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P. Luis Andrés

5 min

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JESÚS SE HACE CHIQUITO

El relato del evangelio de hoy nos cuenta la escena de los discípulos discutiendo por cuál es el más importante del grupo. Meditamos sobre el consejo de Jesús de hacernos pequeños.

JESÚS NOS ENSEÑA

Hoy, el evangelista san Marcos nos dice lo siguiente:

“En aquel tiempo Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea. No quería que nadie se enterase porque iba instruyendo a sus discípulos.”

(Mc 9, 30-31).

Esta primera frase del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús acompañado de las personas que quieren aprender de Él. Por eso, es muy actual: nos está incorporando a cada uno de nosotros que, ahora mismo Señor, te estamos oyendo. Somos de esos discípulos tuyos que junto contigo atravesamos Galilea. Es decir, vamos hacia donde Tú vas.

Y como dice: “…no quería que nadie se enterase porque iba instruyendo a sus discípulos.” Esa discreción con la que actúas Señor y que, efectivamente, sin grandes protocolos, ahora mismo, mientras cada una de las personas escucha este audio, va siendo instruido por Ti…

La gente estará haciendo las cosas de su casa, yendo en su carro, cambiándose, en distintas ocupaciones y algunos efectivamente, exclusivamente dedicando este rato para rezar.

Bueno, y en esa instrucción, les decía:

“El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán y después de muerto a los tres días resucitará.”

(Mc 9, 31).

“Esta ciencia que Tú has tenido, Señor, porque eres Dios, que te permitía conocer el futuro.”

Yo no sé si nosotros agradeceríamos tener esa ciencia. Personalmente creo que no. Mejor es vivir esperanzados en que el futuro va a ser bonito y bueno antes que saber que mañana martes a las tres me muero, ¿no?

Dice en el evangelio, que no entendía lo que decía y les daba miedo preguntarle. Pues… nos puede pasar también: esa dificultad para ir captando lo que Tú esperas de mí, Señor. Y esa falta de sencillez, les daba miedo preguntarle. Que no me pase Jesús.

El soltarme y el decirte a veces no te entiendo ¿me lo puedes decir un poco más claro?” O tener la sencillez de ir a preguntar a quién puede estar un poco mejor formado y me puede orientar.

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INCREDULIDAD

¿QUIÉN ES EL PRIMERO?

“Llegaron a Cafarnaúm y, una vez en casa, les preguntó: -¿De qué discutíais por el camino? Ellos callaban, porque en el camino habían discutido quién era el más importante.”

(Mc 9, 32-34).

Siempre contrasta que, mientras tú les estás diciendo a tus discípulos Señor, que sabes Tu futuro y que sabes que te van a matar, ellos, mientras tanto, estén hablando de quién es el más importante. Sí contrasta y llama la atención.

Pero me llama la atención más tu reacción, Señor, dice:

“Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: -Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” (Mc 9, 35).

O sea ¿te has olvidado de Tu futuro? Por el cual dijiste que:

“…el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán.”

(Mc 9, 31)

¿Te has olvidado de eso? Te ocupas, Jesús, de lo que se ocupan tus discípulos.

Entonces, te has echado a Tú espalda tu propia muerte y te concentras en lo que a ellos les preocupa…:

“Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: -El que acoge un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.”

(Mc 9, 35-37).

Como digo, Tú, Señor, te has olvidado del futuro que se te viene encima y que has compartido con tus mejores amigos y sin embargo, les he entrado por un oído y les ha salido por el otro.

A ti que te debería corresponder el lugar más importante de todos, porque eres nuestro creador. Sin embargo, Tú vives lo que nos acabas de decir: Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos…

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LA CONSAGRACIÓN

Pensemos en la misa: cuando el sacerdote extiende las manos sobre un trozo de pan y un poco de vino, en el altar. Tú, Jesús, bajas sobre ese altar, por ese gesto de las manos y por las palabras que pronunciamos los sacerdotes. Tú, el más importante, ahí estás obedeciendo a un sacerdote.

Que incluso, puede ser un sacerdote indigno, lamentablemente. Pero igual obedeces y bajas sobre ese pan y sobre ese vino y te haces presente. ¿Cómo qué? Como el más pequeño de todos, de todos los que están ahí en la misa: habrá gente mayor o gente joven, habrá algún enfermito o incluso algún loquito, pero Tú te haces una cosa.

Y si ahí en el templo, hay un bebé que está en los brazos de su mamá y llorara, porque tiene hambre o porque se asustó, porque está aburrido… Pues, efectivamente, todos en la Iglesia van a sentir ese llanto y alguna persona puede reaccionar incomodándose.

Pero ese bebé se está haciendo notar, en ese momento más que tú, realmente presente en la hostia consagrada. Tú, Señor, te callas mientras el bebé puede llorar a gritos.

Podemos decir que te anonadas -está es una palabra de san Pablo- te inclinas, te ocultas y hasta para entrar en nuestro cuerpo tienes que ser llevado por las manos del sacerdote.

Entonces vemos esa realidad: al Todopoderoso que se hace una cosa… Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos.

Vamos a intentar recuperar ese asombro, cada vez que vayamos a la santa Misa. Si asistimos con devoción, si comulgamos bien vamos a salir de la Iglesia asombrados de cómo Dios se empequeñece. Que será para nosotros el mejor ejemplo de cómo yo me debo conducir.

Que no es inseguridad, no es con apocamiento es simplemente poniéndome en mi lugar, que es detrás de Dios y detrás del prójimo. Y no voy a admitir, desear, aparentar, brillar, sino cuidar y atender a los demás.

Vamos a vivir ese asombro que el Papa nos pide: asombro eucarístico, como Dios se baja.

Que la Virgen María nos ayude a imitar a Jesús en este anonadamiento, ser el más pequeño, para ayudar a Dios a cuidar a los demás.


Citas Utilizadas

Ec 2, 1-13

Sal 36

Mc 9, 30-37

Reflexiones

“Señor, ayúdanos a recuperar ese asombro eucarístico para recibirte mejor en nuestro corazón y así poder imitarte y ayudarte a cuidar y servir a los demás.”

Predicado por:

P. Luis Andrés

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