Es marzo, y el día 19 celebramos a un gran santo, tal vez EL GRAN SANTO: san José (este año se traslada al día 20 por coincidir en domingo).
Y con ocasión de este día, me puse a pensar en el recorrido que tuvo que hacer san José, desde que se desposó con María, hasta que aceptó la voluntad de Dios. Y digo, ¡wow! Qué gran sacrificio de amor puro que tuvo san José.
Volvamos en el tiempo
¿Por qué? Se preguntarán… pues, porque pensemos por un momento que vivimos en tiempos de Jesús, bueno, un poco antes de que nazca. Visualicémonos ahí… (por cierto, les recomiendo esta hermosa película si necesitan ayuda para imaginar estas escenas, pueden encontrarla en Netflix).
Vemos a san José, un joven honesto y trabajador, está tan emocionado porque se va a casar con María, una mujer buena y seguramente bellísima del sector. ¿Cuántos se habrán querido casar con ella? Y fue José el que pudo conquistarla… ¡Qué motivo tan grande para estar feliz!, su boda… pero, un momento, María dice que debe irse, lejos, a donde una prima, que san José no conoce, porque está embarazada y necesita de su ayuda.
La Virgen viaja
¿Tres meses? Así le ha dicho María, se va tres meses a donde su prima Isabel. Ay, eso atrasará un poco la boda, pero es por una buena causa. Y José espera, cada día con emoción, que pase, hasta que se cumplen los tres meses, y María regresa. Yo me lo imagino así, en los evangelios hay escasas referencias de san José.
Entonces la va a recibir, esta tan feliz de verla. Y cuando la ve bajarse del burro, se da cuenta que ha engordado un poco, que se ve un poco diferente, bella igual, pero parece que brilla y emana más belleza…
Y entonces, María le dice que deben conversar. Que tiene algo importante que decirle… ¿qué puede ser tan importante?…
La calidad humana de san José
Salgamos un ratito de la escena. Pensemos en José, muchos de ustedes tal vez son casados, o están ennoviados. Piensen, ¿cómo le dijo María lo que estaba pensando? ¿Qué palabras habrá usado la madre de nuestro Señor? ¿Con qué susto habrá dicho: «estoy esperando un niño» y (obviamente) no es tuyo?
Es ahí que vemos la verdadera calidad humana de san José, su santidad que fue tentada en ese mismo momento. ¿Cómo se habrá sentido? ¿Traicionado? ¿Frustrado? ¿Celoso? ¿Enfurecido? Pues exactamente no lo sabemos, lo que sí sabemos es que no quiso hacer daño a María. Imaginen que es eso lo que más le preocupó, que María no sufra, y no dijo a nadie lo que estaba pasando, sino que quiso dejarla en silencio.
¿Y si fueras tú?
¿Habrías hecho tú lo mismo?
Es que san José se sacrifica desde antes de saber que era el padre adoptivo de Dios. Prefiere sufrir en silencio, sin hablar mal de María, sin que nadie sepa lo que estaba pasando, y tal vez siendo él el malo de la película, porque a los ojos de todos, él la abandonaría.
Sufrir en oración
¿Cuántas veces se nos hace imposible sufrir en silencio? Tenemos que gritar a los 4 vientos las maldades que hemos vivido, los desaires y las injusticias, y nos hacemos víctimas en los ojos de los otros. Cuando deberíamos aprovechar esos momentos para encomendarnos a san José, y pedirle que interceda por nosotros, que hagamos oración con esas injusticias y que busquemos el sacrificio de amor.
De regreso a nuestra historia
Y bueno ahora regresemos a la historia. ¿Y María? Yo me la imagino preocupada, sin poder dormir, caminando por su casa, pensando en José. Porque, el verdadero castigo de estar embarazada sin marido era la muerte. Pero me gusta imaginar a María conociendo tanto a José que sabía que él no la entregaría a la justicia, sino que guardaría su secreto.
Y José, de repente, se encuentra con un mensaje de Dios, sabemos que le dio susto, porque le dicen «no temas»…
Con brazos abiertos
Conocemos que José recibe el mensaje de Dios con brazos abiertos. Y conoce la realidad, lo que conocemos todos. Y ahí se vive el SÍ de José.
Es que mucho hablamos del sí de María, pero, José también dijo sí. No se le impuso ser el padre de Dios, sino que tuvo también libre albedrío de decidir, y sabiendo lo difícil que sería, dijo sí quiero.
Un sacrificio grande, porque nuestro santo iba a tener que sacrificar su vida entera por el bienestar de Jesús y de la Virgen María.
Patrono de la buena muerte
No sabemos mucho más de san José, en las escrituras «desaparece» para cuando comienza la vida pública de Jesús.
Asumimos que muere en compañía de la Virgen y de Jesús, por eso lo conocemos como el patrono de la buena muerte, pero podemos estar seguros de que vivió una vida de sacrificio de amor, una vida llena de alegría y de protección. Trabajando todos los días por su familia, y cuidándola siempre.
Patrono de los padres de familia
San José también es patrono de los padres de familia, quienes sacrifican sus vidas en silencio todos los días. Trabajan, muchos con poco descanso, para llegar a casa con sonrisas y disfrutar de sus hijos; padres que trabajan con sus manos y sus pies, que conocen el agotamiento físico, pero que lo hacen con sonrisas en las caras porque saben que su trabajo descansa, viste, alimenta y abraza a sus hijos.
Que Dios, por medio de la intercesión de san José, bendiga siempre a todos los padres, especialmente al mío y al padre de mis hijos.
¡Qué viva san José! El gran santo de Dios que permitió nuestra salvación.