ESCUCHA LA MEDITACIÓN

IV ESTACIÓN: STABAT MATER

“De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre”. San Josemaría nos enseña a acompañar a María en el camino de dolor que fue el Camino de la Cruz.

Jesús encuentra a María, su Santísima Madre

Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde El pasa.

Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo.

“¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor!” (Lam I, 12).

Pero nadie se da cuenta, nadie se fija; sólo Jesús.
“Se ha cumplido la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma” (LC II, 35).

En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.

De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre.

Sólo así gustaremos de la dulzura de la Cruz de Cristo, y la abrazaremos con la fuerza del amor, llevándola en triunfo por todos los caminos de la tierra.

(Viacrucis, san Josemaría.)

SANTA MARÍA

UNA MADRE NO SE CANSA DE ESPERAR

Hoy recordamos a la Virgen junto a Jesús en el camino de la cruz. Pidámosle a Nuestra Madre continuar este rato de oración pidiéndole ayuda para saber acompañarlo a su Hijo en este camino que termina en esta Cuaresma, junto a Jesús en la cruz, igual que lo hizo ella.

Durante toda su vida, Nuestra Madre estuvo muy unida al cumplimiento de la redención y esta unión alcanza su cima en el calvario. Alcanza su cima en el camino hacia la Cruz; en la anunciación, en la alegría de su vocación, pero también con el dolor por san José o en Belén mismo, preservada del sufrimiento físico tuvo que ofrecer también el dolor de no tener más que un humilde establo y un pobre pesebre para recibir al Mesías.

Toda la vida de María está llena de alegrías y de dolores, que podríamos también nosotros meditar ahora en este rato de oración. Pero, enfocándonos en esta parte final de la vida de Jesús, cuando llegó el momento, supo presentir esa última marcha de Jesús a Jerusalén, se llenó de silencio interior.

Ella, que parecía ausente en la vida pública, estaba muy presente cuando Jesús la necesitaba. Jesús iba a subir a Jerusalén y ella ya presentía el dolor de la cruz, ya presentía el dolor de la muerte.

Como nueva Eva que era, predestinada por Dios, estuvo presente en el Gólgota al pie de la cruz y antes lo acompañó en el camino de dolor, que fue el precio de nuestro rescate.

Ella sufría junto a Jesús y, de hecho, alcanzó también el título de Reina de los Mártires. No hay dolor comparable a su dolor. Jesús la mira con amor. El alma María queda anegada en amargura, en amargura de Jesucristo, decía San Josemaría.

DIOS ESTÁ VIVO

El dolor de santa María es superior a cualquier otro dolor después del de Jesús. Ella lo acepta, lo ofrece a Dios, se sabe corredentora y desea contribuir a salvarnos. La dignidad de Jesús, que era Dios y Hombre verdadero, los sufrimientos de su Pasión y el amor que lo anima fueron méritos suficientes para saldar la deuda contraída por el hombre.

Hace unos días caminando por las calles un hombre me mira y me dice: -Un sacerdote. Yo le respondo: – Sos italiano. Eres italiano. Este hombre, efectivamente, no solamente era italiano, sino que nos quedamos hablando un largo rato y terminamos tomando un café en la esquina de esa misma calle donde nos encontramos.

Y él decía: Hay un Dios que está muerto; los católicos creen en un Dios muerto. Yo le decía que no. Que Dios no había muerto. Había muerto Jesús como hombre en la cruz, pero había resucitado y Dios estaba vivo.

Según él, decía, Dios está muerto, pero no, Dios no está muerto. La voluntad de Dios quiso que, de un modo subordinado, se añadiera también esa reparación de María Santísima. Sin más que los clavos, fue el amor que ató a Cristo a la cruz.

Pero, también María murió de amor sin ser clavada, estando al lado de la cruz acompañando a Jesús en el camino del Viacrucis, de ahí las llamamos también la Virgen Dolorosa.

Con qué sinceridad, nosotros también podemos presentarnos en primera persona, en carne propia, en carne viva, a pesar de nuestras infidelidades, a pesar de nuestros golpes, de nuestras faltas. El Señor quiere que también nosotros vivamos la cruz, que reaccionemos ante la cruz.

Estos días de Semana Santa renovemos nuestro deseo de fidelidad. No un Cristo muerto, como te decía, si no un Cristo que está vivo. Un Cristo que te quiere, un Cristo que camina con vos.

No te quiere como turista en medio de la Semana Santa, sino como un cristiano peregrino, más ahora en este año de la esperanza, en este año jubilar.

DIOS NO NOS ABANDONA

Quizá lo hemos ofendido, tendríamos que hacer muchas cosas más. Pero como estamos terminando el tiempo de Cuaresma, un tiempo de especial penitencia acordémonos también lo que decíamos el miércoles de ceniza: Recordamos que somos polvo y que en polvo nos convertiremos.

Esa es la señal del cristiano: saber que somos muy poca cosa, que somos barro, que somos cenizas. El Señor no nos ha dejado sin esperanza. No les ha dejado desalentados. Es más, lo decía el papa Francisco, que gracias a Dios ya ha salido del hospital; nos lo decía en esa carta: Dios no defrauda, Dios no defrauda.

Así como María sabía que Dios no defraudaba, también se sentía nada y sabía que Dios no le iba a abandonar en ese momento. Así como Jesús rezaba:

“Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado…” (Mt 27, 46),

y a la vez sabía que Dios no lo había abandonado; María igual, sentía ese dolor, amaba ese dolor, porque Dios se lo pedía.

Y no hay amor más grande que el que dar la vida por los demás. Ese es el amor que dio también María por su Hijo Jesús. Podemos tenerlo muy presente en estos días, que ya nos acercamos a la pasión, muerte y resurrección.

Fíjate como Dios siempre nos da una oportunidad más. Y ahora, en esta Cuaresma, tenemos esta ocasión perfecta para recomenzar una vida nueva, un tiempo nuevo, un tiempo de Pascua, un tiempo de alegría que nace de saber morir, para poder vivir.

El Señor no se cansa nunca de su misericordia, porque nos sigue dando a todos. ¿Le pedís al Señor que te acerque más a Él, a su cruz? ¿Qué amemos esa purificación, qué tomemos esa alegría? ¿Cómo es tu amor a la cruz?

RENOVEMOS NUESTRA FE

Este hombre italiano, que me encontré en la calle, seguíamos hablando sobre cómo Dios, efectivamente, a veces parece como muerto, molido, como me dicen los chicos en el colegio.

Y luego, a la vez, sabemos que Dios está muy vivo. Pero que está vivo en la medida que también nosotros lo hagamos presente, que nosotros lo acompañemos, que demos testimonio.

En esta Pascua que vamos a vivir dentro de poco, así como la Virgen sufrió, después lo llevó a la práctica, lo llevó a su vida. Lo llevó a su recomenzar en esa Iglesia primitiva, en esa primera iglesia que empezó entre muy pocos. Eran apenas doce con la elección de Matías que reemplazó a Judas.

Vos y yo podemos también como cristianos, dar la cara por los demás, dar la cara para que se muestre a Jesús en nuestra vida. ¿Cómo es nuestra fe, cómo es nuestra esperanza?

Le pedimos al Señor que nos muestre también esta oportunidad de llenarnos en nuestro camino, de renovar también nuestra fe, nuestra esperanza.

Me gustaba siempre escuchar ahí, en Roma, esa canción de Marco Frisina el Stabat mater, cuando llegaba el Viernes Santo y estaba ahí en Roma viviendo la Semana Santa, que se cantaba en el Coliseo, cada vez que íbamos junto con otros amigos a compartir esa Semana Santa Romana.

Estaba en aquel entonces el Papa Benedicto, alguna vez estuvo que hacer dentro de los muros de la Basílica de San Pedro por el sol, la lluvia. Pero, siempre escuchábamos esa canción: Stabat mater dolorosa, luxta crucem lacrimosa, estaba la madre dolorosa, junto a la cruz llorando.

Y me gustaba cantarla con mucha fuerza, como la canta también Marco Frisina.

Pidámosle a Nuestra Madre en este camino hacia la Semana Santa, que interceda por nosotros para llenarnos de alegría, para confiar en su misericordia, para llenar también nuestra vida de esperanza todos los días.


Citas Utilizadas

Jr 20, 10-13

Sal 17

Jn 10, 31-42

Viacrucis, san Josemaría

Reflexiones

Querida Madre santísima, te pedimos que, en este camino hacia la Semana Santa, intercedas por nosotros para llenarnos de alegría, para que confiemos cada día más en la misericordia de nuestro Señor y para que llenemos nuestra vida de esperanza.

Predicado por:

P. Juan Manuel

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?