nos asalten las dudas.  Igual nosotros nos podemos preguntar: ¿Sigue vigente este mensaje? ¿Vale todavía para hoy? O dicho de otro modo, ¿sirve de algo rezar?

Decía en una ocasión Benedicto XVI:

“La fe es la fuerza que en silencio, sin hacer ruido, cambia el mundo y lo transforma en el Reino de Dios; y la oración, es la expresión de la fe”.

(Papa Benedicto XVI, Homilía 21 de octubre, 2007)

Y así, es lo que Tú nos quieres decir: la oración es la expresión de la fe.

EL PESO DE LA ORACIÓN

rezar

La viuda del Evangelio, de alguna manera, representa a los que sufren, a todos los que padecen algún mal y ella encarna la oración tenaz que pide con insistencia lo que necesita sin desfallecer.

Si ella obtuvo de un juez injusto lo que deseaba, tú y yo ¿cómo podemos pensar que Dios, que es nuestro Padre bueno y fiel, no nos va a escuchar? Pero antes que preguntarnos por la atención que Dios nos pone a nosotros o le pone a nuestras oraciones, tal vez vale la pena empezar de otra manera.

Así lo hacía el cardenal Jorge Mario Bergoglio en el 2007, en una carta que dirigía a los sacerdotes, religiosos y consagrados de la diócesis de Buenos Aires, pero que igual nos sirve a nosotros.  Decía:

“Al comienzo fue una pregunta: ¿rezo? Que se extendió luego: ¿rezamos? ¿Rezamos lo suficiente, lo necesario? Tuve que darme la respuesta sobre mí mismo.  Al ofrecerles ahora la pregunta, mi deseo es que cada uno de ustedes también pueda responderse desde el fondo del corazón”.

¿REZAS?

¿Rezo? Y ahora nos lo hacemos nosotros: ¿rezas tú?  Y ampliemos la pregunta: ¿rezo mucho? Y para mí, ¿cuánto es mucho? O ¿cuándo es mucho? Igual, alguien podría decir: “no, es que no sé hacer oración o es que se me olvida” y esto es cierto, hasta que me pongo a hacerla un día y otro o, ahora que estamos en el mes del Rosario, “es que me parece largo el rosario”, bueno hasta que lo empiezo a rezar.  Un misterio, dos misterios, tres y así…

Un obispo que estuvo encarcelado en la China comunista desde 1961 hasta el 73 decía:

“Suficientemente sencillo, incluso para un niño y, además, suficientemente rico para remediar cualquier necesidad.  Me ha sostenido toda la vida y también cuando no había otros medios.

Encontré en el Rosario un salvavidas que nunca falla; mi gran sustento durante los doce años de prisión fue el Rosario.  No tenía lecturas religiosas, ni la posibilidad de obtenerlas.  Me fue imposible celebrar la misa o recitar el breviario.

¿Qué hacer en estas circunstancias? La respuesta fue pronta y automática: el Rosario se puede rezar con los diez dedos, al igual que si se usan las cuentas.

Durante años había rezado a diario las tres partes del Rosario.  En la prisión siempre pude rezar seis, casi siempre doce y, a veces, hasta 18 rosarios”. Para mí, para ti ¿cuánto es mucho? ¿Cuándo es mucho?

ORAR SIN DESFALLECER

Porque Tú Jesús en el Evangelio dices:

“Es necesario orar siempre sin desfallecer”

o sea, es necesario.  Y continuaba el cardenal Bergoglio, decía:

“No quedarnos tranquilos con haber pedido una vez; la intercesión cristiana carga con toda nuestra insistencia hasta el límite.  Así oraba David cuando pedía por el hijo moribundo, (2Sam. 12:15-18) así oró Moisés por el pueblo rebelde (Ex 32:11-14; Num 4:10-19; Deut 9:18-20), no negoció a su pueblo, sino que la peleó hasta el final”.

Estamos con preocupaciones, agobios o, simplemente, cargados de intenciones fuertes, ambiciosas.  ¿Rezamos? Le proponían, en una ocasión, a un padre de familia y lo entendió bien: que al final del día te duela la mandíbula de rezar por tus hijos o qué consuelo el de aquella madre de familia cuando le dijeron: “usted blinde a su hijo a base de oraciones”. ¿Cuánto es mucho? ¿Cuándo es mucho?

LA ORACIÓN SIRVE

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Que tu oración sirve, ¡claro que sirve! Es fuerza poderosísima y Jesús, Tú nos lo dices hoy con el ejemplo de la viuda y con esa oración se abre el mundo a tu acción y eso es capaz de romper el telón oscuro que el pecado echa sobre los hombres y a centrar la luz de la gracia.

No abandonemos la oración, no desfallezcamos, hagámosle caso a Jesús, Él es de fiar.  Seguía el cardenal Bergoglio diciendo:

“Como Abraham, hemos de regaterale a Dios su salvación, con verdadero coraje… y esto cansa como se cansaban los brazos de Moisés cuando oraba en medio de la batalla (cfr. Ex 17:11-13)”.

Eso lo vemos en la primera lectura de la misa de hoy; y seguía el cardenal:

“La intercesión no es para flojos.  No rezamos para “cumplir” y quedar bien con nuestra conciencia o para gozar de una armonía interior meramente estética.  Cuando oramos, estamos luchando por nuestro pueblo, ¿así oro yo? ¿O me canso, me aburro y procuro no meterme en ese lío y que mis cosas anden tranquilas?”

¿STOCKEO CON MI ORACIÓN?

Pues pregúntale a Jesús: Jesús ¿rezo así? ¿Me ves rezar como Abraham, como Moisés? -o utilizando un término actual, podríamos decir-, Te preguntamos: ¿Te “stockeo” con mi oración? ¿O soy flojo?

De los videntes de Fátima, tal vez es san Francisco del que se habla menos, murió siendo todavía niño, pero los fatimólogos aseguraban que rezaba diez rosarios diarios.  ¿Por qué rezaba? ¿Qué pedía?

En una ocasión su prima Lucía le preguntó y su respuesta fue: “Por consolar a nuestro Señor.  ¿No recuerdas la tristeza de la Señora cuando pidió que no ofendiesen más a nuestro Señor que está muy ofendido?”  Por eso rezaba… lecciones de un niño que no es flojo.

PELEAR EN LA ORACIÓN

Yo ¿cuánto rezo? ¿Cuánto es mucho? ¿Cuándo es mucho? Hay que rezar sin desfallecer, lo necesitamos.  Y decía el cardenal Bergoglio:

“Y si de inoportunidad se trata, miremos a aquella cananea (Mt 15:21-28) que se arriesga a que la saquen corriendo los discípulos (v.23) y a que le digan “perra” (v.27), con tal de lograr lo que quiere: la curación de su hija.  Esa mujer sí que sabía pelear corajudamente en la oración” (Carta a los sacerdotes, consagrados y consagradas de la Arquidiócesis de Buenos Aires.  Cardenal Jorge Bergoglio -ahora Papa Francisco-, 29 de julio de 2007)

Qué bien descrito por el cardenal.  Ahora, ¿rezo? ¿Rezamos? Decía san Josemaría: “En este mundo son pocos los que rezan y los que rezan, rezan poco”.

Jesús, ¿es mi oración corajuda? ¿Pido y pido? Pregúntaselo y piensa qué te responde.  Por eso, es tan inquietante la pregunta con que termina Jesús el relato del Evangelio de hoy:

“Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará  fe en la tierra?”

(Lc 18, 8)

¿Cómo respondemos? ¿Encontrarás Jesús mi fe? Pues yo te pido que me la aumentes y que mantengas encendida mi fe, pero que se manifieste en oración y por eso te pido también que me ayudes a librar este combate de la oración y, en este mes del Rosario, intentaré hacerlo de la mano de Tu Madre.


Citas Utilizadas

Ex 17, 8-13

Sal 120

1Tm 3, 14-4,2

Lc 18, 1-8

Papa Benedicto XVI, Homilía 21 de octubre, 2007

Carta a los sacerdotes, consagrados y consagradas de la Arquidiócesis de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio -ahora Papa Francisco-.

Reflexiones

Jesús, ayúdame a no abandonar la oración, que no desfallezca, que siempre te haga caso.  Te pido que me aumentes y mantengas encendida mi fe.

Predicado por:

P. Federico

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