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P. Juan Carlos

6 min

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PADRE PIO DE PIETRELCINA

Oración y caridad, he aquí una síntesis muy concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy se vuelve a proponer a todos.

Hoy nos acordamos de un santo muy especial, del padre Pío de Pietrelcina, un santo que llamó muchísimo la atención. De hecho, el Papa Juan Pablo II le beatificó el dos de mayo de mil novecientos noventa y nueve y lo canonizó en el año dos mil dos.
En ambas ocasiones fue extraordinaria la concentración de fieles en Roma; que ponían de manifiesto la devoción que le profesaban gentes de toda clase y condición. Aunque, claro, con predominio del pueblo más sencillo, creyente, especialmente italiano.

Ningún Papa ha ocultado su particular admiración hacia este capuchino de las llagas, que tanto bien hizo a la Iglesia desde el confesionario, desde la dirección espiritual, en la celebración de la misa, en el trato con las personas.
Juan Pablo II, de hecho, decidió que la fiesta de san Pío se celebre como una memoria obligatoria en toda la Iglesia el día 23 de septiembre, que es justamente el aniversario de su muerte.

El padre Pío fue un generoso dispensador de la misericordia divina. Se ponía a disposición de todos, a través de la acogida, de la dirección espiritual y especialmente de la administración del sacramento de la penitencia, de la confesión: el misterio del perdón de Dios.

Desde el confesionario, él atendía a muchísimas personas. De hecho, el ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos distintivos del apostolado de san Pío, atraía a innumerables fieles al sitio donde él estaba, que era el Convento de san Giovanni Rotondo.

Estuve ahí hace algunos años y llama la atención esas peregrinaciones que van a ver el cuerpo de san Pío, que se encuentra enterrado ahí. Muchísimas personas que le tienen devoción y que han encontrado en este santo un camino concreto para alcanzar la misericordia del Padre.

EL PERDÓN SACRAMENTAL

Aunque este confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, ellos tomando conciencia de la gravedad del pecado se arrepentían sinceramente y volvían casi siempre para recibir ese abrazo pacificador del perdón sacramental.

Eso quiere decir que no era un confesor fácil. Era un hombre que les decía las cosas, a veces con dureza ¿por qué? Porque quería que la gente se llegara a arrepentir realmente, se diera cuenta de la gravedad del pecado.

Ojalá que su ejemplo nos anime a nosotros, los sacerdotes, a desempeñar con alegría y con constancia el ministerio de la confesión, que es también tan importante hoy.

“Tú eres, Señor, mi único bien”

(Sal 99).

Ese es el Salmo que repetiremos en la misa con las lecturas propias de la memoria de san Pío. “Tú eres, Señor, mi único bien.” Con estas palabras, por así decir, el santo nos invita a poner a Dios por encima de todas las cosas, a considerarlo realmente como nuestro único y sumo Bien.

¿Por qué era tan fuerte el padre Pío? Porque llegaba tantas personas. Sabemos que él tenía los estigmas, que la gente decía que hacía milagros, que podía ver las almas. Hay una cantidad de cosas que parecen sorprendentes y que manifestaban la presencia de Dios en su actuar.

Pero ¿qué es lo que fundamentalmente hacía eficaz al padre Pío? ¿Cuál era la última razón de esa eficacia apostólica? Pues, la raíz profunda de tan grande fecundidad espiritual se encontraba en la íntima y constante unión con Dios. Porque pasaba horas en oración y horas en el confesionario y por eso él solía decir: “Soy un pobre fraile que ora.”

ORACIÓN Y CARIDAD

Estaba convencido de que “la oración es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Corazón de Dios” decía. Esta es la característica fundamental de su espiritualidad y que todavía continúan en los “Grupos de Oración” fundados por él y que ofrecen a la Iglesia y a la sociedad una formidable contribución de una oración incesante, de una oración confiada.

Además de la oración, el padre Pío realizaba una intensa actividad caritativa. De hecho, abrió una casa que se llama la “Casa de Alivio del Sufrimiento”. Mira esa combinación: oración y caridad.

Aquí una síntesis muy concreta de las enseñanzas del padre Pío: oración y caridad. Que hoy se vuelve a proponer para todos nosotros.

“Señor, Jesús, queremos seguir estas enseñanzas: oración y caridad. Que aprendamos a arrepentirnos realmente de nuestros pecados, que no veamos en nuestro día a día algo terrible por llevar, sino el camino que nos conduce al cielo. Esa ruta que Tú has fijado y de la que nos vamos sirviendo con las cosas buenas y con las cosas que nos cuestan un poco más, para irnos purificando y llegar al cielo.”

Esa ruta, no es una ruta triste. Al contrario, el padre Pío era un hombre feliz, contento, no salía de él esa paz. Pero una paz exigente y en el confesionario decía las cosas de forma dura, a veces, para conseguir que esas personas realmente llegaran a arrepentirse.

Una de las cosas que también hacía el padre Pío es tener dirección espiritual. Hay un caso bastante interesante que es Margharita Tresca, que era una mujer joven que quería ser religiosa, pero su familia se oponía. Entonces, durante un largo tiempo, como cuatro años, tuvo dirección espiritual epistolar. O sea, que le escribía cartas al padre Pío y el padre Pío le respondía.

NO TEMAS…

Hay una carta muy singular del 26/04/1919, que le responde el padre Pío a Margarita algunas dudas. Me parece que nos puede servir para este rato de oración, le decía:

“Hijita mía. No temas nada en relación con tu espíritu. Todo es obra del Señor; y por tanto, ¿de qué puedes tener miedo? Como consecuencia, déjale actuar, incluso cuando no sientas que debes dejarla actuar; es decir, acepta con resignación la voluntad de Dios, también cuando él no te permita una dulce resignación. Hijita mía, tú sufres y tienes motivos para quejarte. Laméntate, pues, y a gritos; pero no temas.”

(26 de abril de 1919, a Margharita Tresca, Ep. III, 219)

El historiador, que recoge estas cartas, nos cuenta que Margharita tuvo una época muy dura de silencio interior. Es algo que, a muchos santos han visto pasar en sus vidas, en que la parte de la conexión con Dios, de su vida espiritual, como que de repente, se vuelve como una noche oscura.

Y es claro, en este sentido, el padre Pío le dice ¿de qué puedes tener miedo? Deja actuar a Dios… Y me parece que, muchas veces en nuestras vidas, tenemos que responder de la misma forma, cuando las cosas a veces no funcionan como nos gusta, no nos sentimos acompañados o nos da la impresión de que Dios no está cerca.

Pues, “No temas nada en relación con tu espíritu. Todo es obra del Señor”. Estas palabras del padre Pío nos parecen que vienen también para nosotros, en ocasiones. No dudemos de Él, tengamos esa fe constante para reconocerle como nuestro único bien.
“Tú eres, Señor, mi único bien. Tú eres, Señor, lo único que busco en mi vida. Tú eres, Señor, lo que da sentido a todo.”

SEÑOR, TÚ ERES MI ÚNICO BIEN

En nuestras vidas, muchas veces, aparecerán esos momentos en los que la duda entre o nos de miedo, que acudamos lo más pronto posible a nuestro padre Dios, a través de Jesucristo, que es nuestro Mediador.

Jesucristo es el que nos ayuda a ser cada vez mejores hijos de Dios. Jesucristo es a quien nos tenemos que parecer. Y es lo que hizo el padre Pío durante toda su vida, intentó manifestar, a través de la oración y de la caridad, su amor a Cristo, a través de ver en el rostro del que sufre a quien podía atender como si fuera el mismo Dios.

A través, también, de la oración para acudir al Dios de los amores. Porque Dios, Tú eres mi único bien.

Hoy acudimos al terminar este rato de oración a nuestra Madre, la Virgen. Padre Pío también era un devoto increíble de nuestra Madre, como todos los santos. A ella acudimos hoy para pedirle que nos ayude a acercarnos más a la Cruz, a tener esa convicción de que la oración y la caridad nos acercan siempre más a Dios y nos consiguen todos sus favores.


Citas Utilizadas

1Tm 6, 13-16

Sal 99

Lc 8, 4-15

26 de abril de 1919, a Margharita Tresca, Ep. III, 219

Reflexiones

Señor, te pedimos que aprendamos del padre Pío a hacer oración y practicar la caridad con todos los que están a nuestro alrededor, para parecernos y acercarnos cada vez más a Ti.

Predicado por:

P. Juan Carlos

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