Podemos engañar a los hombres, pero no a Dios y el que es mínimamente inteligente, se da cuenta: Quizá estoy engañando a Dios, estoy intentando engañar a Dios, estoy intentando engañar a los hombres, estoy intentando engañarme a mí mismo; pero si es mínimamente inteligente, se da cuenta de que no puede vivir con esas apariencias infinitamente, para siempre, para siempre…
Es muy difícil que alguien pueda vivir de las apariencias todo el tiempo, toda la vida, todos los días, todas las horas. “Jesús, vamos a aprovechar lo que Tú nos quieres decir hoy en el Evangelio para hacer este rato de oración. Para darnos cuenta de que nuestras acciones deben ser consecuencia de lo que pensamos; que lo que exigimos a los demás es lo que yo estoy viviendo y procurando vivir.
Que la vida que vivimos externamente sea reflejo de la vida interior; lo que tengo por dentro debe reflejarse con mucha naturalidad en mi vida normal, ordinaria y Señor, yo sí te quiero dar gracias por hablarnos clarito, clarito…”
POR FUERA PARECÉIS…
Vamos al Evangelio, es de san Mateo, es continuidad del de ayer:
“En aquel tiempo, Jesús dijo: ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas”
(yo no sé si a ti te han llamado alguna vez hipócrita, pero debe ser un insulto bastante ofensivo)
“que os parecéis a los sepulcros blanqueados, por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre. Lo mismo vosotros, por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad”.
(Mt 23, 27-28)
El Evangelio sigue, pero yo me quiero quedar acá. Por fuera parecéis… no sé, todo lo que podamos decir, todos los sinónimos que podamos buscar en los adjetivos que podamos utilizar, por fuera parecéis.
“Señor y estamos haciendo oración y qué bueno detenernos delante de Ti y darnos cuenta: Jesús es verdad, a mí me gusta parecer, a mí me gusta parecer tal cosa o me gusta figurar tal cosa o me encanta que piensen de mí siempre lo mejor…” y podemos, efectivamente, engañar a los hombres, pero no a Dios. Dios nos ve tal cual somos y nos quiere así.
Además, el afán de aparentar es siempre fuente de sufrimiento, de falsedad, de mentira, de cansancio… una persona que está permanentemente aparentando, termina agotada, fundida y, además, nos deja el corazón vacío y lo más triste es que nos aleja de Ti Jesús y nos aleja de los demás; nos aleja también de nosotros mismos, porque no estamos siendo coherentes con nosotros mismos.
COHERENCIA
¿Quién se va a sentir a gusto si no es coherente consigo mismo? “Pero Señor, hay que partir de una premisa: Somos pecadores, ¡soy pecador! Muy bien, ok, eso yo lo sé. Es un buen punto de arranque, es una base sólida en la que puedo comenzar a caminar, a construir. Soy un pobre pecador, pero que ama a Jesucristo, que quiere amarte a Ti Jesús, soy pecador”.
Una cosa que también es importante, por eso también es una premisa: El Señor sabe que soy pecador.
Ahora me estoy viendo una serie que se llama “The Chosen” -El Elegido-, es una serie de ocho capítulos, que en IMDB -que es esta página web donde aparecen calificadas creo que todas las películas y todas las series; o, mejor dicho, todo lo que hay de entretenimiento está ahí calificado; y esta serie, curiosamente, tiene una de las calificaciones más altas que pueda tener una serie: tiene 9.8 de calificación.
Comenzamos a verla, porque varias personas empezaron a sugerirla: ¡mírenla, es un espectáculo! Es una serie que trata sobre la vida de Jesús, producida por un director cristiano, protestante y que lo que busca es mostrar el Jesús de los evangelios. ¡Es muy buena! Ayer me vi el segundo capítulo y va bastante bien la cosa.
“Me ha llamado mucho la atención Señor, esto también te lo quiero contar a Ti, ahora que estoy hablando contigo, me gustan mucho los personajes que van saliendo”. Hasta ahora han aparecido: Pedro, María Magdalena y Mateo. Son personajes que el director quiere mostrar como personajes que necesitan redención, son personajes que aparecen como muy miserables.
EL ELEGIDO
Por ejemplo, Mateo no es querido por nadie, nadie lo quiere; incluso, hay una escena en la que termina comiendo solo con un perro… nadie quiere estar con él, ni siquiera los guardias romanos que le ayudan a recaudar los impuestos; ni siquiera ellos lo quieren, lo desprecian.
A María Magdalena, se le muestra como una mujer poseída por el demonio. Hay un momento en el que, incluso, quiere acabar con su vida y no sabe qué hacer. Ella conoce el peso del pecado, conoce el peso que le aflige y se siente miserable, necesita ser redimida y lo sabe.
Luego Pedro, el director muestra una faceta de una persona que está jugando siempre a dos bandas; quiere ahorrarse los impuestos, entonces pacta con los pretores romanos para intentar ser un espía y entonces, darles información y que no le cobren impuestos… Juega ahí como una doble vida (es una cosa del director verdad).
“A mí me llama mucho la atención, porque a esos personajes es a los que Tú vas a buscar Jesús y los vas a buscar para mirarlos como nadie nunca antes los ha mirado”. Eso es lo que ocurre con María Magdalena, se encuentra con la mirada de Jesús y dice: a mí nadie nunca me ha mirado así.
Lo mismo pasa con san Mateo, bendita la luz de Tu mirada, a mí nadie nunca me ha mirado así y fíjate ¡cómo me mira así el Mesías, el Redentor y Salvador de la humanidad!
JESÚS INVITA A LA CONVERSIÓN
Jesús cuando mira a una persona, así con amor ¿qué hace? Lo invita a la conversión. “Señor, quiero transpolar esto a la vida normal, a la vida real, a la vida de ahora”.
Si yo estoy enfermo y quiero recuperarme de mi salud ¿puedo aparentar no estar enfermo? En algún momento lo puedo hacer, pero a los pocos días me puedo enfermar, incluso, hasta de la cabeza; puedo enfermarme hasta mentalmente.
Si estoy enfermo, tengo que aceptar que estoy enfermo e ir al médico y contarle lo que me pasa, tal cual; incluso, aunque el médico a veces nos pueda pedir algo vergonzoso: oye, necesito que te desnudes… bueno, pues es que, si quiero recuperar la salud, me tengo que desnudar.
“Señor, si yo padezco alguna enfermedad espiritual, interior, ¿qué tengo qué hacer? ¿Puedo aparentar? Y eso es lo que quiero que hoy consideremos en Tu presencia y saquemos propósitos. Señor, voy a decirlo, si hemos llevado una vida hipócrita de mentiras, de apariencias, si hacemos como que no pasa nada, estamos a tiempo: ¡hablar, hablar!”
SER SENCILLOS Y SINCEROS
El Señor nos interpela a ser sencillos y sinceros, a no querer aparentar algo que no somos. Mostrarnos transparentes en la dirección espiritual, ¡qué bueno es tener un director espiritual o una directora espiritual! ¿por qué no? ¡Claro! Una persona que sabemos que reza, que es un alma de Dios, que procura luchar y nos puede orientar; y también en la confesión, para que nos ayuden a mejorar, a cambiar, a salir de esos sepulcros blanqueados.
Siempre las historias de conversión nos atraen. ¿Por qué será Jesús? Pues porque podemos sentirnos identificados. La historia de los “perfecticos” (que además no existen), nos puede incluso causar repelús.
Ya se nos pasó el tiempo, después te cuento la historia de una mujer que he conocido estos días, que he leído mucho de ella; se llama Dorothy Day, gringa, una mujer con una vida terrible hasta los treinta años, pero luego, se convierte, incluso está en proceso de Beatificación; han hablado de ella san Juan Pablo II, Benedicto XVI, el Papa Francisco…
Muy bien Señor, pues acudimos a la Virgen santa María nuestra Madre; vamos a pedirle a ella que también, reconociendo su mirada llena de cariño y de amor, nos decidamos alejarnos de las apariencias para convertirnos y volver nuestra mirada a Cristo y ser felices por sentirnos amados por Dios, por los demás y por nosotros mismos.
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