Es divertido (con todo respeto, por supuesto, pero a mí me parece divertido) cómo las mamás se expresan de sus hijos al pasar los años. Es normal escucharlas decir que “el tiempo se ha ido volando”, o que “ya es todo un hombre pero para mí siempre será mi chiquito”, o que “parece que fue ayer que estaba en el colegio y mire que ya es todo un ingeniero” (o todo un arquitecto, abogado, lo que sea).
Pues hoy leyendo el Evangelio pensaba: “parece que fue ayer (porque efectivamente fue ayer) que te veíamos niño, Jesús, y hoy ya eres todo un médico”.
Ayer llegaron esos sabios venidos de oriente a adorarte; traían oro, incienso y mirra. Hoy venimos nosotros y te traemos nuestras enfermedades…
Se va al médico con enfermedades o dolencias. Y nadie mejor que el Médico divino para curar todas esas cuestiones relativas al alma.
Por eso, qué lógico me resulta leer en el Evangelio que
”Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba”.
MÉDICO DIVINO
“Jesús, vas por el mundo y enciendes los caminos de la tierra con el fuego de tu amor. Los hombres y mujeres, cuando te conocen de verdad, te siguen sin dudarlo. Estar cerca de Ti es encontrar la salud y la paz del alma… Miles y miles de hombres, mujeres y niños, venidos de todas partes, para encontrar lo que el mundo no puede darles: ideal, amor, esperanza, olvido de sí, alegría, entrega…
Tú, Señor, cargas sobre Ti todas las enfermedades y miserias de la humanidad. Has venido a la tierra para ser Médico divino. Tienes compasión hacia los enfermos del cuerpo y del alma. Amas con predilección a los que sufren, hasta identificarte con ellos: Estaba «enfermo y me visitaste» (Mt 25, 36).
Jesús, cura mi alma de tantas enfermedades que la dejan débil y abatida: baja, Maestro mío, la fiebre de mi egoísmo, el dolor de mi soberbia, el escalofrío de mi sensualidad, mata los microbios de la vanidad y del apego a las cosas materiales.
Sólo Tú tienes todas las medicinas. Sólo Tú eres Médico divino (Acercarse a Jesús 1, Josep Maria Torras).
Ayer eras Niño y hoy ya eres todo un Médico. Por eso acudo a Ti con todas mis enfermedades.
CURAS TODOS LOS MALES
San Josemaría decía:
“Es Médico y cura nuestro egoísmo, si dejamos que su gracia penetre hasta el fondo del alma. Jesús nos ha advertido que la peor enfermedad es la hipocresía, el orgullo que lleva a disimular los propios pecados. Con el Médico es imprescindible una sinceridad absoluta, explicar enteramente la verdad y decir: Señor, si quieres —y Tú quieres siempre—, puedes curarme (Mt 8,2).
Tú conoces mi flaqueza; siento estos síntomas, padezco estas otras debilidades. Y le mostramos sencillamente las llagas; y el pus, si hay pus. Señor, Tú que has curado a tantas almas, haz que, al tenerte en mi pecho o al contemplarte en el Sagrario, te reconozca como Médico divino”
(Es Cristo que pasa, san Josemaría).
Así te encuentro normalmente: escondido en la Eucaristía, pero ahí eres Médico, en la eucaristía eres medicina que cura todos los males.
En este año que acaba de terminar, el 2024, leí un relato que me encantó y que lo he compartido casi en todas las Primeras Comuniones que celebré. Dice así: “En hospitales distintos, uno al norte y otro al sur del país, dos personas recibieron, el mismo día, un terrible diagnóstico: ambos tenían cáncer en estado avanzado y probablemente les quedaba solo un año de vida.
SEGUIR LAS INDICACIONES
Los dos hombres se acongojaron. Se sentían impotentes ante la enfermedad y veían con pesimismo el futuro incierto que les esperaba. Al día siguiente, ambos vieron en el periódico una noticia esperanzadora porque se anunciaba el descubrimiento de una medicina que podía controlar el crecimiento del cáncer, e incluso, curarlo totalmente.
Los dos enfermos viajaron a la Ciudad capital para buscar al inventor de la medicina. Llegaron al consultorio el mismo día, pero con media hora de diferencia. El científico recibió a los dos con amabilidad y les entregó la misma medicina. El tratamiento era también el mismo: deberían tomar dos cápsulas diarias, una por la mañana y otra por la noche. Su siguiente cita con el científico sería hasta once meses después.
Los dos enfermos agradecieron a Dios por haber encontrado al médico, pero se preguntaban ¿Realmente funcionará la medicina? Durante la primera semana ambos siguieron las indicaciones del médico. La segunda semana, uno continuó el tratamiento al pie de la letra, pero el otro dejó de tomar la cápsula de la noche.
Para la tercera semana el primero seguía fiel a las indicaciones del médico, pero el segundo no seguía un orden. A veces tomaba la dosis de la mañana y a veces la de la noche. Los dos enfermos tenían esperanza de recuperar la salud, pero su actitud era totalmente distinta. Así pasaron once meses y llegó el momento de la nueva consulta.
ALIMENTO Y MEDICINA
El enfermo que había cumplido las órdenes del tratamiento llegó puntual al consultorio. El investigador lo revisó cuidadosamente, analizó las radiografías y le dijo con gran satisfacción: “El cáncer no sólo se redujo sino desapareció. ¡Está Ud. totalmente sano!” Después de atender al paciente, el médico esperó al otro enfermo, pero este nunca llegó.
El científico pensó: “¡Qué raro! También debería estar aquí totalmente curado”. El médico no imaginaba que, en ese momento, se celebraba el funeral de quien no se presentó a la cita. Tampoco imaginaba lo que pensaban los familiares del difunto. Ellos conversaban entre sí: ¡El doctor que le dio la medicina es un farsante! ¡Le prometió cosas que no se cumplieron! ¡Su medicina es una basura! ¡Es una medicina inútil!”.
Pero tú que escuchas este cuento puedes contestar a la pregunta: ¿Puede una medicina curar a quien no la utilice? ¿Puede un don ayudar al que lo descuida y desperdicia? La comunión es alimento y medicina para el espíritu…” (cfr. Cuentos para entender el evangelio, José de Jesús Aguilar Valdés).
SINCERIDAD ABSOLUTA
Pero claro, todo depende de si nos tomamos la medicina, de si seguimos las indicaciones del médico.
En este año, que apenas comienza, yo te recomiendo fijar la dosis. Desde ya proponerte: cuántas veces voy a ir a Misa y comulgar a la semana o cuántas veces voy a ir a visitar a Jesús en el Sagrario.
Jesús, yo sé que “con el médico hay que ser muy sinceros, para que le resulte más sencillo dar un remedio. Hago el propósito de mostrarte con claridad mis pecados, faltas e imperfecciones. En la oración, junto al Sagrario, en mi acción de gracias después de comulgar, te diré con sinceridad: Jesús me pasa esto y lo otro, cúrame.
No hay dolencia o enfermedad que Tú no puedas sanar. Todo tiene remedio, por grave que haya sido la caída, si acudo a Ti” (Acercarse a Jesús 1, Josep Maria Torras).
Acudo también a Tu Madre, que es Madre mía, a María, mujer eucarística.
Gracias de todo corazón! Que bello. Me ayudan mucho estas meditaciones. Dios les bendiga!
Lo que necesitaba para iniciar el año con buen pie!!!! Mil gracias por esta medicina que cura nuestras dolencias 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
Bendiciones Tomas, que sea un 2025 muy especial!
Lo que necesitaba para iniciar el año con buen pie!!!! Mil gracias por esta medicina que cura nuestras dolencias 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
Bendiciones Tomas, que sea un 2025 muy especial!
Gracias de todo corazón! Que bello. Me ayudan mucho estas meditaciones. Dios les bendiga!