Estamos cerca de terminar el mes de mayo, el mes de la Virgen. Ayer hemos celebrado en algunas partes la fiesta de la advocación de María Auxiliadora.
Y es que la Virgen Santísima es nuestra Madre, y como es nuestra Madre, la queremos mucho, porque en primer lugar, ella nos ama mucho.
Y al decir estas palabras, Señor, vuelvo a esa escena de la cruz en la que Tú le diste esa tarea. Esa misión a María Santísima: de ser Madre de los cristianos. Madre nuestra.
“Por eso te damos gracias, porque nuestra vida no sería lo mismo sin María. La vida de la Iglesia, la vida de cada uno de nosotros, no sería lo mismo sin ella”.
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
Recuerdo esas palabras que decía san Juan Bosco:
“Ella lo ha hecho todo”.<
Y uno puede preguntarse: ¿Cómo es posible decir esto, que ella lo ha hecho todo? ¿No es Jesús? ¿No es Dios lo más importante? Y eso es cierto: ¡Quien nos ha salvado es nuestro Señor Jesucristo!
Sin embargo, no podemos dejar de lado la lección de María Santísima que, como madre, siempre está preocupada por sus hijos, está preocupada por Jesús.
La vemos al pie de la cruz con el alma traspasada de dolor al ver a su Hijo amado clavado allí por amor nuestro. De ese modo ella se une.
Es así, como María al pie de la cruz, aprende lo que es la Redención y ser justamente corredentora. Y como ella, recibe esa misión que su Hijo le dio. Ella se lo tomó muy en serio.
Por eso vemos que, tras la Ascensión, los apóstoles están reunidos con María y así es como llega el Espíritu Santo con la Iglesia: los apóstoles junto a María.
Y así justamente, por esa misión que desempeña María en la vida de la Iglesia, en la historia, vemos ese gran número de advocaciones marianas: ¡muchas!
Me acuerdo ahora mismo de un número de una revista de National Geographic, en la que aparecen allí en un mapamundi puestas en puntitos, los lugares donde ha habido apariciones de la Virgen o donde hay distintas advocaciones marianas. Y es que son miles, posiblemente cientos de lugares donde ha habido aparentemente alguna aparición, en templos, iglesias o ermitas.
DIFERENTES ADVOCACIONES MARIANAS
Y pensamos cada uno de nosotros en esa advocación mariana propia de nuestros países: Nuestra Señora de Altagracia, Nuestra Señora de Caacupé, Nuestra Señora de Copacabana, Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora de Luján, …
Y así podemos seguir, pues en cada sitio, nuestra fe se identifica con esa aparición de nuestra Madre, o con ese modo de rendirle este tributo, diríamos así, o ese agradecimiento de hijos, porque no puede ser de otro modo.
Nosotros experimentamos lo que es tener una madre. Todos nosotros sabemos lo que es tener una madre y más aún, una madre que nos ama. ¿Y cómo no vamos a querer darle lo mejor a nuestras madres? Cuando crecemos, cuando ya podemos trabajar y ganar algo de dinero, queremos darle algo en el día de la Madre, pues es un día muy especial, y la engreímos.
Pues no podía ser menos con María Santísima, y por eso, de este modo, ella que se deja engalanar, que se deja engreír, que se deja querer y nos ayuda a acercarnos a Cristo.
Porque cualquiera que sea la advocación mariana que a ti más te guste (yo voy a decir cuál es la que más me gusta), la que más me gusta es la de María Auxiliadora. ¿Por qué? Porque he estudiado en un colegio salesiano y desde que tenía siete años, aprendí a tratar a Jesús a través de María.
Recuerdo perfectamente la basílica o el santuario dedicado a María Auxiliadora en la ciudad donde crecí. Al entrar a rezar y saludar al Santísimo, ahí arriba estaba esa estatua imponente y hermosa de María Auxiliadora.
Y así aprendemos a tratar a Jesús a través de María…
En ese sentido, el Santo Rosario es un una norma de piedad, una práctica de piedad muy bonita y muy poderosa. Porque allí meditamos esos misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo a través de los ojos de María… Diciéndole cosas muy bonitas a nuestra Madre Santísima.
DIOS TE SALVE LLENA DE GRACIA
Recemos más el Santo Rosario, y aunque a veces nos puedan decir a los católicos que estamos ahí con una oración que repetimos una y otra vez, pues yo diría: ¿cómo no vamos a repetir esas palabras tan extraordinarias que dice el ángel?
«Dios te salve, María, llena eres de gracia»
(Lc 1, 26-38).
Dios te salve, llena de gracia, porque es el nombre con el que el ángel se dirige a María, la llama: ‘la llena de gracia’.
Y esas palabras de su prima Isabel, le dice:
«Bendita tú entre las mujeres, bendita tú que has creído. Bendito el fruto de tu vientre»
(Lc 1, 39-56).
La pregunta que debemos hacernos es: ¿Cómo no vamos a repetir esas palabras? ¿Cómo no vamos a resaltar la obediencia de María Santísima, la confianza de María Santísima, la fe de María Santísima que creyó en esas palabras del Ángel?
Uno podría decir, ¡es que si te lo dice un ángel, obviamente voy a creer! Sí y no. Porque si bien es cierto, se le aparece un ángel que le da esta esta embajada, que le da esta noticia, y esa pregunta de si está dispuesta a ser la Madre de Dios.
Sin embargo, luego el ángel se fue, y la vida de María Santísima discurrió en una vida ordinaria, en la que supo estar allí cuidando de su Hijo Jesús con San José.
Pero luego tuvo que afrontar la prueba de aceptar que su hijo es el Salvador del Mundo y que tenía que pasar por la cruz. Por eso no podemos, diríamos, desligar a la Virgen de la cruz. Está muy unida.
El Papa san Juan Pablo II, cuando recién fue elegido Papa, le preguntaron cuál iba a ser su escudo. Según las normas de la heráldica, que ya están preestablecidas (son unas normas, unos patrones); y él eligió el escudo que ya conocemos.
Es un escudo sobre un fondo de color celeste donde hay una cruz, y al lado hay una ‘M’ de María. Por supuesto que los expertos de heráldica del Vaticano le dijeron que no, que ese escudo rompe con todas las reglas de la heráldica y qué mejor buscar otro…
Y él, pues obviamente, como es el Papa, dijo bueno, ese va a ser mi escudo y eso es lo que va a quedar. Y así fue, y no por un capricho. Yo soy el Papa y aquí yo mando, sino porque quería que se viera la cruz, que es lo distintivo de los cristianos y que no podemos alejarnos de la cruz. Y junto a la cruz de Jesús está María Santísima.
…A TRAVÉS DE MARÍA
De allí también que a san Josemaría, que tenía una devoción extraordinaria, en la que quería que se imitase a María Santísima, esa devoción a María Santísima, pues le gustaba repetir esta jaculatoria:
«Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam»
“Todos con Pedro hacia Jesús, través de María”.
A través de María Santísima, que es un camino seguro.
Así que pues, que cuidemos mucho esa devoción mariana que es nuestra favorita, que nos ayuda a tratarla más.
Lo más importante no es únicamente llenarnos de advocaciones o de imágenes o estampitas de la Virgen, sino que nos ayude a tratarla más, y ella nos señalará a su Hijo, nos llevará a su Hijo.
Como le decimos en la Salve: «Y muéstranos el fruto bendito de tu vientre».
Pues María nos enseña a tratar a Jesús con esas advocaciones, que es propia de tu país, de tu región, de tu ciudad, la que más te guste. Y ella nos enseñará quién es Jesucristo. Jesucristo en la cruz.
Nos ayudará también en las dificultades, nos ayudará a confiar más en Dios como ella lo supo hacer: ¡esa fe, esa confianza, esa obediencia!