El valor de lo cotidiano
¿No te ha pasado alguna vez sentir que todo parece gris, sin brillo y rutinario? ¿Sentir que llenas las horas de la jornada con tareas que se repiten una y otra vez y que parecen no tener mayor trascendencia ni sentido?
Piensa en una madre o padre de familia que debe procurar a diario organizar las comidas, el aseo de la casa y el cuidado de los hijos .¿Acaso el tiempo que dedica a tantos detalles para atender a los suyos, pasa desapercibido y no tiene valor?
Sí, es probable que pase que no llame la atención de muchos, pero puede llegar a ser camino de encuentro con Dios.
Esta realidad, por largo tiempo olvidada, el Señor la hizo revivir, con nueva luz y fuerza, a través de un sacerdote que supo ser instrumento fiel y que alcanzó la santidad: san Josemaría Escrivá.
La Sagrada Familia
Imagina cómo sería la vida de la Sagrada Familia en Nazaret. En ese lugar, no se realizaron proezas, milagros ni acciones extraordinarias. Por el contrario, desde que María y José encuentran en el templo al niño Jesús, que se había perdido, hasta que comienza su vida pública, hay un silencio de treinta años en el Evangelio.
San Josemaría enseñaba que “esos años de oscuridad iluminan nuestros días y le dan una auténtica proyección, porque somos cristianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria (…) Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino” (Es Cristo que pasa).
“A Dios lo tenemos en nuestra vida diaria, en nuestros momentos de hoy, de mañana, de ayer y de anteayer, y de pasado mañana. Está en nuestra comida y en nuestra cena, en nuestra conversación y en nuestro llanto, y en nuestra sonrisa. Está en todo. Dios es un Padre y si queremos ir a Él lo encontramos en cualquier momento”.
Durante toda su vida, san Josemaría “buscó afanosamente el establecimiento del Reino de Dios en cada hombre, en cada institución, en toda la sociedad. Se ha dicho de él que ha puesto la santidad- que parecía cosa de privilegiados- al alcance de todos”(Un Hombre de Dios).
Ahí donde estás, Dios te quiere santo.
¿Te das cuenta qué maravilla?, para alcanzar la santidad no se requiere pertenecer a una orden religiosa ni es preciso hacerse sacerdote.
Dios te quiere santo ahí donde estás: en tu casa, en tu oficina, en tu taller, en tu universidad.
Si procuras cada día agradar a Dios, siendo un poco más generoso, pensando en los demás, ofreciéndote para ayudar al que lo necesita, llevando consuelo al que está triste, poniendo más amor en tu trabajo, vas por buen camino; yJesús nos enseña el camino.
Por eso san Josemaría aconsejaba:
- Que busques a Cristo.
- Que encuentres a Cristo.
- Y que ames a Cristo.
Búscalo en las Sagradas Escrituras, en el necesitado, en los sacramentos, en la oración.
Aprende a encontrarlo también en las cosas simples de la vida: en el rayo de sol después de la lluvia, en el reír juntos, en compartir con un amigo, en aprender cosas nuevas, en estar con alguien a quien quieres o recibir una grata sorpresa.
Aprende a amarlo y sabrás convertir, como enseñaba san Josemaría, todos tus momentos y circunstancias en ocasión de servir con alegría y sencillez, llevando el amor y la fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, a todos quienes te rodean. Pídele ayuda a la Santísima Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra.
“Que tu vida no sea una vida estéril.- Sé útil- Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor” (1, Camino).
Deja una respuesta