Pienso que hace falta un poquito de fe, para darse cuenta de la tremenda necesidad que hay de Cristo en el mundo.
Un poquito de fe, en términos de ver la vida como lo que es: “Un camino, un camino hacia la eternidad”.
Un camino que recorremos con nuestra libertad, pero que, por otra parte, no basta nuestra simple y buena voluntad, para recorrer este camino divino, que Jesús inauguró.
Sino que también hace falta la ayuda de Jesús, la ayuda del Espíritu Santo, la ayuda de Dios.
MUY ENGAÑOSOS
Recorremos el camino de nuestra vida con Cristo, si prescindiéramos de Él, nos desorientamos, nos vamos por desvíos, a cada vuelta del camino surgen los desvíos, y algunos muy engañosos.
Todos ustedes se dan cuenta que esto es así, no solo en gente joven, sino de todas las edades.
El camino o el desvío del pesimismo: -no puedo, -no soy capaz, -esto es demasiado para mí… que yo aludo a la autocompasión o victimismo en todas sus formas.
También está el desvío del “exitismo”: de vivir, trabajar, deslomarse, para conseguir éxitos simplemente humanos y muchas veces autorreferentes para triunfar en la vida.
Por supuesto que es bueno triunfar en la vida y hay que aspirar a que nos vaya bien, pero ¿Qué sentido tendría acumular éxitos humanos, si no están hechos, en razón de la justicia, de la verdad, del servicio a los demás y del amor a Dios?
Seríamos como ese rico insensato, que tuvo una tremenda cosecha y entra el “Happy Problem”, de decir: bueno qué hago si no me cabe esta cosecha en los graneros actuales.
Bueno, -ya sé lo que haré; derribaré los graneros viejos y construiré unos nuevos y entonces almacenaré todo mi trigo.
Y tienes dinero abundante para gozar, para disfrutar de la vida, come, bebe, pásalo bien, y esa misma noche le han pedido su alma. Todo lo que has acumulado ¿para quién será? – pregunta Jesús.
Bueno, el desvío del exitismo temporal, el desvío de buscar compensaciones en la sensualidad, cuando es un grandísimo don del Cielo, toda esa realidad preciosa de la sexualidad, pero vivida en la verdad del amor matrimonial.
UNA FELICIDAD DIVINA
Así, Jesús quiere que recorramos un camino que nos lleva al Cielo, y ese camino es la felicidad humana temporal, la nuestra, y también precisamente una felicidad divina.
Por eso es que hace falta Cristo, por eso es que el mundo está como está, porque falta la luz. En un mundo en tinieblas es muy fácil equivocarse, es muy fácil desorientarse.
Como no pedirle hoy al Señor, en este rato de oración: ¡Señor, ven! Ven a este mundo nuestro, herido porque no te hemos sabido reconocer, porque no hemos sabido rezar, ¡porque nos hemos enfriado!
Y esa oración es muy necesaria, muy buena, también es la clave de pedir para que vengan muchos obreros, muchos trabajadores a la viña del Señor.
Es el Evangelio de hoy tomado de san Mateo en el capítulo noveno:
“Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas como ovejas que no tienen pastor.”
(Mt 9, 36)
¡Qué actual es esto! Mira lo que te rodea, incluso mírate a ti mismo, a ti misma, y te darás cuenta que hay tanta gente buena que está extenuada y abandonada, como ovejas que no tienen pastor.
La oveja es un animal muy simpático, pero tremendamente indefenso, yo creo que es el animal más indefenso que existe.
No tiene garras, no tiene colmillos, no tiene veneno, ni siquiera corre rápido, pobrecita. Entonces es presa fácil de cualquier lobo, aunque sea un lobo flacuchento.
“Entonces dice a sus discípulos: la mies es abundante pero los trabajadores son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.” (Mt 9, 37-38)
INSTRUMENTOS DE BENDICIÓN
Recemos para que vengan vocaciones de hombres y mujeres entregados plenamente al Señor.
Que puedan ser instrumentos de bendición en las manos de Cristo, así puedan ser Cristo que llega a esas ovejas que no tienen pastor.
Pero cuando pedimos vocaciones, no pensemos en personajes sobre todo probablemente jóvenes que decidan vivir esta vida de entrega al Señor en el sacerdocio, en la vida consagrada.
Pensemos en una entrega a Dios en medio del mundo, pensemos en nosotros mismos, en ti mismo, en ti misma, piensa en ti, tú eres ese trabajador, trabajadora.
Somos pocos los que estamos llamados a trabajar por el Señor. ¡Sí, a eso venimos, hemos venido a trabajar por Cristo!
¿Cuánta conciencia tenemos de esta realidad? Porque efectivamente, existe la tentación de pensar, que el Señor me pide que cuide mi vida espiritual y ¡nada más!
Hay personas que efectivamente, frecuentan los sacramentos, hacen oración, tratan a la Virgen, procuran vivir en la gracia de Dios…Pero, ¿qué hacen por los demás?
Toda esa maravilla divina de la oración, de los sacramentos, es para llenarnos de Él, llenarnos de Cristo, y de esa sobreabundancia de vida interior, alimentar de Cristo a los demás.
Tu también eres un trabajador, una trabajadora que se arremanga y que es capaz de soportar el peso del día, del calor.
También eres capaz de perseverar en ese trato con ese amigo, con esa amiga, con cariño, con constancia.
Hasta que tu amigo se dé cuenta de que está mordido por los lobos rapaces, que están por todas partes y eres capaz de rescatar a esa persona, porque eres instrumento en las manos del Señor.
AFÁN APOSTÓLICO
¿Cómo andamos de afán apostólico? ¿Cómo andas tú? Esto que movía tanto el corazón de Teresita de Lisieux y de todos los santos, de salvar almas.
Ella veía en esto, el sentido de su entrega, corresponder al amor de Jesucristo y salvar almas.
¿Has pensado que el Señor cuenta contigo? Con todas tus virtudes, defectos, tu vida tal como es, para ser un instrumento de salvación.
Para que otras muchas personas conozcan a Cristo, lo traten, se enamoren y se salven.
Hace mucho sentido esa breve explicación de Benedicto XVI:
Nadie vive solo. Nadie se salva solo.
Nadie vive solo eso es evidente, porque estamos concatenados, y para bien o para mal, influimos e influyen los demás en cada uno de nosotros.
Nadie vive solo, nadie está aislado, ¡en general, esto es así! La inmensa mayoría de los hombres y mujeres que pueblan la tierra estamos entrelazados, vivimos en comunidad.
Pero lo que añadía el Papa emérito: “Nadie se salva solo”, o sea, llegaremos al Cielo por la misericordia de Dios.
Pero luego, podremos decirle al Señor: “a pesar de mis miserias, a pesar de mis errores abundantes, por tu misericordia, te serviste de mí para llegar a muchos.
Y ahí están mis amigos, mis amigas, mis parientes, mis vecinos, todas las personas que me topé en la vida, que de alguna manera descubrieron a Cristo a través de mí, a pesar de mí.
TODOS TENEMOS VOCACIÓN
Todos tenemos vocación, todos estamos llamados a vivir en esta dimensión preciosa de seguir a Cristo, identificarnos con Cristo, y ser Cristo para los demás.
Hijos míos, seguir a Cristo es nuestra vocación. Y seguirle tan de cerca que vivamos con Él, como los primeros Doce; tan de cerca que nos identifiquemos con Él, que vivamos su Vida, hasta que llegue el momento, cuando no hemos puesto obstáculos, en el que podamos decir con San Pablo: «No vivo yo, sino que Cristo vive en mí»
(En diálogo con el Señor’ de Josemaría Escrivá de Balaguer. Capítulo 1)
Palabras de san Josemaría, citando a san Pablo en la carta a los Gálatas: ¡Vivir tan de cerca que nos identifiquemos con Él!
El pastor que se conmueve, no es el pastor indolente, no es el mercenario que sigue de largo frente a las necesidades y peligros de las ovejas, sino que da la vida por ellas.
También nosotros, pidamos a la Virgen santísima, que sepamos dar la vida por los demás.
Deja una respuesta