Hoy celebramos la memoria de san Agustín, un santo que buscaba a Dios con todas sus fuerzas, porque tenía un anhelo de felicidad inscrito en su corazón, como lo tenemos tú y yo, muy, muy grande.
Él buscaba y no encontraba. Buscaba por todas partes, pero no encontraba la felicidad que ansiaba dentro, y buscaba la felicidad en la sabiduría. Él fue un gran orador, nadie le ganaba en un debate. Y sin embargo se daba cuenta de que no, allí no estaba la felicidad.
Buscaba la felicidad en el placer y organizaba fiestas con todos los excesos. Y tampoco encontró allí la felicidad que buscaba…
Hasta que un día entró en la catedral de Milán, y el obispo Ambrosio daba la homilía. Sus palabras se le clavaron en el alma. Encontró a Jesucristo y con él la felicidad que no había encontrado en otras partes.
Pasados los años, después de su conversión, escribió una frase que lo ha hecho famoso, que tú la has escuchado muchas veces, que era como el resumen de su vida:
“Nos hiciste Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
De aquí, tomó Louis de Wohl el título de una novela sobre la vida de san Agustín, muy bonita y que te recomiendo, se llama precisamente así “Corazón Inquieto”.
SER BORRACHOS
Y nosotros, Señor, le acabamos de poner play a este audio, porque queremos estar Contigo, Jesús, pero sobre todo, porque queremos descansar en Ti.
Me imagino al pobre de san Agustín (perdona la palabra) pero crudo al día siguiente de su borrachera, de tantos excesos, con esa cruda física y moral enorme y un sentimiento de vacío existencial.
Y bueno, pues no es ninguna novedad, seguramente habrás presenciado tú también el lamentable espectáculo del borrachito que no puede ni estar de pie.
Pero seguramente también habrás visto o incluso tú, habrás sido uno de esos buenos samaritanos, esos buenos amigos que alguna vez han tenido que cargar a tu amigo que no se puede estar en pie.
Se le pasaron las copas y lo tienes que llevar a casa, limpiarlo, acomodarlo en su cama, porque el pobre está como desvalido, pues se encuentra tan vulnerable que necesita el cien por ciento de atenciones de sus buenos amigos.
Yo, Jesús, al pensar en este amigo borrachito de nuestra historia, en su vulnerabilidad, pensaba también en mí, porque yo no soy mejor que el borrachito del cuento.
DESCANSAR EN NUESTRA MADRE
Quizá yo también, y tú y yo a veces andamos medio perdidos, porque todos esos pensamientos negativos que nos desaniman y nos tumban al suelo, peor que el borrachito del cuento.
Esos pensamientos de pensar que no somos lo suficientemente buenos para los demás y nos entra una ansiedad, una inseguridad, esos pensamientos de pensar que mis papás, mis hermanos y mis amigos no son suficientemente buenos para mí.
Bueno, pues todas esas cosas, Señor, que me desaniman, que me desalientan, que no me dejan caminar, y ando como el borrachito que se tambalea pero de pura soberbia.
Y qué bueno es sentir que Tú, Jesús, como ese buen amigo, no me dejas tirado, sino que me levantas, me cargas, me limpias y me depositas en el regazo de María.
Y allí, Señor, ¡qué paz y qué alegría de descansar en Ti! Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.
Pues qué buen descubrimiento que tú y yo somos ese borrachito. Que somos esos borrachitos, pero de soberbia, de vanidad y de sensualidad. Y podríamos seguir diciendo los siete pecados capitales que nos tiran al suelo, peor que el peor de los borrachos.
Pero Jesús, es ese amigo incondicional que te levanta siempre que haga falta, que te carga y que te hace descansar…
NUESTRA LEITMOTIV
Bueno, por fin regresaron los niños a clase, y quizá en el verano le pusiste pausa a estas meditaciones. Quizá no, pensaba yo. Pero de cualquier manera, creo que a todos nos afecta de una u otra forma el haber vuelto ya al cien por ciento a la vida ordinaria.
Yo te sugiero que aproveches esta circunstancia para renovar tu deseo de estar más cerca de Dios.
Y quizás te pueda servir así como leitmotiv, como de frase que puedas tener siempre en la cabecera, esta frase que resume la vida de san Agustín, pero que bien podría también resumir tu vida y la mía:
“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Jesús, en este nuevo nuevo curso, quiero ya no más ir por mi cuenta. Quiero, ya no más pensar que no soy suficientemente bueno para los demás. Quiero, ya no más pensar que esas personas que me rodean, no son suficientemente buenas para mí, sino que quiero descansar en Ti.
SER RESPONSABLES
Y qué paradoja, ¿verdad?, que venimos de un verano en el que hemos descansado el cuerpo y nos encontramos que lo que más importa es descansar el alma. Pues obviamente tienen mucha relación una con la otra.
A San Josemaría al principio no le gustó una frase que leyó, pero luego ya la entendió, que decía:
“Cuando el cuerpo está bien, el alma baila”.
Decía que al principio no le había gustado porque él conocía a muchas personas enfermas que estaban muy cerca de Dios. Pero luego también entendió que es importante -en la medida que podamos y somos responsables- cuidar nuestros cuerpos.
Porque decía, hacía el símil a un burrito, que llevamos a cuestas, es el que nos sirve para bailar con Dios.
Así que, ponte a ensayar los pasos de baile que son tu oración diaria, tu santa Misa diaria, si puedes.
Me platicaban de un colegio que hoy lunes empezó aquí en la ciudad de Guadalajara, de puros varones que fueron a misa más de cien personas, y que en ese ratito tuvieron para estar con Jesús. ¡Qué padre! Ojalá que siga así esa vida de piedad, y ponte a bailar con Dios.
SIGNO DE DIGNIDAD
Jesús, quiero descansar en Ti, quiero dejarme inundar de tu amor por nosotros, redescubrir, sentir más fuerte ese amor enorme que Tú me tienes. Y es que este es el punto de partida, así como imagina el sillar de un edificio sobre el que se asienta todo el edificio de nuestra vida interior, es éste que Dios nos ama sin condiciones.
No sé si te había contado que fui a bautizar en este verano, a mi primer sobrino nieto. Fui a Querétaro. Se llama Tomás, hijo de mi sobrina Ana y Sebastián, su esposo.
Bueno, se mantiene la tradición antiquísima de vestir de blanco a los bebés con esa ropa que luego a los pobres bebés nomás les hace pasar un poco de calor. Pero es muy bonito.
Y hay una parte de la ceremonia del bautizo en la que se dice:
“Eres ya una nueva criatura y has sido revestido de Cristo con esta vestidura blanca”,
y el sacerdote toma el borde de aquel
«Sea signo de tu dignidad de cristiano».
Pues es lo que sucedió cuando fuimos bautizados con ese pan blanco, seguramente como una expresión externa de un hecho interno, hacerme uno con Cristo, sumergirme en la vida de Dios.
BAUTISMO, CRISTO VIVE EN MÍ
Eso es precisamente lo que significa bautismo, que viene de bauticen, que significa sumergir, que es como entrar en un nuevo mundo, como una esponja que sin dejar de ser esponja, entra en el agua y se hace una con ella.
Seguramente habrás escuchado muchas homilías de boda en la que se les dice a los nuevos esposos, y lo recuerda Jesús en el Evangelio:
«Son una sola carne».
Esas palabras vienen desde Génesis 1, y a veces se nos olvida que en el bautismo sucede algo todavía más potente que en el matrimonio, nos hacemos uno con la Trinidad para poder decir muy fuerte:
«Ya no soy yo el que vivo, es Cristo quien vive en mí».
Bueno, pues este es el punto de partida, y ya que se dio el banderazo de salida para muchísimos niños y niñas que regresan a las aulas, pues nosotros queremos también partir con esta idea, que Dios me quiere infinitamente, que como dice el salmista:
«Has llenado mi copa hasta el borde».
¡Gracias Jesús!
Y me quedo con esta frase para arrancar en esta nueva etapa, en este curso que ahora comienza.
“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
Madre mía, María, quiero descansar en tu regazo.
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