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P. Rafael

6 min

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EL GRAN PODER DEL SILENCIO

En un mundo donde el aburrimiento es “pecado mortal” y las redes sociales nos invitan a mostrar todo lo que hacemos, Dios nos recuerda que sus obras son muy locuaces también en medio del silencio, donde también podemos encontrarnos con Él.

¿DÓNDE RECUERDAS HABER HECHO LOS MEJORES RATOS DE ORACIÓN CON DIOS?

Me dirás: —Donde sea padre, siempre y cuando esté escuchando las meditaciones de 10min con Jesús América Latina.

Eso es verdad, pero coincidirás conmigo en qué tener la fortuna de hacer la oración personal delante del Santísimo, es un lujo. Es el mejor lugar para hacer la oración, aunque la podemos hacer en muchos sitios.

No hay como estar incluso físicamente de Ti Jesús, presente en el Sagrario o en la custodia, y hablar Contigo cara a cara aunque los sentidos nos engañen.

Pero, aunque éste sea el lugar por excelencia, sabemos que también podemos hacer nuestra oración en tantos otros sitios.

Personalmente, a mí me sirve mucho aprovechar la presencia de Dios en la naturaleza.

En Latinoamérica, contamos con la fortuna de poder ir de la montaña o al mar en cuestión de instantes, y allí hacer nuestra oración con el ruido de las olas, o con la vista impresionante de un valle.

Por ejemplo, ahora mismo estoy viendo las montañas de mi ciudad, y me impresiona como siempre su inmensidad.

Ni siquiera la mayor empresa de construcción del mundo podría ejecutar un proyecto tan ambicioso como estas montañas que estoy viendo ahora. Y eso me da una confianza impresionante en Dios.

Si Él es capaz de plasmar tanta belleza en lo imponente de estas montañas, ¿A qué le voy a tener miedo, si Él es mi Padre?

Pero confieso que prefiero hacer mi oración frente al mar, me gusta incluso más que la montaña, porque la combinación del ruido de las olas con la vista de la inmensidad del mar me hace confiar más en Dios y hablar con Él.

El razonamiento es el mismo: si Él fue capaz de llenar esa enorme piscina de agua salada con todo lo que allí vive, ¿a qué le voy a tener miedo, si Él es mi Padre?

mar

APRECIAR LA PRESENCIA DE DIOS EN LA CREACIÓN

Es muy fácil apreciar la presencia de Dios en la creación, y aunque todo esto es verdad, nos puede suceder como al profeta Elías en el Horeb:

«Entonces pasó el Señor y un viento fortísimo conmovió la montaña y partió las rocas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. 

Detrás del viento, un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Detrás del terremoto, un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Detrás del fuego, un susurro de brisa suave»

(1 Re 19,11-12).

Y dice el relato que en ese susurro suave Elías sí sintió la presencia de Dios junto a Él.

A DIOS LO PODEMOS ENCONTRAR TAMBIÉN EN EL SILENCIO

Y te decía, que nos puede pasar como al profeta Elías, porque a Dios lo podemos encontrar también en el silencio.

La naturaleza nos muestra a Dios también en el silencio.

Y por eso Tú, Jesús, en el Evangelio de hoy nos propones esas imágenes de la potencia de Dios en cosas sin ruido: en el grano de mostaza que crece bajo tierra y en la levadura que fermenta la masa.

No hacen ruido pero tienen una eficacia asombrosa.

«El Reino de Dios es similar a un grano de mostaza (…) Es semejante a la levadura».

Aprovechando esta imagen, san Ambrosio decía también que el grano de mostaza es como la fe. Bueno ya quisiéramos nosotros, Tú nos dices que ojalá tuvieramos la fe como un grano de mostaza.

Es porque “la fe es como el Reino de los Cielos que se encuentra dentro de nosotros”, que está destinado a crecer si ponemos los medios y quitamos los obstáculos para que así sea.

El grano de mostaza es pequeño, simple, y crece silenciosamente a un paso constante y ganando en riqueza hasta el punto que «los pájaros del cielo anidan en sus ramas».

Y del mismo modo la fe, empezando desde pequeños, hasta dar mucho fruto a lo largo de nuestras vidas.

Esta imagen es muy útil para entender la fe, porque tú nos dijiste, Señor, en otra ocasión que:

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto»

(Jn 12, 24).

Y del mismo modo, el grano de mostaza, si se muele, también manifiesta su fuerza.

Este grano de mostaza es la fe, que es el Reino de Dios que va creciendo en nosotros, y entendemos entonces que, el moler el grano son esas adversidades en las que la fe manifiesta la fuerza de nuestra fe. Grano de mostaza

Que existan dificultades para el cristiano, no necesariamente es una tragedia si se mira todo desde la fe. Por el contrario, son esas las ocasiones de adversidad son las ocasiones para creer más, para amar más.

¿A qué le voy a tener miedo, si Dios es mi Padre?

Y para que esto no quede en mera teoría o un slogan bonito; Tú, Jesús, nos das el ejemplo vivo de que esto es así.

A Ti no te hace falta fe, siendo el mismo Dios encarnado, pero los momentos de adversidad fueron para Ti ocasión de amar más a Dios Padre, a Dios Espíritu Santo y de amarnos más a nosotros.

Que al ver lo que padeciste por cada uno de nosotros salimos cada vez más seguros de ser amados con locura por un Dios tan bueno.

Tú, Señor, como un grano de mostaza fuiste sembrado en ese huerto de los Olivos en el que tu voluntad humana murió para vivir identificada plenamente con la divina, con ese querer de Dios.

Es un motivo de tranquilidad saber que a Ti también te afectó esa resistencia natural a los planes de Dios, esa resistencia que todos tenemos ante lo que nos cuesta, lo que nos desconcierta, lo que no concuerda con nuestros planes, pero en tu caso el amor pudo más.

EL AMOR SIEMPRE PUEDE MÁS

El amor siempre puede más, es una frase muy bonita de Juan Pablo II.

Ojalá sepamos también nosotros amar tanto a Dios que nos decidamos a morir al hombre viejo, a través de la mortificación, de la expiación generosa en cosas pequeñas pero constantes, en la identificación con el querer de Dios, como muere el grano en la tierra para tener más vida.

Y todo en el silencio más absoluto, sin complejo de víctima, porque la única víctima eres Tú, Jesús.

Todos tenemos dentro de nosotros un cierto complejo de Lupita Ferrer, todos nos sentimos víctimas. La única víctima es el Señor, nosotros lo que tenemos es una deuda enorme de amor con Dios.

San Ambrosio nos proponía también el ejemplo de los mártires, que cuando. “vino la persecución, fueron heridos por la espada y esparcieron por todos los ámbitos del mundo los granos de su martirio”. Y hemos visto los frutos en tantas partes del mundo.

MARTIRIO DE LO COTIDIANO

A ti y a mí probablemente Dios no nos pida poner nuestra fe bajo la prueba del martirio real, derramando sangre por amor a Dios… Pero sí es necesario, que nos fortalezcamos a través de las pruebas.

Capaz Dios lo que prefiere es que nos hagamos más fuertes en el martirio de lo cotidiano, sin ruido y sin espectáculo… Pero con una eficacia que proviene de la unión con Dios.

Un día y otro sujetos a un horario, a unos propósitos, a un trabajo bien hecho. Unas horas de estudio con rectitud de intención. A miles de detalles de servicio alegre a los demás aunque pese el cansancio, la antipatía, o las excusas para no hacerlo.

Siempre en la alegría del amor silencioso, ese amor que habla con una fuerza impresionante en las obras, en ese tiempo marcado por Dios.

Un martirio que significa siempre abandono en las manos de Dios. ¡Qué mejores manos que las de Dios! Como nos enseñó nuestra Madre la Virgen con toda su vida.

Creo que tú y yo podemos dar muchísimo fruto, pasar de ser un grano, a ser un árbol enorme. Podemos ofrecer a Dios muchísimos frutos con nuestra vida.

Pero eso, sí se lo tenemos que pedir a Nuestra Madre, la Virgen Santísima todos los días. Que sepamos morir a nosotros mismos y vivir para Dios. Que sepamos hacerlo sin el ruido que nos da la soberbia, que quiere que todo el mundo se entere de que somos víctimas.

Vamos a pedirle a Dios que se manifieste también su potencia en el silencio… En el silencio de las palabras, pero en la locuacidad del amor con obras.


Citas Utilizadas

Ef 5, 21-33

Sal 127

Lc 13, 18-21

Jn 12, 24

Reflexiones

Señor mío y Dios mío que aproveche la belleza de la creación para hacer mi oración, aumentame la fe y que vea en todo la posibilidad de agradarte con mis obras, que sepa vivir para Dios.

 

Predicado por:

P. Rafael

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