Madre mía Inmaculada que hace que celebremos la Solemnidad de la Inmaculada.
En dos días celebramos a la Virgen de Guadalupe y hoy… la Virgen de Loreto. ¡Qué maravilla, qué bueno poder celebrar siempre a nuestra Madre!
Jesús, he titulado esta meditación “la casa de la Madre” y quiero comenzar contando algo que escuché de un amigo que me contaba que en la casa de su mamá llega toda la familia.
Siempre se sienten muy bien acogidos, sobre todo, por el ama de la casa, la reina de la casa, la dueña de la casa, la anfitriona de la casa: la mamá.
Me confió este amigo de algunas situaciones que viven familiares suyos y que siempre buscan en la casa de la abuela un refugio; en la casa de esa madre, un refugio.
Y me cuenta de una prima que tiene depresión y que la familia lo sabe, la abuela lo sabe y la mamá lo sabe. Una tía que tiene Alzheimer, un sobrino que es homosexual y que su hermano es seminarista.
En las familias hay de todo Señor y no se puede excluir a nadie y una madre no excluye nunca a nadie, a ninguno de sus hijos.
Una de las hijas de mi amigo tiene el pelo teñido de verde y parece que no quiere mucho que le hablen de ir a misa y… no pasa nada, pero ahí va a la casa de la abuela. Un primo que es marihuanero…
Me contaba con gran sencillez toda la situación de su familia y que todos llegan ahí y la pasan muy bien, sienten el cariño de todos.
A LA CASA DE MARÍA PODEMOS LLEGAR SIEMPRE
Pensaba Señor que así es la casa de María, así es la casa de la Virgen, ahí podemos llegar todos siempre, en cualquier momento. Además, a cualquier hora puede uno llegar a la casa de su mamá.
Un hijo no tiene que preguntar a su mamá: “mamá, ¿a qué hora puedo llegar a la casa?” ¡No, a cualquier hora!
Es verdad que las mamás sufren un poquito cuando los hijos adolescentes comienzan a ir a fiestas y “¿a qué hora puedo llegar?”
Y cuando llegan está la mamá esperándolos y, si se hace la dormida o si parece dormida, es que se está haciendo la dormida, pero está alerta, en vela, esperando que lleguen sus hijos.
Así eres tú Madre mía, Madre nuestra, Madre del Cielo, Virgen santísima.
Hoy queremos mirar con especial cariño a la Virgen en su advocación de la Virgen de Loreto, que siempre acoges a todos.
¿Por qué te cuento esto? Porque, aunque se habla de la Virgen de Loreto como la Virgen de los aviadores, quizá lo más famoso que se conserva de esta advocación son las tres paredes de la casa de la Virgen en Nazaret; a la casa que todos podemos llegar, por eso titulé la meditación “en la casa de la Madre”.
HISTORIA DE LA CASA EN LORETO
Según la leyenda, en 1291, tras las Cruzadas en Tierra Santa, se trasladó la casa de la Virgen María desde Nazaret hasta Dalmacia (Croacia).
Se cuenta que la construcción, esas tres paredes, porque la otra se ve que era una pequeña, roca, fue llevada milagrosamente por ángeles volando y fue instalada en un bosque repleto de laurel, en latín, lauretum, por eso el nombre de Loreto.
Los pobladores, al verla, tardaron en entender cómo había llegado ahí, pero supieron que era la Santa Casa cuando la Virgen se apareció a un sacerdote que se encontraba muy enfermo y le contó el milagro.
Este sacerdote se sanó inmediatamente y extendió la historia a todo el pueblo.
Tres años más tarde, en la noche del 10 de diciembre de 1294, la Santa Casa fue nuevamente trasladada por los ángeles a la ribera opuesta del Adriático, a Italia, entre un bosque de laureles.
Tampoco esa fue su ubicación definitiva porque los ángeles la volvieron a trasladar a otro lugar, ya sin bosques, a la actual ciudad italiana de Ancona, cerca de Loreto.
Esta es la historia popular, la tradición de la Virgen de Loreto, de la Santa Casa de Loreto. Yo he tenido la fortuna de estar ahí.
Antes de regresar de Roma (donde me ordené sacerdote) pude visitar la Santa Casa de Loreto y rezar ahí muy a gusto; de rodillas mirar esas palabras escritas en la roca:
Hic verbum caro factum est,
aquí en esta casa, “el Verbo se hizo carne”.
ACUDIR A ELLA
Ahora que estamos preparando la Navidad, ahí en esa casa, en esas paredes, la Virgen recibió el anuncio del ángel.
Sí Señor, podemos quedarnos en contemplar por qué es la patrona de los aviadores (que tampoco hay que ser muy inteligente para adivinarlo), pero yo me quiero fijar más en esas tres paredes, en la casa de la Virgen.
Hoy en la primera lectura de la misa escuchamos unas palabras que nos pueden también centrar en este rato de oración:
“En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor.
Preparad los caminos”
(Is 40, 3-5).
Ese camino que Dios Padre preparó para que su Hijo viniera a este mundo, fue esa Santa Casa, sobre todo, la morada del seno virginal de su Madre, María.
Por eso, todos acudimos a ella como el refugio seguro, nuestro refugio; nuestra salvación es la Virgen. La casa a la que debemos acudir muchas veces es a la Virgen, a su protección.
Yo le tengo especial devoción a la Virgen de Loreto, entre otras cosas porque un día como hoy, mis papás se casaron, un 10 de diciembre y es el día de la Virgen de Loreto, por eso le tengo especial devoción y siempre los encomiendo a ella.
SAN JOSEMARÍA LE TENÍA ESPECIAL DEVOCIÓN
También le tengo especial devoción porque san Josemaría, el fundador del Opus Dei, en un momento de muchísima dificultad, un momento en el que tenía una zozobra interior muy grande en su alma, porque el Señor le hacía intuir que algo grave iba a pasar al Opus Dei o se tramaba en contra del Opus Dei, decidió irse a Loreto.
Él mismo lo cuenta:
“No sabiendo a quién dirigirme aquí en la tierra, me dirigí, como siempre, al Cielo. El 15 de agosto de 1951, después de un viaje ¿por qué no habré decirlo? Penitente, hice en Loreto la consagración del Opus Dei al corazón de María”.
Allí fue san Josemaría, en un momento duro, difícil para su alma, para su corazón, a ponerse de rodillas en esas tres paredes.
Quizá puso la cabeza en uno de los muros o en uno de los barrotes de la reja, ahí rezó con mucha piedad, con mucha devoción, acudiendo a la casa de la Madre, acudiendo a la Madre, ante esa necesidad que tenía.
LA MARAÑA SE DESHIZO
Don Álvaro del Portillo cuenta, años después, “la maraña se deshizo”. ¿Cuál maraña? La maraña que se tramaba contra el Opus Dei.
“La maraña se deshizo porque, cuando acudimos a la santísima Virgen, ella nos ayuda siempre. Jamás desoye una petición. Basta con que nos dirijamos a ella como lo que es, como a una Madre; y una Madre que es, además, la omnipotencia suplicante: el gran regalo de Jesús a los hombres”.
Don Álvaro del Portillo es el primer sucesor de san Josemaría que es beato, el beato Álvaro del Portillo y así lo narra, cómo siempre que acudimos a la Virgen, tenemos un refugio seguro, un puerto seguro.
Siempre estaremos seguros y contentos de recibir su mirada amorosa, comprensiva.
Hoy que celebramos esta fiesta tan bonita, entrañable, podemos pedirle a la Virgen, no un milagro tan portentoso como que las paredes de su casa vengan hasta aquí, pero sí que podemos visitarla con nuestro cariño de hijos, con nuestra oración de hijos y refugiarnos en ella siempre que lo necesitemos.
Cor Marie dulcissimum iter paratutum
“corazón dulcísimo e inmaculado de María, condúceme por un camino seguro”.
Esta jaculatoria la rezó san Josemaría en Loreto y en este momento miles de personas la rezan, la conocen y la meditan en su corazón.
“Corazón dulcísimo de María, condúceme, prepárame, presérvame un camino seguro”.
Deja una respuesta