El Evangelio de hoy nos narra la elección de los doce apóstoles.
A partir de este momento esos doce apóstoles acompañarán a Jesús en cada viaje, presenciarán cada uno de los grandes milagros de Jesús. Estarían algunos de ellos en su Transfiguración, lo verían también resucitado.
Los apóstoles también serán las columnas de la Iglesia que propagarán el Evangelio por todo el mundo y su testimonio, la fuente para la elaboración de los evangelios.
Los apóstoles fueron, por eso, personas muy importantes, así que la decisión de Jesús al elegirlos fue también fundamental.
Así empieza el Evangelio de san Lucas, dice:
“En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles:
Simón, a quien puso nombre Pedro y Andrés su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, el de Alfeo, Simón llamado el Zelote, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor”
(Lc 6, 12-16).
Jesús pasó la noche en vela, este es el gran dato que podemos sacarle mucho provecho a nuestra oración.
Pasó la noche en vela rezando, seguramente no porque tendría grandes dudas sobre a quiénes elegiría. Podemos pensar que se trataba de la oración de Jesús por ellos, por esos a los que iba a elegir.
LA ORACIÓN
Si damos un salto en el tiempo en la vida de Jesús y nos vamos a la Última Cena, Jesús le dirige estas palabras a san Pedro:
“Pedro, yo he rezado por ti para que tu fe no desfallezca”.
Podemos pensar que, volviendo ya a la escena de hoy, Jesús rezó durante toda la noche pidiendo por la fe de esos apóstoles quienes después darían testimonio de su vida ante los hombres y en todos los rincones del mundo.
Eso lo hace en la oración. Es como el paso previo, el paso determinante y la verdad es que, por el testimonio evangélico, podemos decir que Jesús no dejaba la oración nunca.
Así que no sería justo pensar que solo en estos grandes e importantes momentos Jesús rezaba. No, era una cosa habitual.
Incluso en ocasiones podemos decir que hasta se le escapa a Jesús la oración, se le escapa de la boca por decir así.
Por citar un ejemplo, aquel momento que nos narra san Mateo que:
“Vuelven los apóstoles llenos de alegría porque han hecho milagros en nombre de Jesús. Y al oírlos el Señor, más que alegrarse por su éxito, se alegra de que la voluntad de su Padre se haya cumplido. Y dice: “Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra””.
Saquemos también consecuencias para nuestra vida. Es verdad si nuestro modelo, como sabemos y queremos que así sea, es Jesús, tenemos que reconocer que nuestra oración no puede ser una cosa solamente de grandes acontecimientos porque los grandes acontecimientos de nuestra vida puede que nos quepan en los dedos de nuestras manos.
Tenemos que imitar a Jesús en este hecho de que nuestra oración sea algo necesario, constante, que llene nuestro corazón y, por tanto, todo lo que hacemos.
SER LUZ
Este es el gran misterio de la oración: parece que es opcional, parece que no es necesaria, pero realmente es la llave que abre el misterio de Dios y el misterio de lo que somos: criaturas hijos de Dios y llamados a hacerlo en plenitud.
El que reza lo tiene todo y el que no reza está hueco. No encuentra el sentido para su vida, no descubre lo que es. Es en la oración, precisamente, donde ocurre ese milagro.
Como un farol que se enciende (le gustaba mucho esta imagen a san Josemaría), un farol que está destinado a dar luz pero que está pagado y es el Señor, quien con la gracia en la oración, nos enciende de modo que seamos luz para los demás, luz para el mundo.
Hace un tiempo recuerdo haber visto unas imágenes muy interesantes que mostraban cómo se veía el mundo de noche, desde el espacio.
Lo interesante era que se distinguían las grandes ciudades porque eran grandes espacios de luz en medio de la penumbra y algunos pueblos más pequeños eran como estrellas en un cielo de noche porque eran pequeños puntos de luz.
Incluso, hasta las fronteras de los países se marcaban de esa manera por las marcas luminosas que se podían ver desde el espacio.
Pienso que es una imagen que nos puede servir para ver qué es lo que ocurre cuando una persona se decide a rezar; o quizás sea mejor decir: cuando una persona se decide a tener una vida de oración, una vida de trato con Dios.
Entonces es luz, pase lo que pase a su alrededor tendrá luz, llevará a Dios dentro. Y haga lo que haga, sea una gran decisión que impacte en la vida de muchas personas o simplemente quiere hacer bien su trabajo o hacer su cama con amor, siempre llevará la luz de Cristo consigo.
Por eso decidámonos tú y yo, otra vez a ser almas de oración. Digámosle a Jesús: “Jesús hoy te elijo una vez más, quiero rezar”. Es lo único necesario para rezar, querer rezar.
TRES PUNTOS A APRENDER DE LA ORACIÓN
Y como segunda cosa que podemos aprender de la oración de Jesús te propongo 3 puntos.
Primero: Jesús rezaba solo. No es que sea malo, no tengo nada contra la oración cuando se hace en comunidad o en familia; por supuesto que es una cosa estupenda rezar el Rosario con tu familia o amigos, es una cosa buenísima.
Pero sí que es verdad que Jesús privilegiaba la oración personal, a solas. Tenía algo así como una sana y santa intimidad a la hora de rezar.
Tenía un espacio para Él y para su Padre
¿Y sabes qué pasa? Que esa intimidad ayuda a que le abras del todo el corazón a Jesús. Es como si las cosas que le puedas decir a Jesús son tan íntimas, tan tuyas que solo se lo puedas decir en soledad y en intimidad.
Es como un sano pudor que busca Jesús para tratar a su Padre, así que ¡ojo! Estos audios sin duda te pueden ayudar, pero lo más importante es lo que tú puedas decirle de corazón a Dios.
Segundo, es algo que ya ha salido en esta meditación y es: las grandes decisiones.
Cuenta siempre con el parecer de Jesús. Pregúntaselo, pregúntale su opinión, si está de acuerdo, si estás queriendo lo que Él quiere para ti.
No tengas miedo porque lo que Dios quiera de ti siempre será la mejor receta, el camino más directo a la felicidad.
Y como tercer punto: que sea constante. No la dejes.
Aquí puedes pensar: “Señor, a veces no rezo porque no me organizo. Puede costar decirlo pero hay que tener la valentía de decirle a Jesús: Señor, a veces no rezo porque no quiero”.
PARA ESO HEMOS SIDO CREADOS
Porque si yo quisiera, cuando realmente quiero algo saco tiempo de donde no hay. Si se tratara de algo que realmente me interesa es que hago lo que sea para poder llegar.
Seguramente que por ese camino, si seguimos esas huellas de Cristo, empezaremos a disfrutar de esa unión con Dios.
La verdad es que hemos sido creados para eso, para tratar a Dios cara a cara, en el Cielo y aquí en la tierra a través de la oración.
Vamos a pedirle a la Virgen Santísima que nos ayude a rezar bien. Siempre es nuestra intercesora; hemos comenzado la oración invocándola.
Madre nuestra, ayúdanos a que nuestra oración sea como la de Jesús. Tú piensa despacio: las oraciones que de pequeño haya aprendido Jesús las aprendió de la Virgen, ella le enseñó a rezar.
Enséñanos también tú Madre nuestra y así nuestra oración será cada vez más una necesidad.