Hay un personaje mitológico, pero… del siglo XXI. Se llama Percy Jackson. Es un niño de doce años que vive en Estados Unidos, no recuerdo si en Manhattan o en Los Ángeles; en alguna ciudad de estas bien americana.
Y resulta que es un niño especial porque es un mestizo. Es el hijo de un dios y de una mujer; de una señora común y corriente. Su padre, que es un dios, se llama Poseidón.
Hay una escena en donde están hablando la madre de Percy Jackson con Poseidón, que lo tiene que llamar y aparece. Aparece como un personaje normal de unos más o menos cincuenta años. Percy es un niño todavía muy pequeño, todavía no tiene doce años, que es el momento en el que entra en acción.
La madre le dice a Poseidón: “oye, ¿por qué no hablas con él? Porque él te quiere conocer, él pregunta mucho por ti, quiere verte, quiere saludarte, quiere hablar contigo”.
Entonces Poseidón le dice que todavía no es tiempo, que todavía no tiene lugar y le dice a la madre: “un día, un día cuando… cuando esté listo. Un día cuando sepa quién es, a dónde pertenece, cuando el destino le haya revelado su camino. Un día. Ese día voy a estar a su lado”.
Me pareció que ahí estaba el nudo de toda la serie, el nudo de toda la historia, el nudo de toda la historia de Percy. “Un día, un día cuando esté listo, un día cuando sepa quién es y a dónde pertenece, cuando el destino le haya revelado su camino, ese día voy a estar a su lado”.
AMPLIAR EL DESEO DE DIOS
Señor, nosotros somos hijos tuyos y queremos conocerte, queremos verte, queremos hablar contigo. De hecho, lo estamos haciendo en este rato de oración.
Pero podríamos pensar también, Señor, un día cuando esté listo, un día cuando sepa quién soy, a dónde pertenezco, para dónde voy, ese día voy a estar listo para verte, para encontrarme contigo.
Estamos esperando tu segunda venida, por eso he querido comenzar con esta historia de Percy Jackson, porque él anhela ver a su padre.
Es una historia, es pura mitología. Es una historia que escribe un autor norteamericano y ha tenido millones de copias vendidas de libros y se ha llevado sus libros a las películas, a las series. Es muy chévere porque los niños así aprenden mucha mitología.
Pero este niño quiere ver a su padre, que es dios y no lo ve, no puede hablar con él, no puede conocerlo. Nosotros, Señor, te estamos esperando en este tiempo de adviento.
Y tenemos (es la idea de esta meditación), que ampliar el deseo de Dios. Verificar nuestro deseo de Dios en el alma, en el corazón.
LOS QUE ESPERAN EN EL SEÑOR
Hoy, la primera lectura de la misa nos sugiere esto:
«¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor
(ahí está la clave, me parece a mí, de la primera lectura)
renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan»
(Is 40, 25-31).
Los que esperan en el Señor…
Jesús, yo creo que este tiempo de adviento es un tiempo para esto, para esperar en Ti, para detenerme y decir, ¿yo dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Cuál es mi destino? ¿Para dónde voy? ¿Qué estoy esperando? ¿Qué espera mi corazón? El adviento es para esto.
El Papa Francisco nos lo dijo el año pasado en una de las primeras audiencias de adviento. Decía el Papa:
“El adviento es el tiempo que se nos da para acoger al Señor que viene a nuestro encuentro, también para verificar nuestro deseo de Dios, para mirar hacia adelante y prepararnos para el regreso de Cristo”.
ESPERAR LA SEGUNDA VENIDA
Estamos esperándote, estamos esperándote. Ya te vemos en la Eucaristía, ya te vemos en la confesión y en los sacramentos; hablamos contigo en la oración, pero podríamos ser un poquito como ese niño de doce años que quiere ver con los propios ojos, tocar con las propias manos.
Señor, ya lo hacemos con los ojos de la fe, ¿entiendes? Pero yo sí quiero, Señor, verte, esperar tu segunda venida.
Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde. Existe siempre la posibilidad de recomenzar; de recomenzar con ese deseo de ver a Jesús, de tener a Jesús, de ir al encuentro de Jesús. Y este tiempo es para esto.
“Señor, que todos los que se han olvidado de Ti este año, por tener otros afanes y otros deseos, que se detengan, que miren hacia Ti, que te busquen, que verifiquen en su corazón el deseo de Dios”.
Bueno, esa es la primera parte del Evangelio, la liturgia de hoy. Pero también aparece el tema del cansancio.
CANSANCIO
Vivir cansa y cansa mucho. Las fuerzas se van quedando en el camino. Por eso, Isaías dice en la primera lectura:
«se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiecen y vacilan, porque los que esperan al Señor renuevan sus fuerzas».
Queremos renovar también las fuerzas contigo, Jesús, en este tiempo de adviento, esperando la Navidad.
Y esta profecía, que es de Isaías, del cansancio, se cumple en Cristo.
«Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados y (…) encontraréis descanso para vuestras almas».
¡Qué maravilla saber también que descansaremos en Ti! Cuando estés listo, cuando sepa quién eres, cuando encuentres tu destino, cuando sepas a dónde perteneces. Ese día vas a descansar. Voy a descansar, Señor, en Ti. Te estoy esperando. Ayúdame a esperarte.
Y de las tres venidas que esperamos en adviento (porque son tres: la venida al final de los tiempos, la venida en carne y la venida en alma), yo creo que este tema del cansancio y del descanso van referidas a la llegada del Señor al alma.
¿Y dónde tiene lugar esa llegada? ¡En la oración! En la oración contemplativa, en la oración de verte Jesús en Belén.
Jesús entrará y lo llenará todo. Y quien se ha llenado por dentro de Cristo, en sus cansancios, podrá recogerse. Y como Juan, Señor, me adelanto un poquito, descansar en tu costado, recostar la cabeza en tu pecho y allí descansar.
DESCANSAR EN LA ORACIÓN
Señor, descansar en la oración, eso hacemos cada día en Hablar con Jesús también, descansar contigo.
Cuando por estos días me dicen: “no, padre, es que estoy muy cansado, estoy muy cansado. Les digo: pues buena señal, buena señal, porque se está acabando el año. Si no estuvieras cansado o cansada, pues ¿cuál sería la señal? Pero lo has hecho bien y es normal que estés cansado”.
Pero, Señor, en medio de ese cansancio ¿estoy dispuesto a tomar la Cruz? Porque el Evangelio hoy también nos habla de la Cruz, dice:
“tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas”.
Tomar la cruz, cargar con la cruz, no tener miedo a estar cansados, no tener miedo en medio del cansancio a tomar nuevamente la cruz.
“No, pero es que ya no puedo más”. Sí, claro, sí podemos más contigo, lo podemos todo.
Señor, cansancio, descanso, buscar la Cruz, encontrarte a Ti en la oración y allí encontrar ese descanso.
“Físicamente, los rostros de los hombres de silencio son distintos de los que están desfigurados por los ruidos del placer y los artificios de un mundo sin Dios. Sus rasgos, sus miradas y sus sonrisas se hallan marcadas por la fuerza del silencio”
(La fuerza del silencio (Mundo y Cristianismo) (Spanish Edition). Cardenal Robert Sarah).
BUSCAR A DIOS EN LA ORACIÓN
Quiero proponerte esto como cierre de esta meditación, de este audio: “Estoy cansado. Quiero descansar en Ti, Señor. Espero en Ti. Te estoy buscando. ¿Dónde te busco? En la oración, en el silencio, allí encontraré la fuerza, la fuerza para cargar con la Cruz, para encontrarme contigo también en la Cruz.
No solamente en el descanso y en el silencio de la oración, sino también en la batalla, en la guerra, en medio del cansancio y de la fatiga, cargando la Cruz.
Madre mía inmaculada, hace pocos días celebramos tu fiesta. Acudimos a ti. Te pedimos que nos recuerdes ese estar listo.
Un día, un día cuando esté listo, cuando sepa quién soy, cuando sepa dónde pertenezco, cuando el destino me haya revelado el camino, ese día voy a estar listo para descansar en ti. Y también cuando esté listo para tomar la Cruz.
Vamos a seguir con esto en el corazón y en el alma hablando contigo. Continuamos la oración a lo largo del día.
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