Entre tantos buenos recuerdos que tengo del tiempo que pude vivir en Roma preparándome para el sacerdocio, el año 2005 fue muy especial. Estuvo muy cargado de acontecimientos, nada menos que el fallecimiento de san Juan Pablo II.
Aquella cola larga para rezar delante de sus restos, después la misa de su funeral y, días después, la expectación por la elección del nuevo Papa. Estamos todos esperando esas palabras: “Fumata bianca”, el humo blanco que anunciaba que habían elegido el nuevo Papa.
Había unos horarios en que se reunían los cardenales, que uno podía esperar esa noticia y cuando, finalmente, se oyeron esas palabras, recuerdo con otros salir corriendo a tomar el tren.
LOGGIA DELLE BENEDIZIONI
Después en Piazza del Popolo un subte repleto de gente que nos llevara a la estación Ottaviano y, de ahí, correr de vuelta hasta la plaza. De hecho, pudimos estar ahí con otros (una plaza repleta de gente, de la gente de Roma -sobre todo- esperando a que saliera el nuevo Papa) y ¡salió! Salió al balcón la “Loggia delle Benedizioni”.
Ahí en la fachada de San Pedro y sus primeras palabras (las del nuevo Papa Benedicto XVI) a la Iglesia -que desde ese momento se le encomendaba que debía guiar- fueron:
“Después del gran Papa Juan Pablo II los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la Viña del Señor”.
UN HUMILDE TRABAJADOR
Así se veía este hombre que había dado su vida por la Iglesia. Que llevaba tantos años trabajando, sirviendo ahí en el Vaticano. Que más de una vez se había querido volver a su tierra y dedicarse a una vida más de estudio, de oración en su Alemania natal.
Y ¡no! una y otra vez le habían dado más cargas y ahora nada menos que ser Papa. Ponerse sobre los hombros a toda la Iglesia y así se veía él: “Un humilde y simple trabajador en la Viña del Señor”.
La verdad es que ves a Ratzinger, a Benedicto XVI y decís: un hombre importantísimo; un hombre con una inteligencia preclara. Que no tuvo miedo a proclamar la verdad; un hombre piadoso que, con sus libros, con sus decisiones, con su Ministerio, hizo muchísimo por la Iglesia, por el mundo.
INSPIRADOR
Y también, ahora, esa decisión valiente de dejar paso a otro con más fuerza para guiar a la Iglesia y dedicarse a servir rezando de una manera escondida. Se veía como un humilde trabajador en la Viña del Señor, “en Tu viña Jesús”.
A mí la verdad que me inspira, “ya quisiera yo también servirte así Señor en lo que me toque, con los dones que a mí me des”.
No voy a ser nunca como Benedicto XVI, pero hoy el Evangelio nos habla de una viña en la que el dueño va llamando a los trabajadores. A unos desde muy temprano, al alba; otros, al avanzar la mañana; al mediodía; incluso a la tarde todavía encuentra gente ociosa en la plaza y los contrata para que trabajen en su viña.
UN DENARIO
Cuando llegó la hora de que volviera cada uno a su casa, al final de la jornada, les pagó -empezando por los que se habían sumado últimos- un denario. Cuando llegaron los que estaban ahí desde tempranito, que habían soportado el peso del día y el calor, también les pagó un denario y, por eso, uno se quejó.
“Quizás, al escuchar esta enseñanza tuya Jesús, nos sale ponernos en el lugar de este que se queja:
“Yo estoy con el Señor, yo estoy con vos Jesús y hay gente que todavía está tan lejos y que, quizá, se va a salvar porque se va a sumar en algún momento; se va a sumar a la fe, a la Iglesia. Se va a adherir a vos y ¿Qué? ¿Va a recibir lo mismo que yo?””
¿SOY UN TRABAJADOR HUMILDE Y SIMPLE?
Volviendo a la elección de Benedicto XVI, que te contaba él quería ya retirarse y lo eligen de Papa… “Ahora en estos 10 minutos con vos Jesús, nos podemos preguntar: ¿será que yo estoy realmente en Tu viña? ¿Qué soy un trabajador humilde y simple? O por ahí a veces estoy un poco: sí pero no.
Quizás es hora de que yo me decida a estar de verdad en la viña, porque me estás dando todo: la parcela para que trabaje; la hoz para cortar los racimos; el canasto para meter las uvas… y resulta que estoy un poco en la viña y un poco también papando moscas; paveando en la plaza porque tengo todo y, a veces, no me decido del todo a trabajar en Tu viña”.
Y ¿no es verdad que el Señor cada día nos invita a que trabajemos? ¿A que nos entreguemos en Su servicio?
SAN JOSEMARÍA
Solía decir que él quería morir exprimido como un limón; quería gastarse en la vida. Qué pena si uno hace una limonada y tira un limón a la basura que está a medio exprimir, que le queda un montón de jugo…
A mí me pasaba cuando estaba en Paraguay con un jugo que compraban en casa que venía en caja. Por la forma por donde estaba puesto el pico, te servías y siempre a mí me quedaba la impresión (bueno, de hecho) de que quedaba un poco de jugo en la caja que era muy difícil sacar.
Te daban ganas de recortarla (a mí por lo menos) para que no se tire, aunque fuera muy poquito. Y eso quería san Josemaría y eso es bueno que aspiremos también nosotros: a gastarnos, a trabajar, a hacer rendir nuestros talentos, para eso estamos.
DAR TODO
El que estuvo ahí toda la mañana trabajando se queja; quizá le da envidia que el otro se la pasó en la plaza y va a cobrar lo mismo que él. Quizá no estaba tan contento, tan entusiasmado con su trabajo.
Puede ser que, al principio, se sintiera afortunado porque consiguió una labor para ese día. Le iban a pagar, arrancó tempranito, estaba fresco, empezó con ilusión… y ahora, de golpe se siente desdichado, comparándose con el otro, se siente un tonto.
La verdad es que podría estar contento. Incluso, más contento que el último porque se dejó la piel y ahora le pagan su jornal. Podría estar contento quizá si pensara: hoy di todo lo que podía dar, usé mi tiempo, mi fuerza, mi ingenio; hice un buen trabajo.
UN PROTAGONISTA
El lagar está lleno de las uvas que yo cultivé; habrá vino por mis sudores, por mis esfuerzos. Podría estar contento si se diera cuenta que, en lugar de haber estado todo el día en la incertidumbre de la plaza balconeando la vida -como diría el Papa- mirando mientras los demás hacen y él no hace nada.
Fue un protagonista, sabía en qué estaba, sabía que su vida tenía un sentido, que estaba siendo útil; estaba haciendo rendir sus talentos. Sobretodo, podría haber estado feliz y contento si tuviera un cariño muy grande al dueño de la mies; al dueño de esa viña.
Si estuvo ahí para que rindiera, para que su amo estuviera contento, porque lo conoce, porque sabe que se esforzó, porque quiere a su amo; porque lo sacó de la calle a él, de ese sinsentido de estar ahí vagando -digamos- y, entonces, casi ni necesitaría el denario para sentirse satisfecho al final de la jornada.
SER FELICES
Estaría feliz con que va a haber vino; con que el señor va a estar contento con él.
“Que seamos así Jesús: felices de ser, en la medida que podamos, también nosotros humildes y sencillos servidores en la viña de Tu Padre.
Que tengamos la seguridad de que también todos están a tiempo para sumarse a esta viña y que nos alegre que se sumen muchos brazos que hacen falta. Que no se pudran las uvas en la viña, sino que haya quienes trabajen, quienes hagan rendir sus talentos y que haya más vino”.
QUE MUCHOS SE SUMEN
Que recemos si queremos ejemplo para que sea así, para que muchos se sumen y nos sintamos dichosos de estar trabajando en la Viña del Señor. Seguros de para qué estamos, dónde estamos y del fruto que tendremos.
Y, sobretodo, de querer darle la alegría, que esté satisfecho nuestro Padre Dios con nuestra vida.
Vamos a acudir a nuestra Madre que, al mismo tiempo, se llama Esclava del Señor y está feliz, no quiere estar en otro lado que sirviendo al Señor.
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