PONGANSE DE MI PARTE DELANTE DE LOS HOMBRES
En la liturgia de la Misa de hoy, nos trae el Evangelio de San Mateo, en su capítulo 10, que nos dice que en aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
”El discípulo no es más que su maestro, y un esclavo más que su amo. Ya le basta al discípulo llegar a ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Beelzebúl, !cuánto más a los criados! No les tengan miedo. Porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse, no hay nada escondido que no llegue a saberse.
Lo que les digo de noche, díganlo en pleno día; lo que les digo al oído, pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; no, teman al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se vende un par de gorriones por dos cuartos? Y sin embargo, uno solo cae al suelo sin que lo disponga nuestro Padre. Pues ustedes, hasta los cabellos de la cabeza tienen contados.
Por eso no tengan miedo; no hay comparación entre ustedes y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte, ante mi Padre del cielo; y si uno me niega ante los hombres, Yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”.
(Mt 10, 24-33)
CAMINO, VERDAD Y VIDA
«No es el discípulo más que su maestro». Bien, el ejemplo del Señor, es lo único que debe iluminar la conducta de todo cristiano. Él es el Camino, la Verdad y la Vida; y manda a sus discípulos, como nos manda a ti y a mí hoy, a que no tengamos miedo, especialmente ni a las calumnias, ni a las murmuraciones.
Les manda también el Señor a los apóstoles; que hablen con claridad, abiertamente. Él lo había hecho así, había utilizado la pedagogía de enseñar a través de las parábolas, para ir descubriendo gradualmente su mensaje, ¿Quién era Él? ¿Cuál era su personalidad?
NOS TOCA A NOSOTROS TAMBIÉN
Y los apóstoles después de la venida del Espíritu Santo, se dedicaron a plena luz a proclamar lo que el Señor les dio a conocer.
Bueno, a nosotros nos toca hoy también, a continuar manifestando sin ambigüedad toda la doctrina de Cristo. Sin dejarnos llevar por falsas prudencias humanas, o por miedo, ese miedo de que habla el Señor; el miedo a los hombres o a las consecuencias de nuestra vida cristiana.
Puede ocurrir alguna vez… alguna situación en que tengamos que sufrir alguna calumnia, o alguna difamación, o sencillamente por dificultades, contrariedades; por ser veraces o por ser fieles a la verdad; o que sean malinterpretadas nuestras palabras o nuestras actuaciones.
!El Señor quiere de sus discípulos, de nosotros, de ti y de mí, que hablemos siempre con claridad, abiertamente!
«Yo he predicado públicamente delante de todo el mundo», dijo el Señor, en el juicio inicuo que se hizo ante Caifás, cuando se acerca ese momento de dar su vida por nosotros. Pues nosotros ¿Qué?, no podemos avergonzarnos de hablar del Señor, de ser auténticos cristianos, de ser coherentes de la fe que profesamos, con la conducta que tomamos en nuestra vida.
HABLAR CON LA SEGURIDAD DE LA VERDAD
Y en esta sociedad en que vivimos hoy, hay que hablar con seguridad, con la firmeza que da siempre la verdad, cuando se dice.
Sobre todo cuando son temas de gran trascendencia para la familia, para la sociedad y para la dignidad de la persona.
Son muchos los enemigos de Cristo, los enemigos de Dios, los enemigos de la verdad, que desearían que efectivamente, no dijéramos nada. Que los cristianos no saliéramos de la sacristía, que no seamos esa sal o esa luz, que el Señor quiere que seamos cada uno de nosotros.
Sobre todo en un mundo, en el que tantas veces es la mentira, el modo de comportamiento vital de muchos.
RECHAZAR LA MENTIRA
En cambio, los cristianos somos más veraces, cuidan siempre, incluso hasta de la mentira más pequeña, ni siquiera en asuntos de poca importancia. Rechazar todo lo que sea hipocresía, falsedad y disimulo. Saber también, rectificar cuando nos hemos equivocado.
NO TENGAMOS MIEDO
Nos da el Señor aquí, dos indicaciones:
- por una parte, no temamos a los hombres,
- por otra, temer a Dios.
Bueno, son diferentes miedos:
- los miedos humanos
- y el temor de Dios.
El miedo es una dimensión natural de nuestra vida. Desde la infancia, se experimentan los miedos de modo distinto, luego desaparecen… pero después surgen otros, que tienen a veces fundamentos precisos en la realidad, en el contexto en que vivimos. Estos se deben afrontar siempre, se deben superar con un esfuerzo humano, con una confianza en Dios.
Decía el Papa Benedicto:
«Quien «teme» a Dios «no tiene miedo». El temor de Dios, que las Escrituras definen como «el principio de la verdadera sabiduría», coincide con la fe en él, con el respeto sagrado a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. No tener «temor de Dios» equivale a ponerse en su lugar, a sentirse señores del bien y del mal, de la vida y de la muerte. En cambio, quien teme a Dios siente en sí la seguridad que tiene el niño en los brazos de su madre (cf. Sal 131, 2): Quien teme a Dios permanece tranquilo, incluso en medio de las dificultades, porque Dios, como nos lo reveló Jesús, es un Padre lleno de misericordia y de bondad.»
EL AMOR PERFECTO EXPULSA EL TEMOR
Por otro lado, «Quien ama no tiene miedo, no hay temor en el amor», dice el apóstol san Juan. Sino que el amor perfecto expulsa el temor. Porque el temor mira el castigo, quien tiene, no ha llegado a la plenitud en el amor.
Nosotros los creyentes no tenemos que tener miedo a nada, ni a nadie.
No nos asustamos ante nada, porque sabemos que estamos en las manos de Dios, porque sabemos que el mal, porque sabemos que lo irracional, no tiene nunca la última palabra. Porque el único Señor del mundo y de la vida es Cristo, el Verbo de Dios Encarnado, que nos amó hasta sacrificarse a sí mismo, muriendo en la Cruz por nuestra propia salvación.
!No tener miedo a nada, ni a nadie! A los que pueden matar el cuerpo apenas, y eso, como sabemos para ti y para mí, que tenemos fe, esperanza, !pues es nada!. El cuerpo, tarde o temprano desaparece, y resucitaremos con un cuerpo mucho mejor.
CREZCAMOS EN AMOR A DIOS PARA PERDER EL MIEDO
De manera que cuanto más crecemos en esta intimidad con Dios, impregnada de amor, tanto más fácilmente venceremos cualquier forma de miedo.
Se lo pedimos a nuestra madre Santa María, no parece que ella haya sentido miedo en su vida a pesar de las dificultades por las cuales pasó, que Ella sea nuestra fuente de alegría, que sea la fuente también de nuestra paz.
Sus 10 minutos con Jesús se han convertido en mi alimento diario, un alimento semejante a la necesidad de agua. Me ha cambiado en muchos aspectos. Lo comparto con la esperanza de que así ocurra con los que lo reciben. Gracias y bendiciones a todos.
Sus 10 minutos con Jesús se han convertido en mi alimento diario, un alimento semejante a la necesidad de agua. Me ha cambiado en muchos aspectos. Lo comparto con la esperanza de que así ocurra con los que lo reciben. Gracias y bendiciones a todos.