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P. Mario

6 min

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ESTAR PREPARADO ES IMPORTANTE. SABER ESPERAR, LO ES AÚN MÁS.

Estar preparados, siempre listos para recibir el llamado de Dios, para darle cuenta de sus dones.
Agradecimiento por sus dones, principalmente, el de la fe. Hacer uso responsable de nuestra libertad y nuestra vida. Cuidar de no abusar de la paciencia de Dios. Actitud de oración y de examen.

Jesús, qué claro este Evangelio; qué claro y qué exigente a la vez.  Cómo nos dices las cosas con comparaciones muy evidentes, muy sencillas, accesibles a cualquier intelecto.

Sin embargo, en medio de su sencillez, nos planteas unas metas, una santidad muy alta.

En el Evangelio de hoy nos planteas la importancia de ser coherentes.  La importancia de actuar siempre cara a Ti; la importancia de estar siempre listos.  Que yo esté siempre listo para recibirte Señor.

Que esté siempre listo por si me quieres llamar en el momento en que Tú quieras para que te rinda cuenta de los dones que me has dado.  De este don maravilloso de la vida, del don maravilloso de la fe.

Que yo en cualquier momento pueda decirte: “Señor, aquí estoy, esto es lo que he hecho; estas son las gracias, los dones, las ayudas que Tú me has dado.  Este es el fruto que he podido conseguir con tu gracia”.

AL QUE MUCHO SE LE DA, SE LE EXIGIRÁ MUCHO

Eso es lo que nos transmite el Evangelio de hoy, muy claro:

“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: “Fíjense en esto: si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se metiera por un boquete en su casa.  Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre”.

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: “¿Dices esta parábola solo por nosotros o por todos?”

El Señor le respondió: “Supongan que un administrador puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia.  Dichoso ese siervo si el amo a su llegada lo encuentra cumpliendo con su deber.  Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene.

Pero si ese siervo piensa: Mi amo tardará en llegar y empieza a maltratar a los otros siervos y siervas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte de los desleales.

El siervo que, conociendo la voluntad de su amo no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes.  Pero el que sin conocerla haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos.

Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más””

(Lc 12, 39-48).

¿CUÁNTO ME IRÁS A PEDIR?

Jesús, estoy haciendo mi oración y la verdad, tengo que confesar una cierta inquietud: me hace temblar las últimas palabras del Evangelio de hoy:

“Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”.

Me hace temblar porque soy consciente de que me has dado muchas cosas; me has dado el don de la fe; me has dado el don de la vocación; y me has dado y me das continuamente muchas gracias, ¿cuánto me irás a pedir?

También me has confiado muchas cosas: me has confiado las almas de mis amigos, de mis familiares… me has confiado un ambiente que has puesto en mis manos y estoy consciente de que me exigirás mucho y por eso tengo un cierto temor, una cierta incertidumbre.

Señor, ¿podré estar a la altura de mi llamado? ¿Podré estar a la altura de tus expectativas?

Entonces me entra un poco de tranquilidad, porque me doy cuenta de que no estoy solo, de que Tú estás conmigo.

Precisamente, en estos ratos de oración, puedo ponerme en tu presencia y considerar, primero, esas cosas que me has dado y agradecértelas: mi familia, mi educación, mi salud…

Incluso también, porque me ayudan a ser humilde, mis defectos, mis errores, mis fracasos, que me ayudan a ser comprensivo con los demás; que me ayudan a ayudar a los otros.

Todo es bueno y por eso todo te lo agradezco. Pero, al mismo tiempo, todo es un llamado.  Continuamente me estás dando dones y ojalá que yo no sea como esos malos siervos.

NIÑOS JUGUETONES

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Creo que todos tenemos muy presente esas caricaturas o esas historias donde una persona, mientras le están vigilando, se porta muy bien y pone cara de seriedad…

Yo recuerdo cuando éramos niños, que llegaba el profesor y nos poníamos todos con los brazos cruzados, con cara de buenos… y se salía un poquito el profesor y hacíamos relajo en el salón.

O cuando salía el profesor del aula, mandábamos a algunos que avisaran o se pusieran en el pasillo y avisaran cuando viniera de regreso el profesor.

Mientras tanto, había una gran algarabía en el salón de clases, estábamos haciendo un gran relajo, una gran fiesta, un desorden, lo pasábamos bien y ya cuando llegaba el profesor, todos corriendo a su lugar y con los brazos cruzados.

Pues eso es lo que describe el Señor en la parábola.  El Señor está lejos y cómo nos damos cuenta de muchas personas que piensan: “Dios está muy lejos”. “Yo, al final de mi vida, cuando me vaya a morir, ya me confieso, ya me arrepiento”. “Yo también cuando esté a punto de morir, rectificaré”.

No sabemos ni el día ni la hora.  No sabemos en qué momento nos van a llamar a cuentas.

Ojalá que no seamos como esos niños juguetones que, para ser niño está bien, pero nuestra vida hay que tomárnosla en serio.  Sobre todo, no tenemos a nadie apostado para que nos diga en qué momento va a venir Jesús a preguntar por nosotros.

QUE ME ENCUENTRES LISTO

Por eso Señor, que yo sea como ese siervo dichoso.  Que me encuentres listo, preparado, en cualquier momento con la disposición adecuada para servirte, para amarte, para corresponder y darme cuenta de que esas gracias que me has dado, tienen que dar fruto.

Qué importante es que no piense que tardas mucho en llegar, sino al contrario, que todos los días estás pendiente de mí para ver el fruto de mi labor.  Que todos los días preguntas por mí: ¿Cómo van las cosas?

Y ¿dónde me preguntas? Me preguntas fundamentalmente en la oración; en esos ratos como este en los que estoy contigo, en los que intento mirarte a los ojos, en los que intento escuchar tu palabra, en el que te cuento con sencillez lo que he hecho el día de hoy.

Señor, he hecho esto, ¿cómo lo he hecho? ¿Verdad que podría hacerlo mejor? Ayúdame a hacerlo mejor la próxima vez.

Señor, estas personas que has puesto en mi camino, estos con los que me he cruzado, me he acordado de rezar por ellos, de pedir por sus almas, por sus familias.

Esas noticias de las que me he enterado, a veces duras, a veces dolorosas, me han llevado a rezar, a pedir por los afectados, por los culpables, por las personas que lo están pasando mal.

ESTAR TOTALMENTE DISPONIBLES

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Me doy cuenta de que muchas veces mi sonrisa, mi servicio, mi atención, pueden ser tus manos y Tú, de alguna manera, me estás encomendando: sonríeles, sírveles, ayúdales, hazles más amable el camino.

Que me dé cuenta Señor, que sea como ese siervo que está totalmente disponible a los deseos del Señor.  Que no sea como ese siervo irresponsable que vaya dilatando mi conversión o que vaya haciendo abuso de la vida.

Me doy cuenta de que para eso tengo que ser alma de oración.  Solo si converso contigo día a día, solo si reboto contigo mis planes, mis logros, mis fracasos de cada día, podré ser como ese administrador fiel y prudente.

Solo si hago mi examen de conciencia habitualmente todos los días, el día en que finalmente me llames, no habrá sorpresas y Tú te pondrás contento a la hora de juzgarme y me dará una alegría inmensa de que ya me hayas llamado y habernos encontrado y darte un abrazo eterno en el Cielo.

Le pido a mi Madre, santa María, que ese momento en el cual Tú me llames, no me agarre de sorpresa.  Que todos los días viva con los ojos puestos en tus manos, en tus labios, dispuesto a servirte, dispuesto a ser un buen instrumento en tus manos.


Citas Utilizadas

Sab 18, 6-9
Sal 32
Hb 11, 1-2. 8-19
Lc 12, 32-48

Reflexiones

Que esté siempre listo por si me quieres llamar en el momento en que Tú quieras para que te rinda cuenta de los dones que me has dado.   

Predicado por:

P. Mario

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