“Jesús se fue a su pueblo en compañía de sus discípulos, cuando llegó el sábado empezó a enseñar en la Sinagoga.
La multitud que lo oía se preguntaba asombrada ¿de dónde saca todo eso? ¡Qué sabiduría es esa que le han enseñado!”,
(Mc 6, 1-6)
Todos estaban asombrados de lo que oían. Nosotros también nos quedamos pasmados, sorprendidos y emocionados cuando escuchamos de verdad la palabra de Dios.
Tenemos que reconocer que no es fácil escucharla, muchas veces nos escuchamos a nosotros mismos, le damos vueltas a las cosas, estamos pensando en nuestro éxito, que nos vaya bien, o cómo hacer para quedar bien con los demás, estamos pensando en algo que necesitamos comprar, o cómo hacer para tener más plata, más dinero, en otras ocasiones estamos distraídos, con los vídeos que nos mandan en el WhatsApp, o navegamos en el Facebook, en el Instagram, estamos en las redes y así se nos va el tiempo.
Entonces se nos viene la pregunta: ¿Cuándo escuchas a Dios?, ¿A qué hora lo escuchas? si Dios te va a decir lo más importante, lo que debes saber, lo que te hará más feliz, si Dios se dirige a ti de un modo personal, individual, como si fueras su único hijo.
A veces te imaginas que para dirigirte a Dios, tienes que preparar algo más elaborado, más alto, más profundo y que cuando Dios te habla te dice cosas también altas, trascendentes, de mucha envergadura, pero precisamente Dios ha venido a la Tierra para hacerse igual a nosotros en todo, menos en el pecado.
DIOS NOS HABLA SIEMPRE
Dios entonces se dirige a tí de un modo sencillo, Él nos conoce bien, más que nadie y sabe perfectamente cómo decimos las cosas y cuando nos habla se pone a nuestro nivel y nos conversa de las cosas de cada día, si hemos dormido bien, si estamos comiendo, nos pregunta qué haremos hoy, qué planes tenemos con nuestros amigos, si nos gustó la última película que vimos, también nos conversa sobre nuestra salud, si estamos con alguna enfermedad, algún dolor, alguna dolencia y nos pide que nos cuidemos, que vayamos al médico cuando sea necesario.
Nunca deja de preguntarnos por los demás, cómo estamos tratando a los demás, si estamos tratando bien a nuestros seres queridos, especialmente a los de nuestra familia, a los que están más cerca de nosotros todos los días.
Siempre que acudimos a Dios para conversar con Él, nos pide que seamos mejores, que luchemos para dar cada día lo mejor de nosotros y dárselo a los demás.
Estar pendiente de los demás, querer de verdad a los demás, no hacer acepción de personas, no tener personas tachadas, que sepamos perdonar, comprender, como lo haría Jesús si estuviera en nuestro lugar.
Entonces después de haber escuchado a Dios nos pasa como a los discípulos del evangelio de hoy, nos quedamos asombrados y decimos como ellos: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado?.
LA PALABRA DE DIOS ES SABIDURÍA
Las cosas más sencillas son las de la sabiduría, aquello que nos descomplica, que nos quita los obstáculos, que nos libera y es la palabra de Dios, que penetra y cura, que nos enriquece más que cualquier ciencia o filosofía.
Los conocimientos que proceden de una elaboración humana no son nada o son muy muy poca cosa al lado de los conocimientos que proceden de la palabra de Dios.
Además Dios nos hace ver que nosotros debemos transmitir su palabra, nuestra misión no se queda en escuchar, también tenemos que comunicar y Dios nos pide que su palabra sea transmitida a todo el mundo, a todas las generaciones, a todas las personas, a los grandes, a los chicos, a los mayores y a los menores.
A los apóstoles les pide eso, que vayan por todas partes a predicar, por todo el mundo.
Una de las tareas más importantes de la Iglesia es la prédica de la palabra de Dios, se predica buscando la conversión de la gente, por eso la Iglesia es misionera y está dispuesta a ir al último rincón, al último caserío y todo lo que ha hecho la Iglesia en la historia, ir a los sitios más duros, más difíciles, más lejanos, más perdidos para llevar la palabra de Dios.
TENEMOS LA MISIÓN DE DAR A CONOCER LA PALABRA DE DIOS
Buscando la conversión de la gente, sacar a la gente de la ignorancia, que conozcan a Dios, que conozcan a Jesús, que conozcan la revelación de su palabra y la Iglesia reza siempre para la conversión de los pecadores.
Todos somos pecadores, la Iglesia reza por nuestra conversión y nosotros sí tenemos a Dios, si escuchamos las palabras de Dios y podemos llevar a Dios en nuestra vida, nos acercaremos a los pecadores para que se conviertan, o sea es un afán que crece en nuestra interioridad.
Yo también, ahora tengo que lograr la conversión de mucha gente y luchamos para poder ser buenos apóstoles y ponemos los medios para que las personas abandonen una vida de pecado y vivan en gracia de Dios.
Todos los medios que podamos poner, a través de las redes, una visita que hacemos a un amigo, un libro que le damos, lo llevamos a un medio de formación, a un retiro, en fin, hay muchos medios para despertar a la gente, despertar a las almas para que vivan con Dios.
VIVIR CON DIOS
El que no vive con Dios, está dormido.
Y podríamos decir está perdido, hay mucha gente que está como perdida y a esa gente hay que hacerles ver cuál es el camino, darles esa luz que sale de nuestra interioridad cuando llevamos a Dios. Darles las oportunidades que luego nos van a agradecer muchísimo y se van a asombrar también, si nosotros tenemos el don de lenguas que nos da el Señor no para hablar lo que Él nos pide, lo que Él nos ha transmitido, la gente se va a asombrar.
Y va a decir también de nosotros ¿De dónde ha aprendido eso? ¿De dónde se ha sacado todas esas cosas? y es del trato con Dios, del amor a Dios.
Dios mueve nuestra lengua para hablar de Él y constantemente hablar de Dios de un modo cariñoso, atractivo, no es una presión, no es una violencia, no es una ideología, porque va acompañada con nuestra vida y la vida es el ejemplo, que es el mejor predicador, se transmite con el ejemplo y con la palabra.
Hay ahí una relación entre la vida y la palabra, entre lo que decimos y lo que somos y ahí está la luz, Dios nos pide vivir con Él.
FRECUENTAR LOS SACRAMENTOS
Y la mejor forma de vivir con Él es cuidar los sacramentos, que la Iglesia los tiene y que Jesucristo ha instituido para tener vida, para tener a Dios.
Confesarnos cuando vemos que estamos en pecado y no dejar pasar el tiempo, ir a comulgar, ir a la Santa Misa donde recibimos a Jesús sacramentado, la Eucaristía que es alimento y nos fortalece.
Así llevamos a Dios, la palabra de Dios y los sacramentos son los medios que nos ofrece la iglesia para vivir vida cristiana y poder llevar a Dios en nuestras vidas y poder llevar a Dios a la vida de las demás personas y conseguir la conversión de muchísima gente.
Es lo que hizo Nuestra Madre a la Virgen que fue siempre toda ella para Dios y ella nos da ejemplo y además nos ayuda a alcanzándonos las gracias que necesitamos.
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