HOMBRES DE ORACIÓN
Estos diez minutos con Jesús, que en principio deberían ayudar a profundizar en tu trato personal con el Señor, no pretenden otra cosa que efectivamente hagamos oración.
Cuánto insistió Jesús en la necesidad de ser hombres, mujeres y almas de oración. ¡Cuánto han insistido los santos a lo largo de la historia!
Se me viene a la cabeza san Josemaría, cuando en uno de sus primeros documentos escribía, en 1934:
“Si no sois de los chicos de san Rafael, hombres de oración, habréis perdido el tiempo”.
‘Chico de san Rafael’ se refiere a la labor apostólica de la Obra con gente joven. Pero todos somos jóvenes, aunque llevemos ya bastante kilometraje sobre esta tierra.
El corazón se hace joven en la medida que ama. Y quién más nos enseña a amar, de quién más podemos amar, y sobre todo, quién más nos ama es Jesús de Nazaret. Es Dios nuestro Señor hecho hombre.
Y nos hacemos jóvenes en la medida en que tratamos al Señor. Por eso es que hay gente muy mayor -conozco una de noventa y tres años-, que a pesar de estar paralítica desde hace trece años, tiene el corazón joven…
Porque hace oración, trata a Jesús, tiene esperanza de encontrarse con Él tras el umbral de la muerte. Y también porque hace mucho apostolado, procurando acercar a sus amigas, amigos y parientes al Señor.
JÓVENES Y DESPABILADOS
Y también conozco gente joven de edad que son viejos por dentro, es una pena muy grande, pero es un hecho. No tienen ideales, viven para el fin de semana o para resolver, según la ley de los mínimos, sus obligaciones escolares o universitarias. Para pasarlo bien, para entretenerse…
Pero parece que no tuvieran ideales, o no tuvieran un proyecto grande de vida. Parece que se hubieran olvidado de lo que significa amar. Y por eso es que van tristes, como el joven rico del Evangelio.
Pero hay gente buena y gente que habría que despertarla simplemente. Como un gran atleta que está dormido. Y si lo despertamos, resulta que se despabila y al poco rato está batiendo récords.
¿Cuánta gente joven está dormida? ¿Cuánta gente joven hay que despertar para que hagan de su vida algo que verdaderamente vale la pena? (…)
Y el ideal por el cual vale la pena vivir y morir es Cristo, nuestro Señor. Por el amor de Cristo somos felices. El amor de Cristo es contagioso, nos lleva a hacer felices a los demás.
NO USÉIS MUCHAS PALABRAS
Pero todo está muy relacionado con el tema del Evangelio de hoy, tomado de san Mateo.
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: —Cuando recéis no uséis muchas palabras como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos. Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis».
«No uséis muchas palabras». El Señor nos está invitando a hacer una oración silenciosa en cuanto a palabras, pero muy elocuente en cuanto a un encuentro de corazones: el de cada uno de nosotros con el Suyo
Entonces se da la intimidad con Dios. Y le contamos nuestras cosas, que las sabe, pero que nosotros necesitamos que las conozca directamente desde nuestra propia vida. Nos hace bien contarle nuestras cosas al Señor.
Nos hace mucho bien hablarle de lo que estamos pasando, quizá un estado de ánimo especialmente alegre y esperanzado. O quizás no… O estamos en la más plena normalidad. Sea lo que sea, hablar con el Señor.
HABLAR CON DIOS
Contarle nuestras cosas es parte fundamental de la oración, pero no es la más importante. Lo más importante es mirarlo a Él. Es poner nuestra mirada en Cristo, sobre todo a partir de los evangelios y contemplar al Señor… Para así dejarnos abrazar, fascinar, envolver y atrapar por su tremendo atractivo humano y divino…
Entonces, ¿a qué vamos a la oración sino a mirar al Señor? Te puedes hacer esta pregunta, que también me la hago yo: ¿qué imagen tengo de Jesús de Nazaret? ¿Con cuánta nitidez capto el rostro amabilísimo del Señor? ¿Se ha ido forjando en mi alma ésta percepción del corazón de Cristo? (… )
O por el contrario, (¡ojalá no!) ¿si Jesús es una figura lejana, con una silueta, que se puede reconocer a cierta distancia, pero que en el fondo no es más que un elemento decorativo en el paisaje….?
¿Qué lugar ocupa Jesús en tu vida real? ¿Cuánto te acuerdas de Él? ¿Cuánto lo echas de menos, si es que te has alejado? ¿Con qué afán lo buscas? Como esa mujer que perdió la dracma y revuelve, por así decir, la casa entera, lava y mueve los muebles y debajo de las camas se agacha hasta encontrar la dracma perdida…
ORAR PARA NO CAER EN TENTACIÓN
¿Cómo buscamos al Señor? ¿Con sed? ¿Con hambre? Que evidentemente no se trata de una sed y un hambre física, pero sí quiero encontrarte, Señor. Cada día que hago oración voy a tu encuentro y hasta que no me encuentre Contigo, no descanso.
Y éste es el camino corriente para los cristianos, todos los bautizados, hombres y mujeres, trabajadores manuales, intelectuales, dueñas de casa, el trabajo profesional donde estemos, donde vivamos… Jesús quiere entrar en nuestra vida, no lo dejemos en el antejardín.
Me parece que, no hacer oración mental todos los días, quince minutos por lo menos, es dejar a Cristo en la puerta de entrada.
Y pueden decir: —No, padre, pero es que yo rezo el Santo Rosario. Pues maravilloso, porque mientras más devoción a la Virgen mejor.
Pero si le preguntaras a la Virgen, ¿qué es lo que Ella más quiere de ti? ¿Qué es lo que más espera de ti? Seguramente escucharás que la Virgen te dice: —Que quieras a mi Hijo.
¿Y cómo podríamos querer a Jesús si no lo tratáramos personalmente? ¿Cómo podríamos querer al Señor si no lo contemplamos personalmente? ¿Cómo podríamos llegar a tener una intimidad profunda con Él, y vivir por Él y para Él y con Él, si no pusiéramos éste medio tan profundo y sencillo, que es la oración mental? (…)
«Orad para que no caigáis en la tentación»
(Mc 14, 38).
El Señor no especifica en cuál o cuáles, porque caemos en todas si no fuéramos hombres y mujeres de oración.
Y haciendo oración, por el contrario, podemos superar todas las dificultades. La oración es omnipotente.