¿Cuál es la virtud más importante? La caridad, el amor. Ser santo es amar a Dios y amar al prójimo, eso es lo más importante.
“Cuando nos muramos, vamos a ser examinados en el amor”
(San Juan de la Cruz).
Mientras más amor tengamos, más cerca estaremos de Dios en el Cielo, más Cielo tendremos.
Constantemente, en el Evangelio leemos invitaciones que Tú Jesús, nos haces de amar. Hoy, en concreto, nos hablas de la Ley del Talión:
“Has oído que se dijo: ‘ojo por ojo, diente por diente’, pero Yo les digo: ‘no hagan resistencia al hombre malo’”
(Mt 5, 38-39).
O sea, si te hacen algo malo, no respondas mal. Sé generoso: perdona, comprende; es un acto de amor.
“Señor, danos la fuerza para actuar así como nos animas en este Evangelio; para amar siempre”. Hay muchas maneras de amar.
LENGUAJES DEL AMOR
Hace poco escuchaba de un libro (escuché un resumen de quince minutos, no lo leí, tengo que confesarlo) que se llama “Los 5 lenguajes del amor”.
Ahí nos anima a entender como hay lenguajes humanos -el inglés, el francés, el alemán- si quieres comunicarte con la otra persona, es necesario que tú hables el lenguaje de esa persona para poderte comunicar con ella o que ella conozca tu lenguaje.
En el amor es igual: si tú tienes un lenguaje del amor y la otra persona tiene otro lenguaje del amor y tú quieres manifestarle amor con tu lenguaje, la otra persona no se dará por enterada.
¿Cuáles son esos lenguajes del amor? Manejaba cinco lenguajes.
Me acordaba de este libro por la primera lectura de hoy, porque la esposa hace un favor a su esposo. Le hace un regalo de algo que él deseaba ardientemente.
Podríamos pensar “qué esposa tan amorosa, qué esposa tan buena que le hace ese bien a su marido”, porque uno de los lenguajes del amor es: dar regalos. Otro de ellos es: actos de servicio.
Y te digo cuáles son los otros tres para que no te quedes con la curiosidad: palabras de afirmación, tiempo de calidad y el contacto físico.
“Vemos cómo Jesús, Tú en el Evangelio, todas estas cosas las vives: palabras de afirmación: constantemente nos animas, nos hablas de cuánto nos quiere Dios, de cuánto nos perdona, de cuánto nos ayuda constantemente.
Tiempo de calidad: Tú estás constantemente con nosotros, con los apóstoles pasas tiempo especial y, luego, en la Eucaristía te quedas aquí para que podamos estar contigo siempre.
Recibir regalos: ¿qué mejor regalo que tu misma Persona que se nos entrega en la Eucaristía? Etc.
Tú Señor nos enseñas que estos son los lenguajes de amor”.
AJAB
Pero en la primera lectura de hoy, como te decía, hay como un truco o un engaño, porque es una lectura de esas que uno lee y puede enojarse, puede acabar enojado.
Porque sucede que Ajab, el rey, quería apoderarse de una viña que pertenecía a un pobre hombre que se llamaba Nabot, era lo único que tenía y no la quiere vender, no se la quiere cambiar ni dialogar sobre el tema.
Dice: “No, esta viña no te la puedo dar porque es la herencia de mis padres”. Y Ajab se pone muy triste, se enoja y hace su berrinche. La esposa lo ve triste y se compadece de él. Le dice:
“Yo te voy a conseguirla viña de Nabot”
(1Rey 21, 7).
Efectivamente, se la consigue, porque consigue que Nabot deje de existir. Se las arregla con una gran injusticia, con mentiras, prepotencia; con gran hipocresía consigue que Nabot sea eliminado y así la viña queda sin dueño.
Ella le entrega a su marido la viña de Nabot y él ya se pone muy contento.
Te digo, es una lectura de esas que, a veces, nos pueden hacer enojar por la gran injusticia que sucede. Y parece que Dios no ve la injusticia.
Hay un Salmo que dice: “Cómo el pecador está contento pensando que Dios no se entera de su pecado”. Incluso, como retando a Dios: “Dios no se da cuenta, yo estoy aquí pecando y no pasa nada”.
A veces hay impunidad en el mundo que también nos puede hacer enojar o entristecer. Sin embargo, veremos ya en los siguientes días cómo la cosa se va arreglando y cómo llega el castigo, un castigo muy fuerte.
PERDONAR
Pero fíjate que pensaba yo, cómo Tú Señor nos hablas en el Evangelio del perdón, de comprender, de no caer en la Ley del Talión, en la venganza y cómo, a veces, estas injusticias nos llevan a querer venganza, justicia, a querer que la gente pague por lo que hace.
Mañana leeremos cómo el profeta llega y les dice, a Ajab y a su esposa Jezabel, una gran amenaza, pero Ajab hace penitencia, se humilla ante Dios y Dios se compadece y le suaviza el castigo.
Cómo Tú Señor, ese Dios justiciero y terrible del Antiguo Testamento, también muestra compasión perdonando.
En muchas ocasiones leemos en el Antiguo Testamento cómo Tú perdonas Señor y cómo, en la plenitud de la revelación (porque la revelación es gradual en el Antiguo Testamento no se revela todo, hay cosas que hay que ir poco a poco comprendiendo) perdonas hasta el extremo: en la Cruz perdonando a los que te están matando ahí, perdonando al buen ladrón, nos muestras esa plenitud.
Volvemos a esa idea inicial de cómo el amor tiene sus lenguajes. Hemos de saber ponernos en los zapatos de los demás, qué es lo que valora la otra persona, para saber manifestar amor, para poder decir como dice aquella canción tan bonita:
“Ha pasado tanto tiempo,
finalmente descubrí tus besos,
me enredaste en tu mirada,
me abrazaste con todos mis defectos.
Tú sí sabes quererme,
tú sí sabes adorarme, mi amor,
no te vayas, quédate por siempre, para siempre,
para siempre amarte”
Es bonito: “Tú sí sabes quererme”. (Natalia Lafourcade feat. Los Macorinos).
Pero que ese amor sea algo bueno. Un favor de algo que la gente necesita, algo que le lleve a ser mejor. No como Ajab que se encaprichó con la viña y su esposa, para conseguirla hizo grandes injusticias.
Que el hacer el favor a la gente, el manifestarle nuestro amor de diferentes maneras, con palabras de afirmación, con favores, con servicios, con contacto físico, con todas esas manifestaciones, sea algo que les ayude a ser mejores y que nos ayude a ser mejores también a nosotros y, por supuesto, a estar más cerca de Dios.
Le pedimos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a saber amar de verdad a Dios y al prójimo.
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