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P. Daniel

4 min

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¿QUIERES BAILAR CONMIGO?

No vaya a ser que Dios nos llene de bendiciones y no la sepamos reconocer. Gratitud como un rasgo fundamental del cristiano.

BUSCAR A JESÚS EN LA NORMALIDAD

Fascina ver la manera que tiene Jesús de enseñar, sirviéndose muchas veces de la normalidad, de la vida del trabajo, del comercio, de la construcción, del trabajo agrícola y del negocio.

Al ver, ésta manera que tiene el Señor de expresar ese amor profundo por las realidades humanas, podemos decir, ¡el amor extraordinario que Dios tiene por lo ordinario!

“Pidámosle a Jesús nos ayude a descubrirlo a Él, las cosas de cada día. Buscarlo en la normalidad, no esperemos situaciones extraordinarias o significativas para crecer nuestro amor a Dios y nuestra entrega a los demás”.

La materia prima de nuestra santidad cristiana es el día a día, lo actual. Por eso, es que podemos decir que, las condiciones óptimas para crecer en el amor a Dios y a los demás son las de hoy, las de cada día.

Está todo dispuesto por la Providencia Divina, para que en estas circunstancias en las que te encuentras tú y me encuentro yo, en estas circunstancias, crezcamos en la fe, la esperanza y la caridad.

El amor de Cristo por la cotidianidad, el amor de Cristo por la normalidad, son treinta años en una vida completamente normal. Incluso podemos decir, una vida de bajísimo perfil, en un pueblo pequeño de una zona perdida del Imperio Romano.

El noventa por ciento de la vida de Jesús se parece muchísimo a la vida corriente: trabajo, familia, amigos, descanso.

UNA INVITACIÓN A BAILAR

El Evangelio de hoy es un ejemplo más de lo que estamos considerando aquí.

«En aquel tiempo dijo Jesús al gentío: —¿A quién compararé ésta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza». 

Son escenas muy corrientes, en todos los pueblos existe este lugar, la plaza donde la gente se reúne, conversa, se pone al día, descansa, o simplemente pierde el tiempo.

En este caso, se trata de un grupo de niños sentados,

«Y que gritan diciendo: —Hemos tocado la flauta y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado»

(Mt 11, 16-19).

En la plaza suele haber parte de la gente que está sentada en los bancos, alimentando a las palomas… Puede aparecer también un artista que pinta… O un hombre experto en algún tipo de baile o de magia. ¡Lo que sea!

En este caso, Jesús se sirve de algo que sería corriente en una época entonces: niños que tocan la flauta, es decir, un instrumento alegre, una invitación a bailar.

Esos niños, son imagen del Dios Uno y Trino, que ha compuesto y ejecutado una música maravillosa para nosotros. Dios de alguna manera toca la flauta y ejecuta la música celestial delante de nuestros ojos, ante nuestros oídos. Fue un regalo y expresión de su amor por cada uno de nosotros.

Me acordaba de esa composición musical de Beethoven,“Para Elisa”…

Bueno, la creación, las estrellas, las montañas, el mar, los animales y nosotros mismos, es un para ti, de Dios.

QUIERES BAILAR CONMIGO

LA GRATITUD

Dios ha creado el Universo entero por amor a los hombres, por amor a nosotros.

Pidámosle al Señor que nos dé esta sensibilidad para escuchar esta música celestial en la creación, para acoger esta invitación para bailar. Y así superar el peligro de ser una generación ingrata y miope, que no quiere reconocer el don de Dios.

¡Que importante es la gratitud!

De unas palabras de Teresita de Lisieux, quién, sencillamente expresa la importancia que tiene ese corazón agradecido.

“Lo que más atrae las gracias del buen Dios, es el reconocimiento, y si le agradecemos un beneficio, queda tocado y se afana en hacernos otros diez más. 

Y si se lo agradecemos con mayor efusión aún, ¡que multiplicación incalculable de gracias! Lo tengo experimentado, probadlo y veréis. Mi gratitud no tiene límites por todo lo que me da. Se lo demuestro de mil maneras”.

Éste es un patrón común de todos los santos, un rasgo esencial de la santidad: la gratitud.

¿Cómo no pedirle nosotros al Señor, con ocasión de este Evangelio de hoy?

“Señor, que nosotros al escuchar esta música preciosa que has compuesto y escuchado para nosotros, para cada uno de nosotros, para mí, sepa llenarme de gratitud frente a Tus dones».

Decíamos que la creación, una primera invitación a bailar con Dios. Luego una segunda obra maestra divina: >la Encarnación.

El tiempo de Adviento, es un tiempo precioso de preparación para precisamente celebrar a este Dios que se hace hombre, se pone a nuestra altura.

Hay que hacer silencio en el alma para entrar en Belén, y así poder bailar al Niño. Sumarnos a la alegría de los ángeles, de los pastores y, sobre todo, de María y José.

QUIERES BAILAR CONMIGO

PRESENCIA MISTERIOSA Y REAL

Una segunda invitación a alegrarnos ante el don inmenso que Dios nos hace, ya no sólo al crear el Universo, sino Él, siendo el Creador, hacerse criatura.

La tercera obra maestra de Dios, como una invitación a alegrarnos, a llenarnos de confianza en la presencia misteriosa pero real de Jesús, en los sacramentos, particularmente en la Eucaristía y en la Confesión.

Presencia real de la misericordia de Dios en el sacramento de la Confesión, donde nuestras manchas,  nuestros pecados desaparecen de la mente de Dios,  y nos llenamos de alegría.

De alguna manera, somos nosotros quienes entonces, al arrepentirnos en el Sacramento, tocamos en la flauta una música que alegra profundamente el corazón de Dios.

«—¿A quién compararé esta generación?, dice el Señor. Por ejemplo, a estos niños que gritan diciendo: —Hemos tocado la flauta y bailado; hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado». 

También sepamos llorar nuestros pecados. Sobre todo, quizá en ésta línea, nuestra ingratitud. ¡Cuántos dones de Dios que hemos recibido, que has recibido tú, que he recibido yo, y simplemente pensamos que nos los merecemos!

Se nos olvida decir: “—¡Gracias, Señor, qué bueno eres conmigo y cuán grande es tu amor, inmensa tu misericordia!”


Citas Utilizadas

Is 48, 17-19

Sal 1

Mt 11, 16-19

Cita de santa Teresita de Lisieux

Reflexiones

Señor, ayúdame a tener un corazón agradecido y sensible a las gracias que derramas a diario en nuestras vidas.

Predicado por:

P. Daniel

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