REZAR LEVANTANDO EL CORAZÓN
Hace algún tiempo, cuando fue en Roma, esa bendición para Roma y para todo el mundo “Urbi et orbi” del Papa, ¿Te acuerdas tú del atardecer romano?
Seguramente muchísimos de nosotros estábamos unidos a través de la televisión, de Internet, de un medio o de otro, en un atardecer romano. Un día lluvioso. La basílica vacía, iluminada pero vacía. La Plaza de San Pedro, inmensa de tantos buenos recuerdos, tan bonita. Pero también vacía. Esas plazas que habitualmente están con tanta gente como la Basílica, -sobre todo cuando hay algún acto con el Papa-, vacías. La basílica y las plazas vacías.
Y el Papa rezando ante esa imagen de Jesús en la cruz. Ante esa imagen tan bonita de la representación de la Virgen con el Niño tan querido en Roma, “Salus Populi Romani”. Y el Papa rezando y todos nosotros en verdad rezando.
Toda la Iglesia rezando. Y dentro de aquello, que fue una oración tan bonita, una buena ocasión para acercarnos a Jesús, vivir la Comunión de los Santos, la Unidad de la Iglesia, y no sólo en horizontal, -digamos entre nosotros-, sino como ahora: rezando vertical, hacia ti, Señor, ¡levantando el corazón!
Bueno, ese momento tan bonito cuando trajeron también al Santísimo, la presencia de Jesús en la Eucaristía, que pusieron a Jesús en una custodia. Y el Papa dio la bendición, se asomó, como saliendo del atrio de la Basílica. Se asomó a la ciudad, al mundo, y nos bendijo.
ALMAS DE EUCARISTÍA
El evangelio de la misa de hoy día me acordaba al Papa, ahí bendiciéndonos, rezando con nosotros, pero bendiciéndonos Contigo Jesús en la Eucaristía.
Y me acordaba de unas palabras que quiero leer ahora, de una homilía de san Josemaría en “Cristo que pasa”, y dice: “Vamos, pues, a pedir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía.
Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas.
Se cumplirá la promesa de Jesús:
«Yo, cuando sea exaltado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia Mi».
PONER A DIOS EN LO ALTO
Y por eso me acordaba de esta imagen del Papa, bendiciendo con el Señor en la Eucaristía, con la custodia. Me acordaba de Ser alma de Eucaristía, ayudarnos a todos a ser almas de Eucaristía. Es decir, a estar centrados en Ti Jesús, verdaderamente presente entre nosotros.
También este gesto del Papa de levantar al Señor, de ponerlo en alto, de mostrarlo, de llevarlo con la bendición a todos los lugares, a todos los hogares, a todas las profesiones.
Y es verdad, esas palabras del Señor, esa promesa, esa profecía del Señor:
“Yo, cuando sea exaltado, levantado sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí”.
Quizá ahora, en la oración, hoy día que es domingo, pidámosle a Jesús: Señor, yo quiero ser alma de Eucaristía, conocerte, tratarte en la Eucaristía, tener un hambre llena de cariño de la Eucaristía.
Señor, hazme más alma de Eucaristía. Aumenta la fe, aumenta el amor. Despierta en mí un hambre muy grande de la Eucaristía, porque así, Jesús, voy a conocerte más a fondo. Porque así voy a poder mostrarte más a los demás.
Y ellos, viéndote en la familia, en el grupo de amigos, en el trabajo, en todo el país y en todo el mundo, se van abriendo sus corazones. Te van a poder mirar y conocer mucho más. Señor, ¡Hazme Alma de Eucaristía!
UNA ORACIÓN AL PADRE
El Señor dice:
“Cuando sea exaltado, levantado sobre la tierra, todo lo atraeré a mí”.
Esto es así, cuando brilla el amor de Dios en la Eucaristía. El Señor se refería sobre todo a la cruz. Y la Eucaristía, la misa y la cruz son una misma cosa. ¡Realmente el Señor salvándonos, dándonos nueva vida!
Me acordaba de todo esto por el evangelio de hoy día, y podemos tomar ahora estas palabras de san Mateo, que dice las palabras de Jesús. Y fue una oración realmente la que nos relata san Mateo:
“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños”.
Esta fue la oración de Jesús en ese momento, como abriendo el corazón, dando gracias. He estado tan contento porque la luz de Dios, la sabiduría de Dios, el reconocer a Dios, no está en cálculos humanos o en gran cultura, sino en una bondad del corazón, en un regalo de Dios que se recibe en el corazón.
Jesús le daba gracias a Dios Padre, si, pero le daba gracias rezando en voz alta, también para mostrar esa acción de gracias, esa oración a los demás y que aprendiéramos.
CONOCER A DIOS A FONDO
Y por eso Jesús continúa hablando, y lo dice san Mateo en el capítulo 12, en el evangelio de hoy:
“Todo me ha sido entregado por mi Padre. Y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Fíjate bien: ¡Qué maravilla esto de conocer a Dios a fondo! Jesús dice, el que conoce realmente al Padre ahí dentro de la Santísima Trinidad, en la eternidad de Dios, en la belleza inmensa y maravillosa de Dios. El que realmente lo conoce a fondo, verdaderamente es el Hijo, y lo ama en el Espíritu Santo.
Pero Jesús dice:
“Nadie conoce al Padre, sino el Hijo. Y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Este mismo evangelio lo leímos, hace no mucho en la fiesta la solemnidad del Sagrado Corazón. Y dice Jesús:
“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.
Fíjate que se oye que va como llevándonos de la mano. Hablando de Dios Padre, y de la alegría de poder conocer a Dios Padre, y no por alta sabiduría, o alta cultura, o altas letras, sino por la bondad del corazón, por la presencia en nosotros de la luz, del cariño de Dios, del amor de Dios, del Espíritu Santo.
VAMOS CON JESÚS
Y dice que, para conocer a Dios Padre a fondo, así con esa verdad, el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar (aquellos que son hijos de Dios también). Y entonces Jesús nos habla en esa frecuencia, nos abre el corazón, su propio corazón, y nos invita a su corazón:
“Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré”.
Eso mismo quiso el Papa. Que le tenemos tan presente en la imaginación, en la memoria, esa imagen tan bonita, elocuente y luminosa del Papa, mostrando a Jesús para que podamos ir a Él.
Encontrarnos con Jesús en la Eucaristía. Volar a un Sagrario con el corazón ahora mismo, o durante el día también, y acompañar a Jesús.
Podemos hacer alguna visita al Santísimo. Podemos conectarnos a través de Internet. Es tan fácil hacerlo en algún sitio donde estén adorando constantemente Jesús en la Eucaristía.
Y es verdad, no estoy ahí, digamos a dos metros, estoy a alguna distancia, pero gracias a los medios que tenemos, podemos de verdad estar ahí, ir a Jesús.
El Papa nos ha mostrado el camino, nos lo ha recordado. Hoy día el evangelio de la misa apunta a lo mismo: a mirar a Jesús y entonces el corazón se llena de Dios.
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