Leía esta anécdota, que quizás ustedes también la han oído, se la podemos contar a Jesús que nos escucha ahora:
“Quien visite la Alhambra de Granada y contemple la ciudad desde el balcón de la Alcazaba (que es la fortaleza que servía de defensa a aquel palacio), verá con sorpresa una lápida que hay en el muro y que recuerda que allí había un mendigo ciego, suplicador de limosnas años atrás. La inscripción de la lápida reza así: ‘Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada’”.
Sigue el autor de la anécdota:
“Es triste, sin duda, no poder contemplar con los ojos del cuerpo la riqueza, la variedad de colores y formas que resplandecen en Granada y otros muchos bellos parajes de la creación. Pero estar privado de la luz de la fe, es ceguera mucho más penosa”.
He querido leer esta anécdota y compartirla con ustedes y contigo Jesús, porque me parece que estas palabras, que son el meollo de la anécdota y que están, según dice aquí, esculpidas en piedra o pintadas por lo menos y que dicen:
“Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.
Esto lo ha escrito una persona que ha estado en Granada, la ha visto y le parece que no poder ver aquella belleza es el peor castigo que puede tener una persona.
Se ve alguien que ama su tierra, cosa que es bueno, amar a la propia.
Pero evidentemente el comentario que hace el que cuenta esta anécdota dice:
“estar privado de la luz de la fe es ceguera mucho más penosa”.
¿DEL CIELO O DE LOS HOMBRES?
Nos estamos acercando a la Navidad, quedan escasos nueve días y vale la pena que nosotros te pidamos, Jesús, que nos aumentes la fe.
Hoy en el Evangelio Tú les preguntas a las personas que te están escuchando:
«El bautismo de Juan, ¿de dónde venía? ¿Del cielo o de los hombres?»
(Mt 21, 25)
Según como te contestaran ellos, sabían que se ponían en problemas, porque si decían que venía de los hombres la gente los atacaría, porque la gente pensaba que Juan ha sido enviado por Dios.
Y si venía de Dios, entonces Tú les preguntas:
«¿por qué no le han creído entonces?»
Esta pregunta, el bautismo de Juan, ¿de dónde venía? ¿Del cielo o de los hombres? En el fondo es tu pregunta, Señor, a los sumos sacerdotes, que, en otras palabras, es: ¿ustedes le creían a Juan? ¿Se fiaban de él o no se fiaban?
Si se fiaban, si le creían a Juan, pues Yo les voy a dar a conocer a Dios Padre. Pero si no le creen a Juan, no se los puedo dar a conocer porque no quieren creer en Dios.
Esta pregunta me parece que puede servirnos a todos los que estamos ahora haciendo oración, porque en el fondo Tú, Señor, esperas que las ayudas que nos mandas, como fue san Juan Bautista, sean aceptadas por nosotros. Nos fiemos de quienes Tú envías para ayudarnos.
LA IGLESIA
Esto ahora nos remite a la Iglesia. Ya san Juan Bautista murió, fue decapitado por Herodes.
Quienes nos están ayudando en tu nombre, Señor, es la Iglesia, la jerarquía, empezando por el Papa y después todos los que, siendo bautizados, difunden con su ejemplo, con su palabra, con clases, charlas, conferencias, escritos, blogs, perfiles en las redes… difunden tu mensaje, Señor.
Si nosotros nos fiamos, vamos a ser como la Virgen María, que se fio de aquel que Tú le enviaste para decirle su vocación, que fue el Arcángel san Gabriel.
Vamos a ser como los santos que se han fiado de la Iglesia, fijándose en que, a través de ella, Tú envías tu ayuda, Señor.
Todos los que formamos parte de la Iglesia, yo, tenemos errores y por eso nos confesamos con frecuencia. Yo lo he hecho hace dos días.
PEDIR PERDÓN
Te pedimos perdón y, a veces, tenemos que pedir perdón a las demás personas. Yo hoy lo he hecho también. Me impacienté en un banco, tenía que recoger un producto y la verdad que tuve que volver cuatro veces. Reclamé un poco y después he tenido que pedir perdón. Esta es la verdad.
Fiarnos de Ti, Señor, a través de fiarnos en las personas que Tú nos envías para ayudarnos, porque sólo te veremos nacer en el pesebre de nuestra alma, si es que aceptamos tus ayudas, Señor,
Si nos dejamos ayudar por Ti, que no será directamente (ya quisiéramos), será indirectamente, a través de personas iguales que nosotros, con errores, pero con aciertos también y, sobre todo, con tu gracia.
Me parece que es una ocasión muy buena el día de hoy para pedirte, Señor, que nos aumentes la fe y para que todos hagamos el propósito de fiarnos más de las personas y de la institución que Tú has fundado, Señor.
De ahí viene tu ayuda, es en los sacramentos, es en la explicación para entender mejor tu palabra; de ahí viene tu fuerza, tu gracia y ahí es como Tú te acercas a cada uno de nosotros.
Pues, como dije hace un ratito, como se fio la Virgen del ángel, fíate tú, me fío yo de la Iglesia, nuestra madre y entonces, esta Iglesia que está en el mundo para entregarnos a Dios, alumbrará al Niño Dios en nuestros corazones.
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