El Moisés, es una escultura de mármol blanco ubicada en Roma, en la Iglesia de san Pietro, en Vincoli.
Cuentan de dos turistas que estaban contemplando esa maravillosa obra y uno impresionado, empezó a elogiar un poco al artista.
Pero el otro dice: -No, no, el Moisés ya estaba dentro del bloque de mármol, lo único que hizo Miguel Ángel fue suprimir lo que sobraba.
Puede ser, efectivamente, que la obra de arte estaba dentro del mármol, pero no hay que quitarle mérito también a Miguel Ángel.
HAY UN GRAN SANTO
Dentro de cada uno de nosotros hay un gran “Santo”, la santificación, de hecho, corresponde también, a cómo nosotros obramos. Dios no nos va a obligar a nada y tampoco nos va a quitar nada.
Lo importante es que los santos son personas como esculturas, que se hacen a golpes.
Fíjate el Evangelio de la Misa de este domingo, nos ha hablado Jesús, que va con sus discípulos, en las afueras de Cesarea de Filipo.
Son palabras muy duras, porque también podemos entender que Jesús está yendo a las afueras, a las periferias, porque mucha gente no lo entiende.
Mucha gente ha visto milagros y, sin embargo, Jesús tiene que salir del radio político o ciudadano cercano, porque la gente no le cree.
Hace como una especie de aislamiento voluntario, el Maestro quiere llevárselos, a los apóstoles a formarlos, a seguir educándolos.
Y les hace una pregunta muy bonita, que recoge el Evangelio de este domingo:
“¿Quién dice la gente que soy yo?”
(Mc 8,27)
Las respuestas que dan los discípulos son muy parciales, un poco absurdas algunas y otras no.
Enumeran lo que decía la gente:
“Unos piensan que es Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los Profetas.”
(Mc 8, 28)
Pero, omiten en realidad lo que pensaban, lo que estaban por decir.
NO SABEN QUIÉN ES JESÚS
Cuando uno lee este pasaje, ve la figura de Jesús, que sigue siendo bastante discutida hoy en día.
Si nos examinamos un poco, vemos que mucha gente sigue como dándole vueltas y no saben quién es Jesús.
Y nosotros a veces también podemos estar dándonos vueltas, enredándonos como esos dos turistas que estaban ahí.
El santo es el que estaba dentro del bloque o el santo es; el que era el bloque. Mira, Dios nos quiere santos, y somos santos en la actualidad.
Y estamos llamados a vivir como Cristo nos enseñó y tenemos que saber quién es Cristo primero. Y para eso es importante renovar nuestra fe.
Hace poco tenía un retiro y les decía a los participantes: -Qué bueno que recemos el Credo, que lo volvamos a rezar y meditar muchas veces, también acá en el retiro.
Estábamos profundizando en la fe y lo decíamos con mucha fuerza: -Señor, creo firmemente que estás aquí.
Jesucristo la segunda persona de la Santísima Trinidad hecho hombre, que murió y resucitó por nosotros, que está vivo.
Y lo mismo: -Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del Cielo de la tierra, son cosas que no podemos olvidarnos los cristianos.
Cuentan la historia de un chico de 16 años, que le preguntaba a su profesor de religión: ¿Por qué Dios -si existe- no lo veían?
LA LLAVE
El profesor le contestó con una historia: -Que había un borracho en un pueblo, que llevaba una llave en sus manos, la gente no entendía porque el borracho iba siempre con las llaves.
Él borracho decía: -No, no, es que veo borroso y veo muchas casas y no sé cuál es la mía, y cuando la vea, voy a abrir la puerta.
A veces los cristianos podemos estar un poco borrachos o no queremos ver lo que Dios nos pide.
Cuántas veces estamos como borrachos de cosas, sobre todo de nosotros mismos, de nuestro egoísmo y no sabemos vivir nuestra fe.
La conversación de Jesús de este domingo en el Evangelio, con sus discípulos, es mucho más clara: ¿Quién es para vos, Jesús de Nazaret?
¿Tu fe, se traduce en obras o no? Y les vuelve a preguntar:
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”
(Mc 8, 29)
Son palabras muy fuertes, decir ¿Quién soy? Para un judío era algo bastante taxativo, decir; yo soy tal cosa…
Pedro tomando la palabra dice: «Tú eres el Mesías.» Y Jesús mandó que no se lo cuenten a nadie.
(Mc 8, 29-30)
Jesús empieza a instruirlos, empieza a formarlos, y les dice:
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser reprobado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.”
(Mc 8, 31)
INCREPADO POR DIOS
Se los explicaba con tanta claridad, que entonces le dice a Pedro:
«¡Aléjate de mí vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»
(Mc 8, 33)
Esto le dice Jesús a Pedro, fíjate el pecador de Galilea, increpado por el Dios hecho hombre.
Todo lo que el Señor le había explicado a Simón Pedro, de repente parece como que no lo entiende.
Dios que está acostumbrado a reproches como los que le hace Pedro, sabe perfectamente que forman parte de su cruz, que Él la eligió voluntaria y amorosamente.
Pero los apóstoles, -y nosotros también-, muchas veces no sabemos amar la cruz.
Decía el Papa Francisco que:
La elección es “ser cristianos del bienestar” o “cristianos que siguen a Jesús”
Los cristianos del bienestar son los que piensan que tienen todo si tienen la Iglesia, los sacramentos, los santos… Los otros son los cristianos que siguen a Jesús hasta el fondo, hasta la humillación de la cruz, y soportan serenamente esta humillación. (Homilía, 27 septiembre 2013)
Jesús quiere instruirlos en la pasión. Decía san Ambrosio:
“Pon tus ojos, Jesús, en quien vacila, que a todos corrija tu mirada.”
Que todos estemos fortalecidos para poder obrar en consecuencia, ¿Por qué? Porque la cruz da miedo y seguir a Jesús significa inevitablemente aceptar la cruz.
Satanás intentará acallar las voces de los apóstoles, intentará como desviar nuestra mirada de Él.
MEDICINA PARA EL CRISTIANO
Fíjate, en la JMJ de Río de Janeiro y también en la JMJ de España, se nos repartió a los participantes, un crucifijo dentro de una cajita, que decía: la medicina para el cristiano.
Efectivamente, ¡la cruz es la medicina para el cristiano!
Y vos y yo también tenemos tentaciones, tenemos posibilidad de decirle que no, y el antídoto contra esa pereza, es la diligencia.
Fíjate, la diligencia viene del verbo latino diligere, que significa amar y para el que ama todo trabajo resulta fácil.
Muéstrame un amor que sea ocioso, inactivo, ¡no existe! decía San Agustín. Por eso el que es diligente, no se queja del trabajo, hace trabajo de calidad.
El diligente hace trabajos por amor, diligentemente se pone a trabajar, a estudiar, a rezar, a hacer un encargo en casa, a hacer todas las cosas por amor.
Esa pereza que a veces se nos mete es bastante lastimadura para un cristiano, porque uno se queda en las series, en las redes sociales, en dejar una cosa, dejar otra…
Fíjate en la reacción de Jesús, es inusual cuando ve que Pedro le dice que no, que eso no es lo que tiene que hacer.
Pero Jesús se lo quiere dejar muy claro: ¡Ante la tentación, salir de ahí! No quedarse en eso.
El santo es el que ha sido hecho del mármol o mejor dicho del barro, pero que también ha sido hecho para amar, para amar a Dios.
AL PIE DE LA CRUZ
Vos también podés amarlo al Señor, no como a veces quieren los hombres, sino como Dios quiere y dejarse llevar por el razonamiento mundano, es muchas veces un razonamiento del demonio.
Hoy celebraríamos la fiesta de María al pie de la cruz, y el dolor de María en la cruz es indescriptible.
Ella supo ser fiel, supo llevar el dolor, supo acompañar a su Hijo, Jesús, hasta el final.
Aunque los romanos habrían querido matarlo, aunque habrían querido que sufra, a ella no le importa, está ahí llorando al lado de su Hijo, Jesús.
María es bendita entre las mujeres, porque fue la mujer fuerte, fue aquella que estuvo ahí cuando la cruz, estuvo toda esa tarde con Jesús colgando.
Vamos a pedirle a nuestra madre de los dolores, Virgen de los dolores, que también nos ayude a llevar las contrariedades siendo apóstoles de verdad.
Apóstoles que no le tienen miedo al dolor, que no le tienen miedo al sacrificio y que merece la pena vivirlo con nobleza, así como lo vivió santa María, así como lo vivieron también los santos Apóstoles.
Esos dolores de María que hoy celebraríamos en este domingo, pero que también hoy celebramos a la Virgen porque la queremos.
Llevemos también ese amor hasta sus últimas consecuencias, queriendo también reconocer a Jesús como quién es: el Hijo de Dios.
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