Hace poco leí una leyenda escrita de un hombre que fue al monte Athos y le preguntó a un monje qué era lo más importante y este monje le dijo:
“Amar a Dios y al prójimo con todo el corazón. Aquel hombre -concluía el narrador- se propuso aprender a amar… y al cabo de cuarenta años lo logró.
Bien -me digo- yo acabo de empezar y cuarenta años son muchos años. ¡Aún me queda tiempo para aprender a amar!”
(José Miguel Cejas, Cálido viento del norte).
Señor, esta puede ser la idea para comenzar este rato de oración: aprender a amar.
Y si tengo que hacerlo en 30, 40, 50, 80 años… es más, mientras más años tenga mejor, porque si tengo solo cuarenta años, si solo me quedan cuarenta años en este mundo para aprender a amar… son pocos; en cambio, si me quedan 60, 70, 80 años… fantástico, maravilloso.
Pensaba que no hay que ir a las leyendas ni a los libros, esto ya lo dijiste Tú Jesús hoy en el Evangelio, concretamente:
“En aquel tiempo un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Respondió Jesús: “El primero es: Escucha Israel, Shemá Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.
El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos””
(Mc 12, 28-31).
HACER LAS COSAS POR AMOR A DIOS
Toda la vida ese ha sido el secreto, no hay que ir a ningún monte Athos ni nada, son cosas que Tú Señor nos has dicho y lo sabemos. Por eso siempre que nos confesamos te decimos: “Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo, yo te amo”.
Yo sé que el camino es el amor, pero Señor, en el camino se puede ir torciendo la intención; o, mejor dicho, digámoslo en positivo: en el camino se puede ir enderezando la intención (mejor decir las cosas en positivo siempre).
Por ejemplo, contaban de alguien que comenzó a construir una carretera -un ingeniero civil- y decía: “Comencé por amor al prójimo (se ve que esa carretera iba a beneficiar a una comunidad pobre, a un pueblo de escasos recursos), luego por amor propio y luego terminé por amor a Dios”.
No sé qué quiso decir con esto, pero a mí me gusta porque terminó bien la cosa; terminó haciendo las cosas por amor a Dios.
En este caso fue enderezando la intención y lo ideal es comenzar haciendo las cosas por amor a Ti Jesús y terminarlas por amor a Ti.
Me acuerdo en alguna meditación de estas de 10 min con Jesús, al comienzo del año, mencionar una oración que me ayudó mucho a comenzar el año rezando en oración que dice:
“Te pedimos Señor que te adelantes con tu inspiración a nuestras acciones y las acompañes con tu ayuda para que todas y cada una de nuestras oraciones y acciones comiencen de Ti y que las comenzadas lleguen, por medio, de Ti a su término. R/. Amén”.
Palabras más, palabras menos: comenzar todo en el Señor y terminar todo en el Señor.
EGO, AMO, TE
Además, el Señor va delante de nosotros con su inspiración y nos acompaña con su gracia; mejor dicho, tenemos todas las de ganar, todas las de ganar.
Por eso, realmente solo hay tres opciones para hacer las cosas cara al amor.
Me acuerdo de que alguna vez oí comentar a un sacerdote en una meditación y me gustó mucho como idea. Él decía: hay tres opciones: ego, amo, te.
Las he dicho por separado porque se pueden entender por separado: ego, amo, te son tres palabras en latín que traducen al castellano: yo te amo o yo amo a ti o yo te amo a ti; eso es: ego amo te.
Me puedo quedar solamente con la primera palabra: EGO yo y mis cosas y mi egoísmo y mis intereses y mi espacio y mis deseos… yo me puedo quedar conmigo mismo: EGO., solamente me puedo quedar con esa palabrita.
O me puedo quedar con la segunda palabrita también: EGO AMO. Muy bien, vamos bien, pero ¿amo qué? ¿Las cosas de este mundo, los intereses que me plantea el ambiente, será que necesito purificar ese amor que tengo?
Yo amo, sí, es verdad, yo amo, pero será que tengo que ordenar mis amores, mi amor…
O la última posibilidad es decir delante de Jesucristo: EGO AMO TE. Señor, Jesús, yo ofrezco todo mi ser, toda mi vida, todo mi haber, mi poseer, mi libertad, mi inteligencia, mi voluntad a Ti.
Y los que con toda verdad digamos esto, esta frase completa: EGO AMO TE, podremos gozar del amor de Dios plenamente en el Cielo. Es más, Él es el que va a gozar de ese Cielo porque el Cielo no es para nosotros, el Cielo es para Dios.
AYÚDANOS A AMAR
¿Quién más que Dios nos quiere amar? Él es el que tiene un deseo más grande de amarnos, por eso el Cielo es para Él porque en el Cielo ya nada lo va a separar de nosotros o a nosotros de Él.
Claro, suena un poco raro decirlo así, pero es que es verdad. Señor, Tú eres el que tiene más deseos de amarnos a nosotros y que nosotros nos dejemos amar y lo único que te impide o que nos impide, es el pecado.
Por eso en el Cielo ya el Señor va a poder amarnos en plenitud. Que nosotros nos demos cuenta de esa plenitud del amor aquí.
Ay, Señor, perdón, perdón, pero ayúdanos a amar, danos esa gracia para amar.
Lo que mueve a las obras son los deseos ¿cierto? Y lo que mueve los deseos ¿qué son? Los pensamientos.
Por eso, una muy buena estrategia es fomentar buenos pensamientos, sobre todo anclados en las Escrituras y más concretamente en las Palabras y en las Obras de Jesús.
Imagínate qué bueno poder tener los pensamientos siempre en Cristo, siempre, siempre o en las Escrituras, en las Palabras de Jesús o en los gestos de Jesús…
Si uno tiene anclados los pensamientos así, es que se le puede venir el mundo encima y no pasa nada, porque estamos en el mundo, no hay que salir del mundo; o sea, uno no tiene que apartarse del mundo.
Uno puede, incluso, si en algún momento puede llegar algún mal pensamiento contra alguna virtud, pues inmediatamente uno poder ir a Jesús y anclar en Él el pensamiento, el deseo y las obras por lo tanto ¿cierto? Que salgan actos de amor…
AMAR
Señor, ahí está el secreto, ahí está la clave: amar, pero antes de amar hay otro paso muy importante. El misterio no está solo en amar sino en dejarse amar por Dios
Ahorita lo decía con el deseo del Cielo: dejarse amar por Dios… ese es el Cielo, lugar en el que Dios nos amará y no encontrará ningún obstáculo en nuestro corazón.
Señor, danos ese amor, danos tu amor, danos un corazón que pueda amar con tu amor, danos un corazón con el que Tú quieres que queramos y te queremos Señor, queremos querer así con todo nuestro ser, con nuestros pensamientos, con nuestras palabras y con nuestras obras.
Ponemos esto en manos de nuestra Madre santa María que fue la criatura que más amó en este mundo. Todo el amor de Dios cupo en su corazón y en su alma.