Dios es el único que no tiene historia, porque todos los seres creados son en mayor o menor medida, seres históricos: todos nacemos, evolucionamos, algunos mueren.
Sólo que la historia de cada uno tiene un signo diferente, según el lugar que ocupen en esa jerarquía de la creación.
Unos son cosas, como: las piedras, que tendrán una historia súper sencilla, -digamos-.
Y otros, la tendrán mucho más completa, como somos los hombres.
De hecho, a medida que se asciende entre lo inerte a lo sensitivo o de lo irracional al mundo espiritual, la historia va enriqueciéndose.
DE ODIO Y DE AMOR
Esto es porque es la misma entraña del ser, por eso el hombre es el ser más histórico de todos los que pueblan la tierra.
Pero, ¿y los Ángeles? Hay, ciertamente, una historia universal de los Ángeles, “criaturas de Dios”.
Una historia que ha quedado escrita en los Libros Sagrados, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Los Ángeles nacieron de una palabra de Dios.
Pero pronto, rebeldes unos, fieles otros, se dividieron para siempre en su historia colectiva en esos dos inmensos bloques.
Unos de sombra, de odio y de amor y otros de luz y de salvación.
La inmensa mayoría de los Ángeles, espíritus puros, han quedado sin nombre y sin hazañas extremas.
Solo Dios conoce sus nombres y los papeles que cada uno de esos Ángeles hacen en este, por así decir, gran teatro del mundo.
Pero hay unos Ángeles, -muy pocos-, que tienen, además de esa historia anónima que conoce Dios, algo así como una biografía personal, y entre esos pocos Ángeles están san Miguel, por ejemplo.
San Miguel es el capitán de las huestes angélicas, está Luzbel que es contra el que lucha san Miguel, Luzbel que será luego el demonio, el satanás.
Está también san Rafael, que es el compañero de peregrinación de Tobías. Pero hay uno del que te quiero hablar hoy, que es el que ocupa un puesto preeminente, que es el Arcángel san Gabriel.
FIGURA DE VARÓN
De él, es de quien hoy vamos a comentar, porque es el que aparece en el Evangelio de hoy.
Cuando leemos
“El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José; el nombre de la virgen era María.”
(Lc 1, 26-27)
Antes de continuar con este Evangelio, me gustaría que revisemos cuáles son las otras apariciones, que hace en forma corporal el mismo Arcángel san Gabriel.
Porque al primero que se le aparecerá san Gabriel, es a Daniel; que es un profeta, -era el tercer año del reinado del Rey Baltasar-.
Y ahora encontramos a nuestro amigo, el Arcángel san Gabriel, que es enviado a Daniel, y le hace presentarse en una figura de un varón, eso le sobrecoge al profeta, que cae de bruces y espantado le contempla.
El texto dice:
“Con un estremecedor anuncio para días lejanos. Le dice: «Entiende o Hijo del Hombre: esta visión que es para el tiempo final.”
(Dn 8, 17)
Pero aún recibirá Daniel unas nuevas visitas de este celestial mensajero, de san Gabriel:
“Al iniciarse el imperio de Darío. Mientras el profeta está postrado ante Yahveh, en ayuno, saco y cenizas, al caer la tarde, rogando y confesando sus pecados y los pecados de su pueblo y presentando su oración al Señor «grande y terrible», irrumpe Gabriel en raudo vuelo y silueta de hombre, y le anuncia las setenta semanas decretadas por Dios sobre el pueblo y su ciudad santa para expiar la iniquidad, traer la justicia eterna y ungir al Santo de los santos: «siete semanas y setenta y dos semanas hasta la llegada del Mesías príncipe» (Dan. 9,1ss.)
SU ORACIÓN HA SIDO ESCUCHADA
Aquí le explica que en un tiempo determinado vendrá ya el Mesías. Esa es la última participación del Arcángel san Gabriel con Daniel.
Después de que ese plazo, -que estaba anunciado-, se cumple; el Arcángel san Gabriel vuelve a la tierra, esta vez con un perfil de un chico joven.
San Gabriel penetra en el templo de Jerusalén, y llega hasta un nuevo personaje, se trata ahora de: Zacarías.
Quien es el sacerdote de turno de Abías, desposado con Isabel, la hija de Aarón y que es prima de la Virgen María.
Y le empieza a decir a Zacarías, -que se encuentra solo en el templo-, le dice que su oración ha sido escuchada y que va a tener un hijo.
Zacarías sabe que su esposa es estéril, y que ya son los dos muy mayores, entonces, no le cree.
De nuevo este Arcángel san Gabriel, que tiene esa fuerza y se ve que es de carácter duro, le dice que se va a quedar en silencio, se va a quedar mudo, hasta que nazca -en este caso-: san Juan Bautista.
Esta es la segunda vez que vemos a san Gabriel en acción. Y en esta historia podemos ver, como frente a Zacarías, él tiene esa fuerza. Le dice: ¡Oye, te vas a quedar callado!
Cuando se presentó frente a Daniel, ¡Daniel se echó al piso! Y la segunda vez que va con Daniel, encuentra también esa actitud “reverencial”.
Fíjate la diferencia de la última presentación de Gabriel en esta tierra, que es a una jovencita de 15 años, y es el texto con el que empezamos esta meditación:
El Arcángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José; el nombre de la virgen era María. Y el Ángel entró en su casa y la saludó diciendo, «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Y al oír esas palabras ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podría significar ese saludo. Y el Ángel Gabriel le vuelve a decir: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido; concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
(Lc 1, 26-31)
¡Qué belleza! San Gabriel que ve una actitud completamente distinta a la de las otras embajadas que había tenido que hacer con Daniel o con Zacarías.
¡LLENA DE GRACIA!
Esta chica no reacciona de la misma forma, como un temor reverencial que le pasaba a Daniel; o con esa incredulidad que le pasa a Zacarías.
Lo que le desconcierta es la forma en la que le llama: ¡Alégrate, llena de gracia! ¡Llena de gracia!
Eso es una cosa que tiene una connotación muy profunda: “Llena de gracia”, o sea, que no has perdido nada de la gracia.
Yo imagino al Arcángel san Gabriel pensando: -bueno, ¿Cómo es el plan de Dios? Porque lo ha ido preparando desde hace mucho tiempo.
¿A dónde va a llegar el Hijo?, ¿Dónde se va a hacer carne Jesucristo? No es como un templo…
Hay unas palabras de santa Faustina Kowalska en este sentido, que dice:
Dios descenderá a la tierra, el Señor de los señores, el Inmortal se humillará. Pero ¿dónde descenderás, Señor? ¿Al templo de Salomón o haces construir un santuario nuevo al que piensas descender? Oh Señor, qué templo Te prepararemos, (105) visto que toda la tierra es Tu escabel? Tú Mismo Te has preparado un templo, la Santísima Virgen. Sus entrañas inmaculadas son Tu morada y se hace el milagro de Tu misericordia, oh Señor. El Verbo se hace Carne, Dios habita entre nosotros, el Verbo de Dios, la Misericordia Encarnada. Nos has elevado a tu divinidad a través de tu humillación; es el exceso de Tu amor, es el abismo de Tu misericordia. Los cielos se asombran de este exceso de Tu amor, ahora nadie tiene miedo de acercarse a Ti.
(Santa Faustina Kowalska (1905-1938) Religiosa. Diario, nº 1745 (La Divina Misericordia en mi alma, Editorial Padres Marianos, 4ª edic. autorizada Stockbridge, Massachussets 2001, p. 344)
NOS HA LLAMADO A SER TESTIGOS
Y estas mismas palabras, que decía santa Faustina Kowalska, me parece que podríamos ponerlas en boca de san Gabriel.
Porque el Arcángel se habrá quedado con el mismo susto, de ¿Cómo son los planes de Dios? Mucho más allá, que ninguna criatura creada pueda pensar.
Vamos hoy a agradecerle al Señor, porque a nosotros también nos mete en esta historia de la salvación.
Nos ha llamado para ser también testigos, de que su Hijo, Jesucristo, se ha encarnado, de que es el verdadero Dios.
Y que nos ha transmitido una cantidad de cosas para poder salvarnos, y llevar a muchísimas personas a que también le conozcan.
Hoy le agradecemos al Arcángel san Gabriel, que ha sido tan delicado con nosotros, que nos ha hecho esas tres embajadas, que han resultado fundamentales para la historia de la salvación.
Le pedimos a nuestra madre la Virgen, que sepamos también corresponder como ella lo hizo, desde el principio, con esa humildad y devoción que es impresionante.
Y que nos sigue conmoviendo a todos los que hemos conocido esta historia.
Gracias madre, por corresponder con tanta alegría a este llamado de Dios, y por acompañarnos, para que cada uno de nosotros pueda hacer lo mismo: ¡Corresponder a su llamada!
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