Hoy es lunes de la 5° semana de Cuaresma, la liturgia nos presenta una lectura que daría para una buena película, incluso echándole agua a los frijoles, te daría para una serie con unos seis capítulos…
Es la historia de Susana, una mujer doblemente hermosa. Hermosa de cuerpo y hermosa de alma, llena de virtudes.
Estaba casada con un hombre rico llamado Joaquín, y ambos vivían en Babilonia, tenían una casita y ahí al lado de la casa, una hermosa huerta.
EL JARDÍN DEL EDÉN
Era un huerto que nos recuerda el jardín del Edén, donde vivieron nuestros primeros padres: Adán y Eva.
Adán y Eva, como Susana y Joaquín eran el uno para el otro, hombre y mujer que descubrían en sus propios cuerpos la vocación al amor, a la entrega, a ser el uno para el otro.
El amor matrimonial llamado a durar toda la vida, a fundar una familia. La familia, el ámbito que todos necesitamos para crecer sanamente.
En la familia es donde nos ven crecer desde niños, de jóvenes, y vamos comprendiendo con ayuda de nuestros padres, de los abuelos, de los hermanos, vamos comprendiendo el mundo, vamos entendiendo cuáles son los verdaderos valores.
Y también nos damos cuenta de lo que permanece: “del amor de Dios.” Porque esa comunión que se da en la familia, que nace de esa atracción inicial del hombre y la mujer, pues es una imagen de la comunión eterna de Dios.
Y después de este mundo, iremos a esa comunión eterna con Dios, pero ya desde ahora tenemos una imagen de esa comunión que nace de ese don inicial.
Y todo comienza por el cuerpo, en ese cuerpo Adán y Eva descubren la vocación al amor.
Ellos al principio estaban desnudos y no sentían vergüenza, sentían un deseo hacia la otra persona a partir de su cuerpo, un deseo que los llevaba a la donación y a la comunión.
Pero entró el pecado en el mundo, y con el pecado entró un desorden en el deseo, que es la “concupiscencia”.
La concupiscencia, es un deseo desordenado de disfrutar de la otra persona, de usarlo para el propio deleite.
Por eso nuestros primeros padres, después del pecado “se cubrieron”. Nace así el pudor, como un modo de proteger la propia intimidad.
LA CONCUPISCENCIA
Cada uno que ha nacido después, nace con la concupiscencia, y cuando uno se deja llevar por ella, se hace daño.
Es una ruptura interior que hace daño, y hace daño a los demás también, una persona que se deja llevar por la concupiscencia, se vuelve especialmente tonta, no valora las cosas adecuadamente, y aquí es donde continuamos con nuestra historia…
Porque Susana era una mujer como decíamos, con virtudes, era pudorosa, se cubría, no andaba exhibiéndose a pesar de ser muy hermosa.
Tendría esa tentación de querer exhibirse, pero no lo hacía porque ella se guardaba para su marido.
Pero a pesar de eso, un par de señores la veían con ojos lujuriosos cuando se paseaba por la huerta, y leemos en la primera lectura del lunes de la 5° semana de cuaresma, del libro de Daniel:
“Hacia el mediodía, cuando toda la gente se había retirado de la huerta, Susana entraba a pasear en la huerta de su marido. Los dos viejos, la veían entrar y pasearse diariamente, y se encendieron de pasión por ella. Pervirtieron su corazón y cerraron sus ojos para no ver al cielo ni acordarse de lo que es justo. Un día mientras acechaban el momento oportuno, salió ella como de ordinario con dos muchachas de su servicio, y como hacía calor, quiso bañarse en la huerta. No había nadie allí, fuera de los viejos que la espiaban escondidos. Susana dijo a las doncellas: «Tráigame jabón y perfumes y cierren las puertas de la huerta mientras me baño.» Así que se quedó Susana sola en una situación bastante vulnerable, de tal forma que salieron estos viejos del escondite y la amenazaron: «Entrégate a nosotros o te acusaremos de que estabas con alguien más, y por eso despediste a las doncellas.»
(Dn 13, 1-9.15-17.19-20)
LA PASIÓN LOS CIEGA
Ya ves, cómo la concupiscencia cuando domina la mente y el corazón de una persona pues la hace tonta, la hace incluso mala.
Estos hombres quieren abusar de ella y son capaces de llegar a esta amenaza tan ruin.
¿Y por qué es una amenaza ruin? Porque además de calumniarla, de decir algo falso de ella, que la iba a llevar a la muerte, porque la pena para una adúltera era morir apedreada.
Y esos hombres dicen: “o te entregas a nosotros o vas a morir”. Esa es la alternativa, estos hombres se convierten en asesinos, están dispuestos en convertirse en asesinos, porque la pasión los ciega.
Viste qué bonito lo dice:
“Se dejaron llevar por el deseo, pervirtieron su corazón, y cerraron sus ojos para no ver al cielo, ni acordarse de lo que es justo.”
Ellos eran hombres con experiencia, hombres que habrían hecho oración alguna vez, que sabían que era lo bueno, pero al sentir este deseo, dejaron que el deseo se apoderara de ellos y no quisieron acordarse de lo que es justo, ni mirar al cielo, ni pedir ayuda…
Todos, -como decíamos hace un rato- tenemos la concupiscencia, todos tenemos que cuidar lo que miramos, decía un santo:
“No es bueno ver lo que no es lícito desear.”
No es bueno ver todo lo que aparece enfrente de nosotros, porque se puede despertar ese deseo y cuando se despierta ese deseo, pues “rectificar”, apartar la mirada y pedirle ayuda a Dios.
Acordarnos de lo que es justo para que Él nos ayude y podamos superar esos malos deseos que todos podemos experimentar.
PONERNOS EN SUS ZAPATOS
Susana, -imagínate, ponte en sus zapatos- ella se está diciendo: o accedo a las peticiones de estos hombres o voy a morir.
Además, voy a morir en la vergüenza, voy a humillar a mi marido, voy a humillar a mi familia, van a pensar mal de mí y además me van a matar. ¡Y qué dolor morir de esa manera!
¿Qué habrás hecho tú? Decíamos que Susana, además de ser hermosa en el cuerpo, era hermosa en el alma, tiene virtudes y por eso les había dicho a sus doncellas: “Vayan a cerrar la puerta, cierren la puerta para que no entre nadie y me vea.”
Pues, Susana lanzó un gemido y dijo:
«¡No tengo ninguna salida, si me entrego a ustedes será la muerte para mí, si resisto no escaparé de sus manos, pero es mejor para mí ser víctima de sus calumnias, que pecar contra el Señor!”
(Dn 13, 22-23)
Así que ella acepta que estos hombres la calumnien, que digan que estaba con otro hombre y sufrir lapidación, sufrir la muerte en vez de pecar.
¡Antes morir que pecar! Así han dicho los santos desde siempre y yo quisiera también tener esa aversión al pecado, tan clavada en mi alma.
Se lo pedimos a la Virgen al terminar nuestro rato de oración, ya no podemos terminar la historia, pero yo te animo a que si te interesa la busques.
Acudimos a la Virgen para que ella nos ayude a tener esta aversión al pecado que tenía Susana, que estaba dispuesta a sufrir la muerte, antes de pecar.