¿Cómo puedo lograrlo?
En algunas partes del globo comienza el periodo de vacaciones. Tendré algunos días de descanso junto a mi familia y me parece difícil hacer oración.
En vacaciones se acaba el orden habitual en los horarios y necesito atender a quienes me acompañan. Me pregunto ¿cómo podré arreglármelas para no descuidar mi oración, ese tiempo diario de diálogo con el Señor?
Porque la oración forma parte de nuestra respuesta a la llamada que Dios nos hace a todos, en el fondo del alma, aunque a veces no lo reconozcamos.
Entonces, acudo al Evangelio y Jesús me muestra una vez más el camino. Ese camino de un corazón generoso que sabe amar de verdad y que desea, por sobre todas las cosas, hacer la voluntad de Dios Padre.
Jesús se sobrepone al cansancio en Cafarnaúm cuando se levanta muy de mañana, al amanecer, y sale a un lugar solitario a orar, pese a haber pasado todo el día anterior, no solo curando a la suegra de Pedro, sino a todos los enfermos que le traen de la ciudad y que se agolpan en la puerta (Marcos 1,35).
También se retira al monte, antes de escoger a los doce apóstoles y pasa toda la noche orando a Dios (Lucas 6,12)
Antes de su transfiguración en el monte Tabor, sube a orar, y mientras reza, cambia el aspecto de su rostro y sus vestiduras se vuelven de blancura resplandeciente (Lucas 9 28,29).
No deja de rezar en momentos de tristeza y dolor, sino que lo hace con más insistencia. Como en el huerto de Getsemaní donde, en tres ocasiones, se aparta de Pedro, Santiago y Juan que se han quedado dormidos y persevera en la oración. Incluso reza en el momento de su agonía, clavado en la cruz.
El ejemplo que me da Jesús: poner voluntad y corazón.
Jesús me enseña que no se hace oración cuando se tiene tiempo, sino que se hace el tiempo para hacer oración. Pone toda su voluntad, porque quiere estar con su Padre Dios.
Entonces comprendo que, aunque en estas vacaciones surjan muchas distracciones y tareas que hagan más difícil el recogimiento interior, poniendo mi fuerza de voluntad, podré organizar mi día y encontrar un momento a solas para entrar en diálogo con Dios de corazón a corazón, porque es la persona que más me quiere y que me espera cada día.
Es el sembrador, y quiero ser buena tierra para acoger su Palabra que es la semilla. Ayúdame a quitar las piedras y zarzas, que ninguna ocupación me separe de ti. Tu divino jardinero, ayúdame a mejorar mi tierra para que sepa perseverar en mi oración en los momentos buenos y también en los malos, en los momentos de actividad y en los momentos de ocio.
¿Cuál es el motor de mi oración?
Ayúdame Señor a poner el corazón, acrecienta mi deseo de corresponderte, enséñame a amar como Jesús, con un corazón desprendido, que sabe darse, perdonar, servir y sacrificarse.
Que no sean mis sentimientos ni mi interés el motor de mi oración sino el deseo de hacerte feliz, porque eres el Creador de todo lo que existe y sostiene mi vida. Que no te busque para que soluciones mis problemas sino que aprenda a escucharte y a descubrir lo que esperas de mí.
Señor, tú que conoces mis circunstancias y quehaceres, ayúdame a ordenar mis días de descanso, a encontrar los momentos para hablar contigo.
Seguramente no todos serán momentos silenciosos, pero rodeada de la naturaleza y la familia tendré ocasión de elevar muchas frases de agradecimiento por los dones recibidos.
Entonces, como afirmaba la madre Teresa de Calcuta:
La oración aumentará mi fe.
La fe acrecentará mi amor.
El amor dará frutos de servicio.
Y sirviendo tendré paz.
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