< Regresar a Meditaciones

P. Daniel

5 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

MAR ADENTRO

Como a Pedro y los demás, Cristo cuenta con cada uno para llegar a muchos. La alegría cristiana es la clave para iluminar la vida de todos los que el Señor nos ha confiado.

En este domingo leemos un texto precioso de san Lucas en el capítulo quinto, que habremos meditado muchísimas veces, pero como todas las escenas del Evangelio, se trata de tesoros insondables.

Una y otra vez leemos la vida de Cristo, las palabras, los gestos, las acciones, reacciones del Señor y nunca podremos decir: ya lo conozco bastante, ya lo he meditado suficiente. Al contrario, mientras más vida interior, más grande se abre el panorama, el paisaje que el Evangelio nos ofrece.

Por lo tanto, hay que pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a no perder nunca la capacidad de asombro frente a los textos de la Sagrada Escritura.

Es palabra de Dios, obra de Dios, acción de Dios, con gestos humanos, palabras humanas, pero siempre es Dios quien se manifiesta a través de este Jesús de Nazaret, Señor nuestro.

«En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios»

(Lc 5, 1).

Gente sencilla, gente que no está atrapada en las redes sociales, que no está todo el día frente a la pantalla o que no van corriendo por la vida.

EN LA PROFUNDIDAD

La vida se ha acelerado muchísimo en los últimos diez, quince, veinte años y tenemos que saber bajar el ritmo, saber buscar momentos de silencio, de quietud, de tranquilidad para conectar con el Señor y también, podríamos decir, con nuestro propio yo.

Qué pena ir corriendo por la vida con un escaso sentido, poca profundidad. Por el contrario, cuando hay esa prudencia para cuidar la vida espiritual cada día, entonces lo que hacemos es normal, lo corriente, lo que nos corresponde a cada uno según sus circunstancias familiares, sociales, profesionales, etc.

Pero a la vez le damos sentido a lo que hacemos, nos vamos por la superficie de la vida, como quien surfea (el surf, ese deporte de ir sobre las olas), sino que vamos en la profundidad y vamos descubriendo tesoros maravillosos que pasarían inadvertidos si nos dejáramos llevar por una vida acelerada, una vida demasiado rápida.

Evidentemente que yo no estoy hablando aquí para gente que está en una situación de claustro o de convento -que también podría ser- pero somos cristianos corrientes en medio del mundo.

La mayoría de quienes escuchan estos audios, esa es su realidad y esto no obsta, no impide que seamos contemplativos. Al contrario, tú tienes que ser un hombre, una mujer contemplativo, contemplativa, que vas tratando a Dios, que lo llevas dentro de ti, con ocasión de lo normal, lo de cada día.

SEDIENTOS

«En aquel tiempo la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios».

Quizá por curiosidad… no tenemos por qué pensar que fuera gente curiosa, simplemente estaban sedientos de la palabra de Dios.

Que el consumismo, que el afán por tener, el afán por lograr metas humanas como si fueran lo único importante, lo determinante de la felicidad de cada uno de nosotros, no ahoye esta sed, esta hambre de escuchar la palabra de Dios.

«No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»

(Mt 4, 4).

Alimenta tu alma con el Evangelio. Busca meterte allí.

Cristo

DUC IN ALTUM

El texto de hoy es precioso porque relata cuando los apóstoles, en el borde del lago, escuchan a Cristo y en un momento que termina Jesús de dirigirse a las multitudes, dice a Simón:

«“Rema mar adentro y echad sus redes para pescar”. Respondió Simón y dijo: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada, pero por tu palabra echaré las redes”»

(Lc 5, 4-5).

Y luego viene la pesca milagrosa.

Este “rema mar adentro”, en latín, duc in altum, es una invitación de Cristo a los apóstoles en sentido real, físico de, entonces, internarse en el lago Tiberiades o mar de Galilea. Y echar las redes a pescar, no quedarse en la orilla de lo ya conseguido.

Pero también es una invitación para cada uno de nosotros en el sentido espiritual, de lanzarnos a la conquista de un amor más grande, un horizonte más amplio.

El Señor también nos invita a arriesgar. El que no arriesga no alcanza el amor.

El amor de Cristo supone dejar la seguridad de lo nuestro, de lo de siempre, de lo que siempre he hecho, de lo que he pensado o cómo me proyecto a mí mismo, a mí misma, sino dejar que el Señor entre en nuestra barca, en nuestra vida y nos vayamos con Él, mar adentro, en la aventura preciosa de seguirlo.

«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada».

NUESTRA VIDA COMO CRISTIANOS

Sin embargo, a pesar de esa constatación del hecho, Pedro se lanza y, obediente, consigue una gran cantidad de peces.

Es una imagen preciosa de lo que tiene que ser nuestra vida como cristianos. Vida espiritual, vida de piedad: oración, contemplación, formación, estudio, pero también entrega de lo que hemos recibido a los demás.

Y lo más grande que tú puedes dar a tus hijos, a tus amigos, a tus amigas, a tus compañeros de trabajo, de estudio, lo que sea, es Cristo. No es algo, sino Alguien.

Todos estamos llamados a ser apóstoles. No hay que hacer un curso para, por así decir, tener el título y, a partir de ahí, entonces lanzarse al apostolado.

La vocación bautismal es una llamada divina a la santidad, al amor y precisamente porque hemos encontrado a Cristo, el amor de nuestra vida, nos lanzamos a comunicarlo a los demás, para que también ellos lo descubran y sean felices en esta vida y luego para siempre en el Cielo.

¡Qué gozo tener a Cristo en la vida! ¡Qué gozo compartir la propia vida con Jesús!

Cristo

Les leo unas palabras -ya para terminar- del Papa Francisco al comienzo de una de sus encíclicas.

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él, son librados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

La alegría del Evangelio que llena el corazón, que llena tu corazón y te lleva a buscar que otros también lo descubran.

¿SABEMOS CONTAGIAR LA ALEGRÍA DE CRISTO?

Podemos, en este ratito breve de oración, hacernos esta pregunta: ¿sabemos contagiar la alegría de Cristo a los demás? ¿O nuestros propios pecados y miserias nos repliegan en nosotros mismos y nos impiden darnos a los demás?

El Señor no está esperando que seas una persona perfecta para que así, entonces, tengas el derecho a hablar de Él, sino que, desde nuestra propia realidad imperfecta, con limitaciones y miserias, tenemos que saber comunicar precisamente por eso al Señor.

Mira, el Señor me está sanando, el Señor me está ayudando en todo y quiero que tú también descubras lo que esto significa en la vida.

Hablar de Dios, la gente está tan necesitada de escuchar que les hablemos del Señor.

Que no nos dejemos dominar por respetos humanos, que no dejemos que nos inunde o nos neutralice el pesimismo, sino que llenos de confianza en la fuerza de su palabra y de su amor, con la acción del Espíritu Santo, a través de cada uno de nosotros, instrumentos en sus manos, nos lanzamos a llevar a Cristo a los demás, que es lo que más necesita este mundo.


Citas Utilizadas

Is 6, 1-2. 3-8

Sal 137

1Cor 15, 1-11

Lc 5, 1-11

Reflexiones

Señor, ayúdame a saber contagiar tu alegría a los demás.

Predicado por:

P. Daniel

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?