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Estar con Él (V): Agradecimiento por el dolor

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Reseña:

Estuve varios días pidiéndole al Espíritu Santo que me iluminara para escribir este artículo enmarcado en el tema: el rostro del que sufre y el dolor como forma de acercarnos a Jesús. Venía de un mes intenso por un asunto médico de mi esposo y la semana que tenía que entregar el texto le harían otro procedimiento. Una vez más, el Espíritu Santo acudió en mi ayuda: la iluminación llegó de forma inesperada.

Estábamos pasando el fin de semana en el interior y coincidimos con dos parejas de amigos. A una de las esposas le habían diagnosticado cáncer hace poco. Ella se sinceró conmigo sabiendo que yo también había tenido cáncer y había recibido quimioterapia. Sentí su dolor y que me abría su alma. Me dijo lo angustiada en que se hallaba ya que los doctores le habían dicho que al tener metástasis en el hígado sus probabilidades de vida eran pocas.
En ese momento, como siempre hago cuando me encuentro en una situación así, le pedí a Dios que pusiera en mi boca las palabras adecuadas. Le dije que dejara de pensar en lo que le habían dicho los médicos. Que la última palabra la tenía Dios y que viera a la quimioterapia como el elixir de vida y sanación que necesitaba su cuerpo. Ella me miró con los ojos muy abiertos cuando le dije esto.

El elixir de vida y sanación

Le compartí lo que me había dicho una super guerrera a la que hace 17 años le dijeron que solo le quedaba un año de vida y todavía hoy sigue aquí. En ese entonces su hijo menor tenía un año, pero incluso ya lo vio graduarse de bachillerato. El cáncer es una enfermedad más que hay que enfrentar, fue lo que me dijo.

Así que añadí: no pienses en lo que va a pasar. Enfócate ahora en terminar bien el tratamiento. Que la medicina se ocupe de actuar en tu cuerpo y tú ocúpate de mantener tu alma en paz. De hacer cosas que te hagan feliz.

Ella me dijo que quería estar más cerca de Dios. Le sugerí que antes de iniciar la quimioterapia recibiera la unción de los enfermos. Le dije que a mí me la habían dado tres veces. Le expliqué que la unción de los enfermos es un sacramento. Una gracia de consuelo, paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad.  Le dije que lo consideraba el elixir de vida y sanación para el alma en un estado de enfermedad.

La etapa C

Mientras hablaba con ella recordé como si fuera hoy los días previos a que yo iniciara quimioterapia en 2019, en que tuve un ángel a mi lado: la columnista y editora panameña Julieta de Diego de Fábrega. Julieta me acompañó durante todo mi tratamiento y todavía hoy sigue estando presente en mi vida. Incluso escribió el prólogo de mi primer libro Te ofrezco mis puertas. En ese momento ella me compartió todos los artículos que escribió durante La etapa C, que fue cuando tuvo cáncer hace más de quince años.

Los busqué y se los empecé a leer en voz alta a mi amiga. Al estar leyendo el que se titula Agradecimiento por el dolor, del 25 de julio de 2008, los ojos se me aguaron, se me quebró la voz y tuve que parar. Respiré profundo y en ese instante sentí la chispa de la inspiración para escribir este artículo.
Cuando pasan estas coincidencias, o más bien diosidencias, veo que Dios va armando los rompecabezas de mi vida de una forma maravillosa.
A continuación, les comparto un extracto de este artículo.

Agradecimiento por el dolor

La palabra gracias suele traer a las mentes imágenes agradables. A nuestros semejantes agradecemos un regalo, un cumplido, una invitación, y a Dios, generalmente, agradecemos cosas más importantes como un hijo, un milagrito o simplemente el hecho de haber tenido una vida buena.

Muy pocas veces comprendemos que el dolor es también algo que debemos agradecer y que el “sufrimiento”, como lo conocemos los mortales, es uno de los regalos más hermosos que puede darnos Dios, pues a través de él podemos asomarnos un poquito a lo que fue la vida de nuestro hermano Jesús, a quien muchas veces sólo conocemos superficialmente y “por lo que otros nos cuentan”.

Entregar al señor todo mi dolor

Si veo el cáncer como una causa de dolor tengo entonces que pensar que Dios vio en mí a una persona especial. Me escogió y me fue preparando durante años para el dolor que hoy me envía. El decir que soy una persona especial ante los ojos de Dios no implica que soy mejor que otras ni mucho menos, quizás soy peor y por esto el Señor decidió completar mi educación. Pero mejor, peor o igual, el caso es que aquí estoy, entregando al Señor todo mi dolor con el fin de lograr entender un poquito mejor el suyo.

Señor, te agradezco mi dolor

Es por eso que modesta y humildemente digo al Señor: te agradezco mi dolor, de todo corazón te lo agradezco. Y espero que con él me mandes la sabiduría necesaria para aprender a manejarlo.

De joven no entendía muchas situaciones que veía suceder a mi alrededor. Pensé, como muchos, que Dios era injusto al enviarles “cosas malas” a “personas buenas”; ahora entiendo, ahora sé que las “cosas malas” no lo son, Dios sería incapaz de hacernos sufrir sólo porque sí; son lecciones un poquito más difíciles de aprender nada más, pero si ponemos empeño obtenemos de ellas grandes beneficios.
No me quejo, Señor, no pregunto por qué… siempre para qué.

El dolor nos une

Este artículo me hace reflexionar sobre los cuatro años transcurridos, no por lo que viví sino por cómo he convivido con el dolor una y otra vez. Y ha sido a través de muchas chicas que tuvieron cáncer y que ya no están con nosotros, las que todavía siguen batallando y las nuevas que se unen a la batalla.

Estas relaciones han logrado que sea menos egoísta, ya que he tenido que olvidarme de mí para poder ayudarlas. En cada una de estas maravillosas guerreras he visto tatuada la cara de Jesús. No he conocido a una sola que no se haya volcado a pedir su ayuda, diciéndole: Jesús, en ti confío. Pero es una confianza consciente de que Él sabe lo que es mejor para cada una.

Claro que he sentido dolor y he llorado a mares cuando alguna de ellas ha muerto, pero sé que Dios las recibe en su seno y ya nunca más volverán a sufrir. Además, cada una me ha dejado una enseñanza, algo que siempre recordaré. Y con las que han superado la enfermedad y las que siguen batallando nos une un lazo que es muy difícil de romper. Es el dolor que nos une.

El dolor es una forma de conectar con Jesús

En la convivencia que he tenido con cada guerrera queda claro que el dolor es una forma de conectar con Jesús y que el sufrimiento es el regalo más precioso que puede darnos Él, y que al entregarle nuestro dolor podemos entender mejor el suyo.
Ahora tengo por delante apoyar a otra guerrera. Terminando de escribir este artículo ella llegó a mi casa con su hermana a recoger las pañoletas que utilicé durante la quimioterapia, las cuales, en estos cuatro años, han pasado de una guerrera a la otra.
Esas pañoletas llevan el dolor que yo pasé, y al entregarlas se unen al dolor de cada una, al rostro del que sufre y en esa unión se hacen más fuertes.
No hay entonces que quejarse por el dolor, que comparado con el de Jesús, será mínimo, y que ofrecido por la salvación del alma es un precio pequeño que pagar.

Gracias, Señor, por el regalo del dolor que hace que nos acerquemos más a Ti.

 

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