Hoy en la Iglesia celebramos la fiesta de la conversión de san Pablo, uno de los apóstoles también conocido como el apóstol de los gentiles. O sea, aquel que predicó el Evangelio a los no judíos (que es la gran mayoría).
Es una historia preciosa, una historia distinta a la de los otros apóstoles que, cuando celebramos sus fiestas, nos enteramos cómo el Señor los llama. No de todos, pero sí de algunos como de Pedro y Andrés, Santiago y Juan o en el caso de Mateo…
Y luego, en un momento, nos dice que Jesús llamó a los que quiso. Llamó a los doce y sus nombres eran… y nos dan la lista, pero ahí no está Pablo, porque él tiene su propia historia.
PABLO ERA UN HOMBRE QUE TENÍA MUCHA FORMACIÓN
Era judío de nacimiento, hebreo, muy celoso de su fe, conocedor de su fe, porque como él también lo cuenta, se formó en una de las mejores escuelas de la época.
Tuvo como maestro a uno de los grandes: Gamaliel y él lo cuenta con mucho orgullo. Por eso entendemos que Pablo era un perseguidor de los cristianos y de ahí que la Iglesia considere importante celebrar otra fiesta de Pablo.
No únicamente con san Pedro y Pablo, en el mes de junio, sino también el momento de la conversión. Ese antes y después de Pablo; antes Saulo, perseguidor de los cristianos, incluso podríamos decir cruel.
Porque él ha tomado esa iniciativa de pedir a las autoridades judías unas cartas para poder ir a Damasco, presentarse ahí y tomar prisioneros a los cristianos porque los veía como un peligro para su religión.
DAMASCO
Es en ese camino a Damasco, donde Pablo se encontrará con Jesús, contigo Señor. ¡Qué encuentro tan curioso! Porque Pablo lo tiene tan grabado, que nos lo cuenta en varias ocasiones en los Hechos de los apóstoles. Nos lo cuenta también en una de sus epístolas.
Pablo cuenta que,
“Yendo a Damasco cerca ya de la ciudad, hacia mediodía, de repente una gran Luz del Cielo me envolvió con Su resplandor. Caí por tierra y oí una Voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?””
Y, entonces, vienen esas palabras de esta respuesta (que es una pregunta realmente):
““¿Quién eres Señor?” Y me dijo: “Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues””
Detengámonos aquí a meditar esta pregunta:
“¿Quién eres Señor?”
Es que, muy probablemente, Pablo se daría cuenta de que está ante algo sobrenatural, porque dice que es un resplandor, una gran luz del Cielo que lo envuelve con su resplandor.
No es una persona que lo ha hecho, que ha ocasionado esa Luz, es algo sobrenatural y una voz.
“¿Quién eres?”
Muy probablemente Pablo se da cuenta de que esto es algo importante y su actitud es de humildad. Pero más importante aún, es la respuesta de Dios:
“Yo soy Jesús el Nazareno, a quien tú persigues”,
¿te das cuenta de lo que estás haciendo?
Entonces nos dice que
“los que acompañaban a Pablo no vieron el resplandor, pero oyeron la Voz”.
Y aquí viene el “punto de quiebre”: Pablo dice:
“¿Qué debo hacer Señor?”
Es decir, Pablo -movido seguramente por la gracia de Dios- se pone a disposición de Jesús el Nazareno, a quien él perseguía.
“¿Qué debo hacer?”
Es decir, se ha dado cuenta de su error. Se ha dado cuenta de que está delante de algo sobrenatural; delante de Dios.
Y ahí viene la respuesta de Jesús:
“Levántate, continúa el camino hasta Damasco y ahí te diré todo lo que está determinado que hagas”
(Hch 9, 3-7).
EL PLAN PARA PABLO
Como conocemos la historia (o si tú quieres puedes profundizar más en los Hechos de los apóstoles) Dios tenía para Pablo un plan importantísimo porque Pablo fundará muchas iglesias, extenderá la Iglesia por muchas partes y visitará esas iglesias y los confirmará en la fe. Justamente, porque es un hombre que tiene un celo hacia las cosas de Dios muy grande.
En esta fiesta de la conversión de san Pablo, podemos aprovechar para pedirle a Dios, por intercesión de Pablo, que nos aumente la fe. Pero no solamente eso, porque podemos creer todo lo que Dios nos ha dicho, que nos ha llegado a través de los apóstoles, sino que, sobre todo, lo hagamos parte de nuestra vida.
Que tengamos esa unidad de vida, porque esa es una de las características también en la vida de Pablo. Es un hombre íntegro, tan íntegro que, en una ocasión, estando con Pedro -Pedro, el príncipe de los apóstoles, la cabeza de la Iglesia- tiene un comportamiento doble.
No es muy correcto el modo como se comporta y, entonces Pablo, se lo hace saber. Le hace ver su error, lo corrige inmediatamente.
SABER CORREGIR
Pablo, en sus cartas, lo vemos cómo es muy cariñoso, cómo sabe también corregir cuando ha habido algunos problemas, pero es porque él, en primer lugar, ha vivido eso, consciente de que es un pobre pecador.
Cómo le pide a Dios que le quite ese, no sabemos qué exactamente, ese aguijón, una tentación o tal vez algún problema de salud, lo que sea… y, en ese momento, aprende a ponerse en las manos de Dios, porque escucha que Dios le dice:
“Te basta Mi gracia”.
CONFIANZA EN DIOS
Es otra también de las virtudes, características, que podemos resaltar de Pablo. Aprender a confiar en Dios porque, desde ese momento en el que Pablo se convierte y se convierte por la gracia de Dios.
San Josemaría hablaba de unas gracias tumbativas -por poner un hombre- y es bastante expresivo.
La gracia de Dios, por supuesto, actúa, pero también porque Pablo se pone a disposición:
“Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Qué debo hacer?”
Pablo, en ese momento empezará unas correrías de aquí por allá. Desde ese momento, en el que Dios le dice: “Ve a Damasco” se prepara.
Nos dice también que está en ayuno, en oración y, con los años siguientes, empezará a predicar el Evangelio sin ningún tipo de vergüenza.
Eso le costará mucho. Le costará que, en ocasiones, lo golpeen, sea flagelado, sea humillado, naufragios… exponiéndose a mil y un peligros. Pero allí está él, con ese celo para que todos conozcan a Jesucristo, con sus enseñanzas, con su vida.
SER CATÓLICOS ÍNTEGROS
Pensemos si tú y yo, la edad que tengamos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos, con la profesión que tengamos, si podemos verdaderamente decir que somos católicos íntegros.
Si tú y yo llevamos ese buen olor de Cristo; es decir, si con nuestras obras, con nuestras palabras, con nuestros gestos, sabemos transmitir quién es Jesucristo. Y, tal vez, para eso tengamos que aprender quién es Jesucristo.
Pablo lo aprendió por una revelación especial; Jesucristo se lo manifestó. Es algo muy especial, porque los apóstoles vivieron con Cristo. En esos tres años aprendieron mucho de Él.
Pablo no sabemos en cuánto tiempo lo aprendió, pero Jesucristo sí se le manifestó, él lo dice con bastante detalle.
Tú y yo tenemos muchas oportunidades para conocer a Cristo, en nuestros ratos de oración, como ahora que estamos hablando con Jesús; estamos aprovechando esos pasajes de la Sagrada Escritura. Y ese es otro punto, la Sagrada Escritura.
CONOCER LA PALABRA DE DIOS
Este domingo hemos celebrado el domingo de la Palabra de Dios que, justamente, el Papa Francisco ha instituido para animarnos a conocer la Palabra de Dios. A darle mucha importancia.
Esas Escrituras en las que Dios nos habla: en la oración, en las Sagradas Escrituras, en el santísimo Sacramento de la Eucaristía, en los sacramentos… ahí encontramos a ese Dios, con el que Pablo también se encontró y marcó un antes y un después.
A lo mejor necesitamos eso: un antes y un después. Pues ¡ahora es el momento! Y no esperemos una gracia así tan fuerte como la de Pablo, a lo mejor sí la necesitamos.
Pídesela al Señor por intercesión de santa María.
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