Es un día de sol, cruzamos con Jesús en la barca al otro lado del mar de Tiberíades; corre una brisa, se escucha el golpear de la barca contra el agua y, quizás, más de uno de la comitiva se hace la ilusión de que el paseo nos conduce a uno de estos momentos tan agradables que, de vez en cuando, pasamos con Jesús, nosotros solos.
Aquellas situaciones en que el Maestro vela por nuestro descanso. Podemos compartir anécdotas de las recorridas por los pueblos, hablar de las personas curadas… y, sobretodo: preguntarle a Jesús por el sentido de algunas de sus enseñanzas que nos cuesta comprender. “O hablarte Señor de lo que nos dé la gana, de lo que nos inquieta, de lo que queremos compartir con Vos”.
Sin embargo, en esta ocasión, no habrá día de campo. Resulta, que mucha gente vio que la barca se alejaba y, atraídos por las curaciones que Jesús hacía, nos siguieron hasta el lugar en donde atracamos y vemos acercarse a una multitud, ¡muchísima gente!
DIOS SIEMPRE NOS ESPERA
El Señor, al ver lo que le espera, empieza a subir a un cerro como para que la muchedumbre se pueda acomodar a su alrededor, done todos Lo puedan ver. Definitivamente, no vamos a tener un día de descanso. Va a ser una de esas jornadas largas en las que Jesús enseña, cura y atiende a las personas que se acercan.
Entonces, oímos esa pregunta que nos deja más que sorprendidos, casi de piedra. “Se la hacés vos Señor a Felipe:
“¿Con qué compraremos pan para que coman estos?
(Jn 6, 5)
Por si fuera poco que los vas a recibir cuando vinieron a interrumpir nuestro descanso; por si fuera poco que Te vas a poner a enseñarles sobre el Reino de Dios y a curar a los enfermos que Te traigan.
¿Cómo se te ocurre preguntar con qué compraremos panes para que coman estos? Son gente grande, pudieron venir hasta acá sin que nadie los llamara. Que ellos se ocupen de conseguir algo para comer si es que no lo trajeron… y, sin embargo, esa no es Tu lógica Señor.
JESÚS VA POR DELANTE
Sea desde antes de hacerte Hombre, sos experto en ponerte en el lugar de los demás, (viniste al mundo para nuestro bien). Eso es lo que nos enseñás que debemos hacer. Y -como siempre- vas por delante con el ejemplo, con los hechos. Te preocupa que no tienen qué comer y nos compartís el problema a quienes estamos siempre con vos; nos asociás a Tu sentimiento de compasión.
Felipe, un poco agobiado por la situación, Te responde que ni con doscientos denarios de pan nos alcanzaría para que a cada uno le toque un pedazo. ¿Qué vamos a hacer Señor si no tenemos ni el diez por ciento de esa suma? ¿Por qué nos metemos en estos problemas?
Andrés, aunque también está un poco perplejo, se anima a decir que entre la gente hay un chico que tiene cinco panes y dos peces. Aunque no deja de preguntar también: pero ¿qué es esto para semejante muchedumbre? Vos sabías bien lo que ibas a hacer y nos estabas probando Señor. Vos sos quien le va a dar de comer a todas estas personas, pero no sin contar con nuestra iniciativa; no sin contar con lo poco que podamos aportar”.
¿QUÉ NOS PREGUNTA JESÚS?
Hay una canción muy linda inspirada en este Evangelio, que justamente dice:
“tengo cinco panes y dos peces y veo tanta hambre a mi alrededor”
(5 panes y 2 peces)
(al final te voy a poner un pedacito si nos da tiempo). Y ahora, en nuestra oración, podemos plantearnos “¿qué pregunta me harías a mí Jesús… similar a la que le hiciste a Felipe? ¿Con qué compraremos pan para todos estos?
Quizás también a mí me querés poner a prueba en mi fe, para que crea en Vos, en lo que podés llegar a hacer con nuestra cooperación porque así lo querés. Querés que cooperemos con Tus planes y hay tanta hambre alrededor… ¿De qué hambre se trata?”
Necesidades materiales, hay tanta pobreza de compañía, personas que están solas: de hambre, de comprensión o de un sentido para la vida. ¿Cuánta gente le falta tener un claro sentido para su vida? Hambre de bien; el bien que nosotros podemos hacer, aunque sea poco.
HACER BIEN LO POCO QUE PODAMOS
Se dice que el infierno está lleno de buenas intenciones; por el contrario, podemos pensar que el Cielo está repleto de buenas acciones; la mayoría -quizás- inadvertidas, chiquitas. De hecho, la tierra se va a parecer más al Cielo si todos nos animamos a hacer el bien posible, lo poco que podamos.
Ayudar, sonreír, trabajar bien… quizás haríamos, con esos pequeños actos, que se acelere aquella Revolución de la Ternura de la que habla el Papa en ocasiones. Hoy, justamente en la misa, además de este Evangelio que estamos usando para nuestra oración, se cuenta también en la Primera Lectura cómo los apóstoles fueron presos por predicar el Nombre de Jesús.
No dejaron de hacerlo, de predicar, ni ante la prisión, ni ante las amenazas ni los azotes por parte de los fariseos; es más, “se sentían felices de sufrir por Tu Nombre Señor”.
Que nosotros tengamos también la felicidad de hacer el bien hoy, aunque sea una cosa pequeña. “Que no dejemos pasar esa oportunidad, confiando en que Vos pondrás el incremento para que el bien se difunda hasta allá donde nosotros, con nuestras fuerzas, no podemos llegar”.
Vamos a pedirle a nuestra Madre también, María, que dijiste:
“Hágase”
cuando el ángel te propuso los planes Divinos para tu vida; y que, además, siempre supiste secundar con tu voluntad, con obras, la voluntad de Dios. Ayudanos a nosotros a cooperar en el bien; el bien que podamos hacer. (Suena audio de canción: 5 panes y 2 peces)
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