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P. Juan Carlos

6 min

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SÁBADO SANTO. SILENCIO

La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en oración y ayuno su resurrección.

MOMENTO DE CONVERSIÓN

«El Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte. Su descanso, su descenso a los infiernos, esperando esto con oración»

(Circ 73).

Es el día del silencio y la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Las campanas se callan. Los instrumentos también.

Estamos ensayando el Aleluya, pero en voz baja, porque es un día para profundizar, para contemplar. El altar está despojado, el Sagrario abierto y vacío.

La Cruz sigue entronizada desde ayer. Está central, iluminada con un paño rojo, con un laurel de victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.

Es el día de la ausencia. Jesús ya lo había dicho:

«Un día les será arrebatado el esposo». 

Es un día de dolor, de reposo, de esperanza, de soledad.

El mismo Cristo está callado. Él es el que es el Verbo. Él que es la Palabra, está callado.

Y después de su último grito de la cruz:

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Ahora, Él calla en el sepulcro. Descansa. Dijo:

«Consumado está. Todo se ha cumplido».

Pero este silencio se puede convertir en una plenitud de palabra. Es elocuente, o sea, nos habla mucho.

El anonadamiento de Jesús resplandece aquí el misterio de la cruz. Y nosotros, como es lógico, queremos entender un poco más.

UN SILENCIO QUE CONMUEVE

Recuerdo, hace años estaba en Roma y el prelado del Opus Dei hacía esa reflexión, del silencio del Sábado Santo, que es un silencio que nos tiene que conmover.

Un silencio que tenemos que acompañar, que nos puede venir muy bien buscar a María Santísima, como seguramente lo hicieron varios de los discípulos después de la muerte ignominiosa en la cruz y su desbandada.

Habrán vuelto uno y otro a buscar a la Madre de Jesús, para estar primero con ella, para reconfortarse, y también para acompañarle en su propio dolor. 

Y recuerdo que, cuando nos decía esto, éramos en ese instante un montón de personas los que escuchábamos, tal vez más de mil… Estábamos todos como tocados por esa misma fibra de dolor.

Estábamos todos en Roma, y habíamos acompañado al Papa a rezar el Viacrucis del día anterior. Y esa reflexión, de buscar la presencia de la Madre, al menos a mí, me ayudó mucho e intento volver sobre ella cada año, en esta fecha.

SÁBADO SANTO. SILENCIO

ACOMPAÑAR A MARÍA

Por eso, Señora, a ti acudimos hoy, Virgen María. Nos hemos portado mal porque hemos huido tantas veces de la Cruz de tu Hijo.

Tantas veces no nos hemos acercado a Ti, más bien nos hemos distanciado por nuestros pecados, por nuestra fórmula de procrastinar, de dejar pasar el tiempo y no buscarte.

Y ahora, cuando viene el momento duro de la prueba, pues no sabemos dónde más ir, dónde más estar. Y por eso vamos a ti, Madre.

Igual que pasó en la escena que describe el libro de Job, cuando los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron como mudos, dice el libro, atónitos en su inmenso dolor.

Y cuenta que, se sentaron en el suelo junto a él durante siete días y siete noches, y ninguno le dijo una palabra porque veían el dolor de Job.

Nosotros queremos estar al lado tuyo también, Señora, porque en este dolor tan grande nos das ese aliento de seguir.

Pensaba en mi oración de estos días también. Cuántas veces las cosas anodinas del día a día, nos pueden ir haciendo perder la ilusión de seguir adelante, no de hacer las cosas con renovada pasión, sino que a veces ya nos cansamos, ya nos resulta un poco más pesado… Entonces evitamos estar con los demás o buscamos distractores.

Y el Sábado Santo es un excelente momento para pensar en esto también, Señor. Pues no, yo quiero volver a tomar mi puesto, igual que el día de guardia que se encuentra listo.

LA GUARDIA DE NUESTRO SEÑOR

Esto ya lo he contado en alguna otra meditación, pero una de las cosas que me pasó cuando recién me ordené sacerdote, se enfermó un sacerdote mayor y me mandaron a una basílica romana para confesar.

Y entonces yo iba con esas ganas, no de que era un sitio bastante especial, sabía que iba mucha gente, o al menos en Roma, se sabía que ahí siempre se confesaban todos los días.

Estuve toda la mañana sentadito en el confesionario de este buen sacerdote que estaba enfermo, y no llegó nadie… ¡no llegó nadie!

Recuerdo haber vuelto ese día a verle -a este sacerdote-, y le decía: —No vino nadie a verte, o no sé si la gente se dio cuenta que estaba yo, y no quiso entrar.

Y él me dijo (este sacerdote que ya está mayor), que muchas veces, él había pasado en ese confesionario haciendo la guardia de nuestro Señor sin nadie vaya a confesarse.

Y a mí, esto siempre me ayuda, porque la valentía de este hombre que hace la guardia -igual que el soldado que está afuera del palacio haciendo guardia, aunque no pase absolutamente nada fuera-, pero su Señor está protegido.

Y a mí me parece que es lo que también muchas veces nos tiene que venir a la cabeza: ¡Hay que estar de guardia! Estar de guardia por la familia, por nuestros amigos y por las cosas que realmente nos importan.

Muchas veces implica pasarse mucho tiempo sin hacer nada divertido. A veces es trabajar, aunque ya no tienes ganas, o quedarte en silencio al lado de la persona que sufre, así como hoy intentamos hacer con María.

SÁBADO SANTO. SILENCIO

HIJOS DE DIOS

“Estamos al lado tuyo, Señora, para acompañarte en este momento de dolor, porque no hay nada más que hacer”. 

Cada uno de nosotros puede y debe unirse a este silencio de la Iglesia. Y al considerar que somos responsables de la muerte de Jesús, nos esforzamos para que también guarden silencio nuestras pasiones, nuestras rebeldías, todo lo que nos aparta de Dios, pero sin estar meramente pasivos.

Es una gracia que Dios nos concede cuando se la pedimos delante del cuerpo muerto de su Hijo… Cuando nos empeñamos por quitar de nuestra vida todo lo que nos aleje de Él. 

Sábado Santo. No es una jornada triste. El Señor ha vencido al demonio y al pecado, y dentro de unas pocas horas vencerá a la muerte con su Gloriosa Resurrección.

Nos ha reconciliado con el Padre Celestial. ¡Ya somos hijos de Dios!

Es necesario que hagamos propósitos de agradecimiento, que tengamos la seguridad de que superaremos todos los obstáculos, sean del tipo que sean.

Eso sí, si nos mantenemos bien unidos a Jesús por la oración y los sacramentos, y si acudimos a nuestra Madre, la Virgen, para que nos ayude en este empeño.

ACERCARNOS A JESÚS

Todos sabemos que el mundo tiene hambre de Dios, aunque muchas veces no lo sepa. La gente está deseando que se le hable de esta realidad gozosa y para eso estamos los cristianos. Para eso estamos tú y yo.

Estos días he hecho un experimento simpático, porque en una radio me ofrecieron hacer un pequeño clip, en donde digo que por esta Semana Santa, las personas que quieran me escriban, a mi cuenta de Instagram, que es: @p.juancarlosv

Y a todas las personas que me han escrito, les he mandado un kit para que se acerquen más a Jesús.

Durante estos días me han escrito cientos de personas. ¡Es increíble la sed de Dios que hay en todas partes!

Que busquemos fórmulas creativas o no tan creativas, pero sí constantes para acercar a mucha gente a Dios.

Vamos a terminar este rato de oración, acudiendo de nuevo a nuestra Madre, la Virgen.

Señora, queremos acompañarte en este Sábado Santo para prepararnos de la mejor forma a la Vigilia Pascual y de esta forma tener siempre a Cristo en nuestras vidas y llevarlo a los demás.


Citas Utilizadas

Ex 14, 15-15, 1

Gn 1, 1-2, 2

Sal 103 o Sal 32

Mt 28, 1-10

Circ 73

Jb 2, 13

Reflexiones

Señora, que me sientas a tu lado, quiero acompañarte en tu dolor.

Que sea tu consuelo, tu compañía y mi corazón te sirva para guardar tus lágrimas.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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