EL REINO DE LOS CIELOS
Hoy quiero comenzar, este ratico de oración, con un punto de Camino (es un librito que escribió san Josemaría), con el cual yo aprendí a hacer oración hace muchos años, es el punto número 91, dice así:
“Me has escrito: «orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?» – ¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias…, ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.
En dos palabras: conocerle y conocerte: «¡tratarse!».”
Para esto sirven estos 10 min con Jesús América Latina: conocer, tratar a Jesús.
Y como siempre o casi siempre nos servimos del Evangelio del día para conocer y tratar más al Señor, allí con el Evangelio.
Hoy nos cuenta san Mateo una de las parábolas de Jesús. En aquel tiempo Jesús propuso otra parábola al gentío, se ve que había mucha gente. “Señor, y muchas veces esas parábolas tienen un tono paradójico.”
Y Jesús precisamente pretende eso, para que fijemos la atención en alguna cosa que nos llama la atención o que excita nuestra curiosidad y casi siempre reclaman nuestra imaginación. ¿Para qué? Para alcanzar el mensaje que quiere transmitir el Señor, más allá de la imagen expresada.
Hoy la parábola es de El Reino de los Cielos:
«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.
Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”»(Mt 13, 24-30).
¿Qué podemos sacar de esta parábola? ¿Qué es lo que ha llamado más mi atención o mi curiosidad? Y me quiero fijar en tres puntos.
EL MAL Y EL BIEN
Bueno, ahora me estoy acordando que, en estos días, hice una excursión, una caminata larga; pasamos por unos sembrados de aguacate hass (de esos aguacates chiquitos que son pura mantequilla, muy ricos).
Entonces, muchos de los palos de la finca estaban cortados, pero casi al ras y los habían pintado como de una pintura verde. Y yo comenté, en mi ignorancia: – hombre, para qué pintan estos árboles así de verde. ¿Qué cantidad pintura se han gastado?
Y uno que estaba ahí que había estudiado ingeniería forestal -que sabe mucho de eso-, dijo: – los podan y los pintan así, para que no sufran con con una mala hierba o con una plaga. Eso evita las plagas.
Hoy, la parábola es también, de sembrados, de semillas, de buena semilla y también de cizaña, de malas hierbas, de zarzas.
“Los puntos, Jesús, que me parece que puedo meditar, reflexionar son tres”. Primero, la realidad de que en este mundo crecemos con la presencia del bien y del mal. Siempre podemos distinguir el contraste del bien y del mal. ¿Y si yo me voy a la época de Jesús? “Jesús, Tú siembras también la palabra” -qué es lo que significa esta parábola- pero también el enemigo siembra a sus acechanzas y obtiene fruto en algunos hombres.
Nuestro Señor lo notó en la época de Jesús. El mal y el bien siempre van a coexistir y siempre se van a desarrollar juntitos a lo largo del tiempo. Bueno, eso es lo primero.
Lo segundo, que la espiga de grano no puede pasar de buenas a primera a ser una zarza. Uno podría pensar en la parábola así: que el trigo se convierte en mala hierba. No, no, no, no…. La espiga es espiga y la zarza es una mala hierba; pero la espiga es espiga.
LA SIEMBRA
Lo bueno que ha sido sembrado en el interior del hombre, tarde o temprano sale a relucir, tarde o temprano. Y se ve el fruto y se ve la espiga… Es verdad hay zarza, pero ahí está la espiga.
Y eso me lleva al tercer punto, que nada de lo bueno que es sembró se pierde.
«De niños, Jesús, aprendemos todo lo bueno; ya conforme vamos creciendo -que pesar- pero van apareciendo cosas que siembran, a veces, no muy buenas cosas en nuestra alma, en nuestro interior.»
Uno de mis hermanos me contó que su hijo -que es pequeñín, no ha cumplido tres años- lo llevaron el otro día a ver la procesión de la Virgen del Carmen. Había mucha gente y muchas imágenes de la Virgen del Carmen; y le llamó la atención una escena de un sacerdote que estaba bendiciendo una fila de carros.
Se ve que en el pueblo en el que estaban, el retiro Antioquia, una de las actividades de las fiestas, porque son las fiestas patronales del oriente Antioqueño, una de las actividades fue bendecir los carros y entonces era una fila de carros.
Y al niño, en su casa, los juguetes que más le gustan son precisamente los carros. Pues sin decirle nada a nadie, llegó a la casa, cogió todos los carros los filo y le pidió a su mamá agua… y empezó a echarle agua a cada uno de los carritos. Ya le explicaron qué significaba eso. Yo estoy esperando la oportunidad también para explicarle, porque no me he visto con él desde eso. Me hizo reír bastante…
Claro, claro, pero hay muchas mamás y papas que les he oído comentar: -Padre, pero es que yo no sé qué he hecho mal. Mi hijo, mi hija, está muy alejado de Dios, muy alejado de Dios.
Y la pregunta entonces, que nos podemos hacer es: ¿cómo fue la siembra de piedad, de fe, de doctrina? Y en este punto te sugiero que detengas la grabación y le cuentes al Señor cómo fue esa siembra.
Si no tienes hijos, piensa cómo fue esa siembra en tu vida. Cómo sembraron ahí tus tus padres, tus abuelos, el colegio…
SANTA BRÍGIDA
Y te cuento una anécdota de la santa de hoy. Una anécdota que tiene muchísima autoridad. Hoy celebramos la fiesta de Santa Brígida, una santa sueca.
Su padre la casó con Ulf, hijo de otro gobernante. Tuvieron un matrimonio feliz que duró 28 años. Sus hijos fueron ocho, cuatro varones y cuatro mujeres. Una de sus hijas fue Santa Catalina de Suecia. Un hijo fue religioso. Otros dos se portaron muy bien, y Carlos fue un pícaro que la hizo sufrir toda la vida. Sólo a la hora en que él se iba a morir logró la santa, con sus oraciones, que él se arrepintiera y pidiera perdón de sus pecados a Dios.
Dos de sus hijas se hicieron religiosas, y otra fue «la oveja negra de la familia», que con sus aventuras nada santas martirizó a la buena mamá. Fue pues una familia como muchas otras: con gente muy buena y gente que hace sufrir.
A mí me ha hecho mucha gracia esta anécdota porque en todas las familias hay esto, es el ejemplo de todas las familias. ¿No?
Recuerda lo que le contaste al Señor al hacer la pausa. Si lo que le contaste al Señor te ha dado paz y seguridad de haber hecho las cosas bien, te sugiero que le digas al Señor: “Bueno, Jesús, pues te pido que se note el fruto de lo que ha sido sembrado en el alma, en el corazón, en la inteligencia de mi hija o de mi hijo. Nada se pierde. Es el tercer punto: ¡nada se pierde!
Y si te sientes arrepentido por no haber sembrado buena semilla, todavía hay espacio para la siembra. Quizá esta vez de cariño, de comprensión y de paciencia.
“Jesús, me parece que Tu enseñanza versa en esta parábola sobre la paciencia”. Como muchas veces no es fácil distinguir el trigo y la cizaña, hasta que no aparece la espiga. Pues tampoco hay veces es fácil separar el bien y el mal, pero al final Cristo siempre sale triunfante.
Eso sí, juzgará a todos y dará a cada uno su merecido. Eso también nos cuenta hoy el Evangelio, como la cizaña se ata en gavillas y se quema.
Y pensando en Brígida, ¿qué le pediría el Señor a la hora de su juicio? ¿Le pediría cuenta de sus hijos? Claro, de cómo fue la formación de sus hijos. Pero, una vez ya adulta, ella se entregó a Dios y se fue a Roma; y cuido de los pobres y de los enfermos.
Pues… Señor, yo con mis ocho hijos, los formé bien, los eduqué bien, les di buen ejemplo. Señor, yo, ¿qué más puedo hacer? La libertad de mis hijos los ha conducido por otros caminos, pero ¿yo qué te puedo decir…?
Claro, el Señor le va a pedir cuentas desde sus obras, no de las obras de sus hijos; de su vida, no la de sus hijos; y de las desgracias que ella recibió; de su generosidad para responder a lo que Dios le iba pidiendo.
Jesús, cuánto sufrimiento, el de esas madres que ven que sus hijos se alejan y se alejan y se alejan de Ti…
NADA SE PIERDE
Bueno, pues vamos a pedir por esos hijos, para que lo que haya de bueno sembrado en sus corazones y en sus almas, eso de fruto, de fruto…
Y lo que hay que jugarse o sí o sí, personalmente, es la propia santidad, porque esa santidad es lo que arrastra, lo que quema.
Siempre me ha gustado una cosa que decía san Josemaría, a las personas dedicadas a la formación dentro del Opus Dei, él les decía: “no harán lo que les digáis, sino lo que os vean hacer.” El ejemplo, el ejemplo…
Muy importante que los papás metan a sus hijos en buenos colegios, claro; pero lo más importante es el buen ejemplo: allí en la casa, lo que ven en la casa. “Jesús, gracias por tu paciencia.”
No sé si se entendió bien los puntos sobre los cuales reflexioné, medite, hablé con vos en este ratito de oración, pero bueno: primero, la realidad es que en este mundo siempre crecemos entre el bien y el mal; lo segundo es que la espiga es siempre espiga y la zarza, zarza; y nada de lo bueno que se sembró se pierde.
Le pedimos a santa María, que ella, como buena madre, siembre en nosotros, cada día: buenos propósitos, afectos e inspiraciones que produzcan fruto de santidad allí donde estemos.