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P. Rafael

7 min

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LA ESPERA EN EL CONSULTORIO

¿Por qué estamos dispuestos a pasar tanto tiempo en la sala de espera del consultorio médico? Pues evidentemente porque recuperar la salud vale la pena. En el evangelio de hoy, esta espera de las gentes que quieren ver a Jesús se convertirá en ocasión de un milagro que tiene mucho que enseñarnos del modo en que Dios quiere hacernos santos.

Tiempo de adviento, tiempo de espera, Dios que se acerca, Dios que ya llega.

Estamos en el segundo día de esta novena a “La Inmaculada”, y a poquísimos días del tiempo de Adviento.

quería empezar esta meditación con una consideración que yo creo que es una experiencia universal de sufrimiento, qué es: “la espera en el consultorio médico.”

LA ESPERA EN EL CONSULTORIO MÉDICO

La reflexión es muy básica: ¿Por qué estamos dispuestos a pasar tanto tiempo esperando a que nos atienda el médico?

Pues evidentemente, porque que nos atienda: ¡vale la pena!

Y por supuesto que no nos gusta, nosotros quisiéramos llegar y que de inmediato el médico nos hiciera pasar.

Pero bueno, ¡es lo que hay! Así es como funciona en muchos sitios, a pesar de que ahora hay aplicaciones que te permiten programar, que te permiten hacer un diagnóstico inicial, etc., etc. …

Pero, la espera ¡vale la pena!

Justamente en el evangelio de hoy vemos cómo estás gentes que han venido de todas partes de Galilea.

Están esperando… son tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros, y la espera no es de minutos ni de horas, “Señor, llevan contigo ya 3 días.”

SER CURADOS POR EL MAESTRO

Son personas que carecen de condiciones óptimas de salud. Pero esto poco les importó para recorrer largas distancias y esperar a tener una oportunidad de ser curados por el Maestro.

Nos podemos imaginar al menos, que los que se podían dar el lujo de acudir a un médico, seguramente ya lo han hecho, alguien que les curara de sus dolencias.

Recordemos aquel episodio en el que la mujer hemorroísa se acercó a Jesús después de haber

“Sufrido mucho con muchos médicos y haber gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto”
(Mc 5,26),

Y se produjo el tan deseado milagro “a partir del encuentro contigo, Señor.”

EL JUSTO CAE SIETE VECES

No sé si te has fijado, pero en nuestra vida interior se produce tantas veces este mismo fenómeno:

hemos ido a médicos que son nuestros medios humanos, esos que están a nuestro alcance (por ejemplo, creciendo en virtudes como el orden, la templanza, la sinceridad, la laboriosidad, etc.)

Y aun así seguimos sintiendo que vamos a peor, siendo unas pobres criaturas con flaquezas, con miserias y debilidades.

Si el libro de los Proverbios dice, que:

“El justo cae siete veces” (Prov. 24,16)

¿Pues, que queda para el resto de nosotros los mortales?

la espera, JESÚS ÚNICO MEDIADOR, pega de locura ENTRE DIOS Y LOS HOMBRES

Vemos como nuestros pecados se amontonan y se hacen difíciles de salir de ellos, tantas veces…

¡Hasta cuándo, Señor! ¡Si llevo tanto tiempo luchando sin ver grandes progresos!

LOS MEDIOS HUMANOS

Pues, este es el momento de recordar esa consideración de San Josemaría, con la que nos aseguraba de la necesidad de emplear deportivamente los medios humanos.

En nuestra lucha para ser santos, pero sin olvidar que siempre serán insuficientes. Él lo decía de un modo muy gráfico:

“Poned siempre los medios humanos como si no existieran los sobrenaturales, y –al mismo tiempo– llamad a Dios con todo el corazón, como si no hubiera medios humanos”.

De este modo estaremos prevenidos contra esos dos extremos en los que podemos caer tan fácilmente y que son:

Por una parte, el pedir a Dios que nos haga santos, pero despreciando los medios humanos a nuestro alcance.

Esto sería caer en una especie de fideísmo tan absurdo, de pasividad extrema.

Es un poco como ir al médico y decirle al médico: “Doctor, yo creo que usted me puede curar, pero después no nos tomamos la medicina que el médico nos receta…

DIOS ES QUIEN NOS SANTIFICA

Es verdad que es Dios quien nos santifica, pero no pretendamos que Él haga todo el trabajo. Hay un refrán que seguramente has escuchado: «A Dios rogando y con el mazo dando», dice este refrán popular.

Y un modo en que uno de los más grandes santos de la historia, que han dicho más o menos lo mismo es esa frase tan conocida de san Agustín:

“Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”

Es decir que hay que echarle una mano a Dios.

Y echarle una mano a Dios significa, por supuesto, pedirle que nos haga santos, pero también aprovechar esos medios que Él pone a nuestra disposición, “medios humanos”, que son insuficientes, pero que son necesarios.

EL VOLUNTARISMO

En el extremo completamente opuesto a esta pasividad, a este fideísmo, está: el voluntarismo. En el que también podemos caer con una facilidad extrema.

En el voluntarismo la intención es buena, porque intentamos ser santos, -eso es verdad-, pero en esa ecuación Dios aparece como una especie de “extra”, aparece solamente “de refilón”

El acento recae en el “yo” y confiamos sobre todo en las propias fuerzas, en la propia experiencia y vivimos sin reconocer que sin la gracia de Dios nada podemos.

El médico nos receta un tratamiento, pero nuestros remedios son mejores. Es que acaso se nos olvida que Tú, Señor, nos has dicho:

“Sin mí no podéis hacer nada”

(Jn 15,5).

El problema del voluntarismo, es en parte que uno siente que hacerse santo se logra a partir de puro brazo. Cuando le podríamos pedir más la ayuda de Dios, en la oración.

NECESITAMOS EL ALIMENTO DE LA EUCARISTÍA

LA ESPERA, pan del cielo, camino felicidad, locura de amor

La persona voluntarista incluso puede acudir a los sacramentos, pero sin considerarse de verdad como un enfermo que necesita del alimento de la Eucaristía.

O de un enfermo que necesita de la misericordia de Dios en una buena Confesión.

Incluso llegamos a ver la gracia de Dios como un premio merecido por nuestras buenas acciones, por nuestra voluntad de hierro.

¡Qué tan bajo precio le ponemos a tu amor por nosotros, Señor, cuando creemos que éste depende exclusivamente de las cosas buenas que podamos hacer!

“Por eso vamos a aprovechar estos 10 minutos contigo, Señor, para pedirte que, como estas gentes que acuden hoy a Ti, y que están a punto de ser testigos de un milagro tan necesario.

También nosotros pongamos los medios a nuestro alcance, sabiendo que la mayor parte del trabajo en la propia santidad, la haces Tú.”

PRESENCIAR EL MILAGRO

Ese milagro que están a punto de presenciar dentro de poco, es el milagro nada más y nada menos que, el de “La segunda multiplicación de los panes y de los peces”

Para que nos quede claro esto de que Dios es Él que hace las cosas la mayor parte del tiempo, “hoy te vemos, Señor, interrogar a tus discípulos como si no supieses la respuesta.

Tú, que ya has hecho un milagro similar de multiplicar peces y panes; Tú, que conoces nuestro pasado, presente y futuro, les preguntas a tus discípulos: “¿Cuántos panes tienen?” ¿Acaso no lo sabes?”

Pues gracias a esta pregunta no tenemos dudas de que el milagro lo haces Tú, pero, contando con lo que de ordinario te podemos dar.

Tu podrías perfectamente prescindir de nuestra ayuda, pero esos siete panes y algunos peces representan nuestro esfuerzo por cooperar, aunque sea con poco, en ese milagro que tanta falta hacía.

EL MILAGRO LO HICISTE TÚ

“Bueno, Señor, ya que está haciendo milagros, ¿Qué te hubiese costado que por arte de magia a cada persona le hubiese aparecido delante de sí un plato con la ración que necesitaba? ¿No hubiese sido más espectacular?

¿No hubiese quedado más claro que el milagro lo hiciste Tú, solo Tú?

Si, seguramente que sí, pero también nos hubiese costado comprender este modo tuyo de obrar, que quiere servirse de pobres instrumentos, aunque podrías prescindir de ellos.

Preferiste tomar los siete panes y los peces, pronunciar la acción de gracias, partirlos y darlos a los discípulos, y que los discípulos a la gente.

El milagro de hoy empezó con un sentimiento de compasión de Jesús hacia esas multitudes. Así también nos mira Dios, quiere que nosotros acudamos a Él con esa humildad de saber que Él es el verdadero médico.

ESPERAR EN DIOS

Pero es que hay que hacer un trabajo previo, el trabajo de nuestra cooperación para que se produzca el milagro, y que tengamos también esa idea de que esperar en Dios: ¡Vale la pena!

Así como esperamos en un consultorio para que seamos atendidos, así como esta gente de este evangelio del día de hoy, quienes han estado esperando desde hace 3 días, y eso suscita la compasión del Señor…

Pues así también nosotros Señor, ¡que no te dejemos! Que no nos desesperemos tan fácilmente cuando la oración parece que no es escuchada, cuando parece que nuestras súplicas caen en saco roto…

“Señor, que nos demos cuenta de a quién podremos ir. Solo a Ti, que eres nuestro refugio.”

En este tiempo de Adviento que estamos celebrando ahora, es también ese tiempo de espera, son unos días en los que estamos esperando el inicio de nuestra redención, ¡esa venida del Dios hecho hombre!

ESPERAR CON FE

Vamos a esperar no con resignación, no con: ¿vamos a ver qué sucede? ¡Vamos a esperar con la fe de esta gente! Que lo que quieren es tener una mínima oportunidad de ver al Maestro.

Nosotros tenemos oportunidades mejores que esas ¡Por supuesto que tenemos!

Se lo pedimos a nuestra madre, especialmente en esta novena a la Inmaculada Concepción, que nos ayude a tener paciencia, en ese esperar a Dios, en ese esperar en Dios.

Que no nos desesperemos yendo por nuestros medios solamente, esos medios son súper necesarios, pero los medios más importantes son los medios que Dios pone a nuestra disposición.


Citas Utilizadas

Is 25, 6-10

Sal 22

Mt 15, 29-37

Reflexiones

Señor, queremos ser colaboradores tuyos para que Tú hagas los milagros, ayúdanos a siempre saber esperar con fe y esperanza.

Predicado por:

P. Rafael

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