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Ecuatoriano, master en negocios internacionales y misionero de una comunidad católica.

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El niño de los lindos ojuelos, una historia de amor para derretir nuestro corazón

Aquel niño cuyos ojuelos son dos astros, ha nacido, lo miro, lo contemplo y de amor me derrito, ¿cómo un bebé tan pequeño es la eternidad misma? ¿cómo aquel a quien no pueden contener los cielos yace vulnerable en un establo?, una sola respuesta a mi corazón viene… EL AMOR

La noche cubre ese pequeño rincón del mundo llamado Belén, ¿pequeño, por qué pequeño? Sí, pronto en este pueblo el amor desbordará el Cielo entero. Los pastores de Belén sus labores terminan, ninguno sospecha lo que ha de ocurrir allí pronto, las mujeres junto a sus esposos e hijos cenan, ninguno piensa el portento grande que llega.

Mi corazón espera, mi corazón confía, mi corazón cree que pronto llegará el Mesías. Ya la noche llega, ya la oscuridad invita a dejar todo por este día y a recobrar fuerzas, para el siguiente día. No me imaginaba que ya la eternidad llegaba, no me esperaba que en Belén la noche sería iluminada. Muchas profecías del Mesías nos hablaban, ¡oh Bendita noche por fin llegabas!

El rumor llegaba una mujer encinta posada buscaba, un hombre en un burro, recorriendo lugares andaba, pero por ningún lado encontraban morada. Ya la noche avanzaba, muchos festejaban, otros descansaban, ¡ay, si hubiéramos sabido lo que en realidad pasaba! A mí vista María en paz se veía, José prudente y templado la fe no perdía. Yo de lejos los veía, mi corazón algo sentía, algo hacer por ellos quizá yo debería.

¿Qué he de poder hacer? Pues un simple pastor soy, como ayudarle, cuando no tengo mucho que darles. El amor siempre es respuesta dije mientras caminaba, el amor es y basta, lo que uno da a Dios nunca se pierde me dije, me acerqué a ellos y la aventura daba comienzo.

Una noche fría, dos corazones ardían, Belén casi dormía, la eternidad ya venía, una noche que todo cambiaría, una estrella que desde el Cielo yacía, la humanidad no lo sabía pero el Mesías venía, José y María al Cielo pedían, Dios y el coro de ángeles desamparados no los dejarían. Ven camina conmigo, ven alégrate porque la noche va a ser iluminada y la tiniebla disipada.

caminando con josé

«No los conocemos, es tarde Señor»

Que duro para ellos, llamar y que nadie salga, ¡qué difícil momento los esposos pasaban!, José y María que cansados estaban, buscaban posada pues la mujer encinta próxima a alumbrar estaba. Puerta tras puerta los corazones se cerraban, «no los conocemos, busque otro mesón», ellos escuchaban; sin embargo, la fe nunca se disipaba.

Cuán difícil es hoy, ver con el corazón al que nuestra ayuda clama, al que por una palabra de aliento o un consuelo te llaman. Oh, Señor, haznos dóciles, que nuestro corazón sea capaz de ver lo que mi hermano necesita, lo que su corazón anhela, y que pueda yo ser un instrumento auténtico de tu amor.

El ruido aturde, el cansancio distrae, pero el corazón amar siempre debe. Qué dolor sería que María, José y el Niño que ya viene, pasen por tu corazón y no seas capaz de abrirle la puerta. Prepara el corazón, déjalos morar, que habiten en ti, que amen a través de ti, es esta la clave de la Navidad.

Maria es madre

«Ella es una Reina de un Reino de amor»

Me acerqué a ellos, mi corazón hablaba, María y una hermosura sobrenatural que solo de Dios venía, admiré su valentía pues ella encinta, la paz siempre conservaba, José templado, orando, paciente, que admirable como cuida de su esposa embarazada. Sumidos en el cansancio a Dios todo abandonaban.

«Ella es una reina», José me exclamó, aunque a la vista, sencillez irradiaba, yo sabía que la reina del amor hermoso frente a mí estaba. ¿Qué he de hacer por ellos? Me preguntaba. Hay que amar, lo demás se añadirá Dios me hablaba.  Qué les puedo dar yo, solo un pastor soy, si pudiera mi corazón para que de pañales usara el Niño que pronto llegaba.

Apenado mi establo les presentaba, no sabía yo que ese pequeño espacio pronto el Cielo entero por visitarlo estaba. Un burro, un buey, María, José y este pastor con fe aguardaban. ¡Oh Santa Noche, que nos traes el alba!, 2000 años de promesas, hoy a término llegaban, ya está sellada esta Nueva Alianza. Canta Gloria el Ángel, canta Gloria el cielo entero, ha nacido un lirio morado, ha nacido El Salvador que la humanidad tanto anhelaba.

Veo al Niño y pienso «Lindo Niño, tus ojuelos, son dos astros de los cielos», mi corazón proclama «Te diré mi amor, Rey Mío, en el silencio de la tarde», el Mesías ante mis ojos dormido yacía, Santa noche que nos ilumina, Santa noche que nos da vida. Veo a Jesús junto a sus padres, y de pronto veo todo el cielo en su pequeña faz.


Escrito por

Alan Lugmania

Ecuatoriano, master en negocios internacionales y misionero de una comunidad católica.

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