El evangelio de este domingo nos presenta parte de las bienaventuranzas. A mí me gustaría centrarme, en este rato de oración, en estas últimas dos:
“Alégrense y llenen de gozo ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo; de la misma manera, los padres de ellos trataron a los profetas.”
(cfr. Lc 6, 23).
Está hablando de cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban considerándoles infames a causa del Hijo del hombre y ahí tenemos que alegrarnos.
Pero, luego dice:
“Y a ustedes ricos que ya tienen su consuelo. ¡Ay de ustedes los que ya están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque conocerán la fricción y las lágrimas!”
(cfr. Lc 6, 24-25).
Señor, Tú eres muy claro que hay como dos realidades de las que debemos tener cuidado. La una es actuar cara al mundo y la otra actuar cara a Ti. Cuando actuamos cara a Ti, a veces, el mundo se resiente y los hombres nos odian, nos excluyen, nos insultan, nos prescriben. Nos consideran incluso infames.
Tenemos que estar dispuestos, a veces, a pasar por estas cosas, siempre y cuando tengamos esa mirada puesta en Ti. Que lo hacemos por respetar tus mandamientos.
Una cosa de este estilo puede suceder con todos los temas de la pureza. Ahora que estamos viviendo en una sociedad hiper sexualizada, a veces, hablar en contra de la pornografía, por ejemplo, o decir que no nos envíen ciertos contenidos. O mostrarnos claramente a favor de las políticas provida, a veces o si quieren de que no haya una sexualización, a veces, está mal visto.
Bueno, yo creo que es importante que nos demos cuenta de que esto es una cosa en la que tenemos que seguir a nuestro Maestro y que, a veces, tendremos que ser un poco más duros.
ESTAR ATENTOS
Soy consciente de que vivimos tiempos difíciles. Pues, la iniciación a la impureza es un delincuente peligrosísimo que ya se encuentra dentro de nuestras casas. Sí, porque está en los teléfonos, en los televisores, en la computadora, en cantidad de cosas que llaman más la atención y que están vendiendo a diestra y siniestra sexo a los niños, a los jóvenes, a las adolescentes. Eso se nota.
También veía un estudio, la proliferación mundial de los prostíbulos y las casas de juego. En la precipitación sexual con la que se relacionan jóvenes y adultos. Es decir, la impureza es un mal que amenaza a todos los hogares, pero no sólo desde fuera; sino también, a veces, desde su interior.
Precisamente por eso, debemos encontrarnos en esta guerra, que tenemos que estar más atentos. Y también darle gracias a Dios por habernos llamado a la existencia en estos tiempos que podríamos decir: No son tiempos aptos para mediocres.
Vamos a explicar un poco más esta idea. Porque Señor, Tú nos has llamado en estos tiempos que son maravillosos, pero también requieren una especial santidad, porque algunas décadas atrás la educación se impartía desde la familia y el resto de la sociedad era esencialmente, por decir la palabra casta, o sea, una sociedad en donde estaba mal vistos los desenfrenos.
Claro, en ese momento, si uno no era santo, tenía al menos la posibilidad de ser cristiano mediocre. Pero hoy la opción por una vida cristiana mediocre no es viable. Pues la sociedad y los medios de comunicación transmite con fuerza inaudita esta prédica nociva y autodestructiva. Sobre todo, los temas fundamentales vinculados al derecho de la vida, la sexualidad, la familia, el matrimonio, el noviazgo.
BUSCAR LA SANTIDAD
Y, por si fuera poco, en los hogares no siempre las ideas están muy claras a la hora de prevenir y rechazar estos embates. La anticoncepción, la bondad de la píldora anticonceptiva, por ejemplo, o los preservativos son cosas que, tal vez, se ha perdido la sensibilidad de las cosas negativas que nos traen.
Por todo esto, nos obliga a hacer el mundo más santo. So pena de que esta cultura hiper sexualizada nos descuartice a nosotros y a nuestros seres queridos. De modo que ya no se puede sobrevivir sobre los cimientos de una vida cristiana tibia.
Resulta imprescindible, como tenerse con la potestad de caminar sobre serpientes y escorpiones. Ese es el único modo de resistir los ataques constantes de la lujuria. Y esta potestad es la santidad de vida.
Recordarás que eso está recogido en el Evangelio de san Lucas y también en san Marcos:
“El que crea y sea bautizado se salvará. El que no crea se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y aunque beban veneno, no les hará daño…” (Mc 16, 16-18).
Ahora que estamos metidos en estos ambientes en donde hay tanto veneno, en donde hay tantas serpientes, pues tendremos que hacer que esta santidad de vida pase por encima de todos estos peligros.
SER COHERENTES
Por eso, te reitero la invitación a darle gracias a Dios por habernos convocado a participar de su Iglesia en este tiempo presente, que se necesita definitivamente de la santidad y no en el tiempo pasado, donde, tal vez, había tres opciones: santidad, infidelidad a Dios o tibieza.
Esa tibieza que uno podía dejarse llevar por la sociedad y a la final iba a encontrarse con algo positivo también. Sino que nos trajo al mundo, en este tercer milenio, que es un periodo histórico, donde los católicos somos menos y nuestras opciones están reducidas a solo dos: somos santos o la realidad social nos descuartiza.
O sea, con palabras más profundas: Como la realidad social nos fuerza a ser santos viviendo congruentemente nuestra fe, al levantarnos cada día de la cama deberíamos decirle a Dios con alegría: “Señor, gracias por permitirnos participar de estos tiempos no aptos para mediocres. No aptos para mediocres.”
No podemos jugar a la mitad. Por lo tanto:
“Alégrense y llénense de gozo, porque la recompensa será grande en el reino de los cielos”
(Mt 5, 12),
nos dice el Señor.
Y eso es, Señor, lo que queremos pedirte, que nos des esa fuerza y esa claridad para no poner en duda nunca nuestra pureza. Para cuidar esmeradamente la castidad y también aquellas otras virtudes que forman su cortejo: la modestia y el pudor, que resultan las que hacen de salvaguardia.
Por eso, Señor, te pedimos que nos ayudes a no pasar con ligereza por encima de esas normas que son tan eficaces, para conservarnos dignos de tu mirada. La custodia atenta de los sentidos, del corazón, la valentía de ser cobarde: de huir de las ocasiones y de las tentaciones.
FRECUENCIA DE LOS SACRAMENTOS
La frecuencia de los sacramentos, de modo particular de la confesión sacramental. La sinceridad en la dirección espiritual y también cuando caemos: el dolor, la contrición. Y por supuesto, la reparación de las faltas.
“Y todo ungido con una tierna devoción a Nuestra Señora, como decía san Josemaría, para que Ella nos obtenga de Dios el don de una vida santa y limpia.” (Amigos de Dios, 185).
Que saquemos de nuestra vida el pecado. Que con decisión saquemos toda la sensualidad que, a veces, nos puede llevar a tener la cabeza en tonterías.
Que tengamos claro que para el Señor tener un corazón puro, casto es una señal de amor profundo a Él.
En este tiempo tan difícil, intentemos primero vivir esta castidad de forma personal, pero también hagámoslo más fácil en familia: hablemos bien del amor, de la belleza de estar cerca del Señor, que nos quiere con esa mirada limpia.
Vamos a poner estas intenciones en manos de Nuestra Madre, la Virgen.
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