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P. Juan Carlos

7 min

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EUCARISTÍA, MEDICINA PARA LOS ENFERMOS

La Eucaristía es medicina para los enfermos (que de verdad quieren curarse). El Señor sabe que lo necesitamos porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores.
Si saben cómo me pongo, ¿para qué me invitan?

La Eucaristía es medicina para los enfermos que de verdad quieren curarse.  El Señor ha dicho que se quedaría con nosotros hasta el final del mundo, porque Él sabe que lo necesitamos.
Necesitamos de Él y se queda en la Eucaristía, justamente, como esa ayuda; como esa compañía.  Lo necesitamos porque

“la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el pan de los pecadores”.

Todos somos pecadores, el que piensa que no es pecador miente.

            “Hay otra fuerza que se destaca en la Eucaristía, que es la fuerza que proviene de la fragilidad: la fuerza de amar a quien se equivoca”.
Hay que acordarse de que fue en la noche en que fue traicionado Jesús, que Él nos da el Pan de vida.
El Papa Francisco, hace pocos días, decía que:

“Nos hace el mayor regalo mientras siente en su corazón el abismo más profundo: el discípulo que come con Él, que moja su bocado en el mismo plato, lo está traicionando”.

VERDADERA MEDICINA

Todos sabemos que la traición es el mayor dolor para los que aman.  Por lo tanto, ante la pregunta acerca de lo que hace Jesús en estas circunstancias, el Papa Francisco dijo que

“reacciona ante el mal con un bien mayor”.
Porque

“al no de Judas, responde con el sí de la misericordia”.
Además, que el Señor

“no castiga al pecador, sino que da su vida por él”.
Por eso explicó el Papa que:

“cuando recibimos la Eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores y que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra”.
El Señor nos busca porque nos sabe frágiles, nos sabe vulnerables, nos sabe pecadores.  Es para nosotros la Eucaristía, medicina; verdaderamente, medicina.
Cuando, hablando con gente, me dicen que les cuesta la ira o a que a veces tienen un defecto dominante, la falta de paciencia o que pierden la serenidad o que tienen un problema grave, externo, que también les mueve el piso…
Algo con los hijos que están lejos de la fe o con el marido, con la esposa, que también son un poco más agresivos o están lejos también de nuestro Señor…
La respuesta normal para todos estos tipos de problemáticas es que se acerquen más a la Eucaristía, porque es medicina; es verdaderamente, medicina.
Primero, para nosotros, pero también para los que están a nuestro alrededor.

MEDICINA EFICAZ

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Por la comunión de los santos sabemos que hay ese intercambio de bienes y eso es lo que podemos darles; lo más importante que podemos darles.
El Señor cura con amor nuestras fragilidades y, sobre todo, el Señor

“nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curarnos nosotros mismos:

            La de sentir resentimiento hacia quienes nos han hecho daño; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior; la de llorar sobre nosotros mismos y quejarnos sin encontrar la paz”.

           Por esto, el Papa Francisco decía que

“la Eucaristía es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de vida, de hecho, cura todas las rigideces y las transforma en docilidad” (nuestra conducta).

            “La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse, de entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien”.

            “La lógica de la Eucaristía es la que nos permite recibir a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades, para que nosotros también podamos amar a los demás y también ayudarlos en sus propias fragilidades”.

EL PACTO DE LA SAL

No sé si has escuchado sobre el pacto de la sal.  Las apariciones de Jesús tras la Resurrección se resumen al principio del primer capítulo del libro de los Hechos de los Apóstoles que dice:

“También a ellos, después de su Pasión, les dio muchas pruebas de que estaba vivo: se les apareció durante cuarenta días y les habló del Reino de Dios.  Y en la comida común, les pidió que no se fueran de Jerusalén, sino que esperaran la promesa del Padre”

(Hch 1, 3-4).

Hay algunos aspectos interesantes en este resumen y alguna “clave” oculta en la mayoría de las traducciones del texto griego.
Jesús dio a sus discípulos tres pruebas para confirmar su resurrección: se les apareció, les enseñó sus llagas y comió con ellos.
Las dos primeras son lógicas, pero la tercera es algo sorprendente.  ¿Por qué Jesús tuvo que comer con sus discípulos para demostrar su Resurrección? Aquí deberemos acudir a las traducciones griegas.

SYNALIZOMENOS

La palabra que suele traducirse como “comer con ellos” es el griego “synalizomenos”, que, literalmente, significa “comer sal con ellos”.
Al comer con los discípulos, Jesús les aseguró que no era un espíritu, sino una persona viva de verdad. Sin embargo, el vocabulario específico, utilizado por san Lucas (que es el autor de los Hechos de los Apóstoles) nos da una visión más profunda de lo que Jesús estaba haciendo.
¿Por qué eligió Lucas la palabra synalizomenos para describir a Jesús comiendo con sus discípulos?
En los textos del Antiguo Testamento que hablan de establecer acuerdos vinculantes -por ejemplo, entre Dios y el hombre-, los pactos suelen estar simbolizados por la sal.
En el mundo antiguo la sal era el agente limpiador más común que evitaba el deterioro y la descomposición; por lo tanto, la asociación de la sal con la realización de pactos simbolizaba tanto su incorruptibilidad, como su permanencia.
El acto de comer sal juntos era un símbolo de afirmación de la amistad y del compromiso mutuo; era como una ceremonia de unión.
Al comer la sal con sus discípulos, Jesús deja claro que esta nueva alianza es eterna, que no puede ser cambiada ni revocada.  Reafirma su amistad con ellos y su apego a ellos; Él nunca los dejará.
Les recuerda la necesidad permanente de purificar sus ofrendas y a ellos mismos y sus vidas, para que sean agradables a Dios.

EL SEÑOR NOS ESPERA

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Vale la pena recordar que Jesús sigue reuniéndose con sus discípulos para compartir la mesa.  Eso es la santa Misa y en la Eucaristía se hace presente el sacrificio del cordero.
Nos sacrificamos, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y, de este modo, somos purificados y capacitados por el poder de Dios para expresar en nuestras vidas la eterna e indestructible alianza de la sal.
El Señor nos espera, nos cura, nos quita las cosas que no funcionan, pero espera de nosotros esta alianza de la sal.
Si sabemos que nos ponemos mal cuando nos alejamos del Señor, tenemos que esforzarnos por evitar irnos lejos.  Y la mejor forma es acudir una y otra vez a la Eucaristía.
Hay una frase que se ha hecho muy común ahora:

“Si saben cómo me pongo, ¿para qué me invitan?”

Y esto es real, porque si sabes cómo te pones de mal cuando te alejas de Dios… ¡¿Para qué lo haces?!

           La Eucaristía es el sitio donde tenemos que recobrar esa salud; que tenemos que ir para curar nuestras enfermedades; para presentarnos al Señor más limpios; para no cerrarnos en nosotros mismos; para abrirnos a los demás; para saber perdonar; para saber acercar a otros a Dios con nuestra sonrisa, con nuestras buenas reformas, con nuestra amabilidad.
El Señor quiere que seamos instrumentos de paz y de unidad; quiere que nosotros mismos nos volvamos Eucaristía; a través de nuestras fragilidades, aceptar las fragilidades de los demás.

ESTAR EN GRACIA

Entender la lógica de la Eucaristía, que es verdadero don y nos pide el Señor que hagamos lo mismo: que aceptemos primero el don, porque nos sabemos enfermos, nos sabemos vulnerables, nos sabemos necesitados.
Pero que luego nosotros, al recibir el don, podamos dárselo a los demás con la misma fuerza, porque queremos que los otros también disfruten de este Jesús.  Que le descubran, que se acerquen a Él y también se beneficien de esta medicina que es la Eucaristía.
Para poder comulgar y recibir la Eucaristía, es necesario que estemos en gracia y, para eso, confesarnos.
Para que esta medicina funcione bien dentro de nosotros, estar dispuestos para recibir al Señor cuando comulgamos.
Los que no pueden, porque viven en una situación de pecado, por lo menos acercarse a la Eucaristía con esa contrición; aunque no puedan comulgar, acercarse para adorar.

           “Si saben cómo me pongo, ¿para qué me invitan?” …

Puede ser también una linda forma de decir que nos ponemos mejor cuando Cristo está dentro de nosotros y que así, atraeremos a los demás.

            “Que la santísima Virgen, en quien Dios se hizo Carne, nos ayude a acoger con corazón agradecido el don de la Eucaristía y a hacer también de nuestra vida un don”

(Papa Francisco a la hora del Ángelus en la solemnidad del Corpus Domini. 6 de junio, 2021).


Citas Utilizadas

El Sagrado Corazón de Jesús

Ez 34, 11-16
Sal 22
Rom 5, 5-11
Lc 15, 3-7
Papa Francisco a la hora del Ángelus en la solemnidad del Corpus Domini. 6 de junio, 2021

Reflexiones

Jesús, que acepte el don porque me sé enfermo, me sé vulnerable, me sé necesitada, para que luego, al recibirlo, pueda dárselo a los demás con la misma fuerza, para que otros también disfruten de Ti.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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