Hoy nos trae el Evangelio la palabra del Señor,
“En aquel tiempo dijo el Señor a sus discípulos: si tu hermano peca repréndelo a solas entre los dos, si te hace caso has salvado a tu hermano, si no te hace caso llama a otro u otros dos para que todo el asunto que confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano, les aseguró que todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguró además que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del Cielo, porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, ahí estoy Yo en medio de ellos”.
(Mt 18, 15-20)
Y quisiera comentar o que llevemos a la oración, los primeros versículos del Evangelio de san Mateo que hemos leído.
“Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre ustedes dos y si te hace caso has salvado a tu hermano”
(Mt 18, 15-16)
OBRAS DE MISERICORDIA
Bien, la Iglesia nos ha hablado siempre de las obras de misericordia, esas acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades, tanto corporales, como espirituales, instruir, aconsejar, consolar, confortar son precisamente obras de misericordia espiritual como también perdonar, sufrir con paciencia.
Esas obras de misericordia espirituales, se pueden también desglosar como: enseñar al que no sabe, dar consejo al que lo necesita, son precisamente las que el Señor nos habla aquí, corregir al pecador, dar consejo al que lo necesita.
BUEN CONSEJO
Siempre hay muchos modos de dar un buen consejo a quien lo necesite. El primero debe ser el testimonio de nuestra conducta, así fue el paso de Jesús por nuestra tierra. Esa frase que se lee en el libro de los Hechos de los Apóstoles:
“ Jesús comenzó a hacer y enseñar”. (Hc, 1,1)
TESTIMONIO CON EL EJEMPLO
Comenzó a hacer y enseñar. Testimonio de la propia conducta. Eso siempre surge en el momento de aconsejar, de poner la palabra oportuna, siempre repleta de caridad, de cariño, sin herir, pronunciada en confidencia al oído de nuestro amigo, nuestro conocido.
Bueno es, muy fecunda, esa coherencia entre lo que uno realiza y lo que afirma. Y en ocasiones tomará esa forma de llamarla así: “corrección fraterna” como lo enseña el evangelio que acabamos de leer, una obra de misericordia noble, valiente que nace precisamente de la caridad; ese interés que tenemos por nuestros amigos.
INTERESARNOS POR EL BIEN DEL ALMA DEL PRÓJIMO
Decía el santo Padre Benedicto XVI que muchas veces somos muy sensibles, generalmente al aspecto del cuidado y de la caridad en relación al bien físico, al bien material de los demás, pero muchas veces callamos casi totalmente respecto a esa responsabilidad espiritual que tenemos también con nuestros hermanos. Y decía que no era así en la Iglesia en los primeros tiempos, en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último.
NO RESPETOS HUMANOS
Es importante, continuaba diciendo, recuperar esta dimensión de la caridad cristiana y añadía al final “frente al mal no hay que callar”. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos, que por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos, acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien.
Una práctica evangélica eficaz, como un modo excelente, un modo bueno, un modo habitual de ayudar al prójimo, qué tiene que nacer y de hecho nace de la caridad, y por supuesto haciéndolo con una verdadera humildad, con prudencia sobrenatural y humana.
No hacer una corrección a alguien, un consejo nunca será en espíritu de condena si lo hacemos así o de recriminación, porque lo que mueve será siempre el cariño, la misericordia, nota de una verdadera solicitud por el bien del otro.
San Pablo decía que si alguno sorprendido en alguna falta, ustedes los espirituales corríjanle con espíritu de mansedumbre y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado.
CORRECCIÓN FRATERNA
En ese mundo impregnado de individualismo es necesario que se descubra esa importancia de la corrección fraterna, para que todos podamos caminar juntos hacia la santidad.
Una actitud siempre de delicadeza, humildad, de atención respecto a quien ha cometido alguna falta evitando siempre en esas correcciones, las palabras que usemos puedan herir, maltratar a la otra persona.
A veces también el modo de decirlo es muy importante.
El objetivo es ayudar a la persona a darse cuenta de algo que no hace bien o que le puede ir mal o que por su culpa ofendió a alguien o a uno o a muchos.
Nos ayuda mucho también la corrección fraterna a liberarnos de la ira o del resentimiento. Esa amargura del corazón que nos puede llevar a insultar o agredir. Saber que ante Dios todos somos pecadores y todos absolutamente todos, necesitamos de perdón.
ACTO DE AMOR
El Señor nos dijo que no juzguemos. La corrección fraterna es un aspecto del amor, de la comunión que tiene que reinar entre los cristianos, un servicio mutuo que podemos y debemos prestarnos los unos a los otros.
Y de ese modo, como decíamos, evitaremos las habladurías, el chismorreo, la maledicencia, porque entendemos que corregir al hermano es como un servicio y es posible y eficaz, sólo si cada uno se reconoce pecador y necesitado de el perdón del Señor.
La conciencia misma que me hace reconocer el error del otro, antes me recuerda que yo mismo me pude haber equivocado, y que de hecho me equivoco muchas veces.
Pidámosle a nuestra Madre Santa María que tengamos la caridad y también la responsabilidad y valentía para dar consejos, para ayudar y corregir al que yerra.
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