Cuando se habla de los ángeles, no faltan quienes se sonríen maliciosamente, como dando a entender que es un tema pasado de moda o simplemente que es un cuento muy bonito para hacer dormir a los niños. No faltan, incluso, quienes se atreven a confundirlos con los extraterrestres o niegan su existencia, porque «nadie» los ha visto. Sin embargo, la existencia de los ángeles es una de las verdades de nuestra fe católica.
Dice el Catecismo:
«La existencia de seres espirituales no corporales que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles es una verdad de fe» (cfr. 328). Los ángeles «son servidores y mensajeros de Dios» (Cfr. n° 329). «Son criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales y superan en perfección a todas las criaturas visibles» (Cfr. n° 330).
Desde el espacio sideral
La astronauta soviética Valentina Tereskova declaró a finales de los años 60: «Todos los astronautas de la Unión Soviética son comunistas y ateos. Ninguno de nosotros ha visto en el cosmos ni ángeles ni arcángeles, y pienso que nuestros colegas de Estados Unidos tampoco los han visto en el espacio».
Interrogado acerca de esta declaración, el astronauta americano James Mc Divitt, que es cristiano, hizo la siguiente observación: «Me parece que no hay diferencia entre “aquí abajo” y “allá arriba”. Si usted vive aquí abajo un trato de intimidad con los ángeles y con Dios, también allá arriba vivirá usted esa intimidad. Si no siente usted su presencia en la Tierra, tampoco la sentirá en la luna o en Marte».
Una persona que tiene fe cristiana cree en las palabras de Jesús: «Guárdense de despreciar a uno solo de estos pequeños; yo les digo que sus ángeles en los cielos están viendo continuamente el rostro de mi Padre, que está en los cielos» (Mt 18, 10).
Cada uno tiene su propio ángel
Esto es lo que nos ha revelado Jesucristo: cada ser humano tiene un ángel que lo acompaña toda su vida para protegerlo de los males espirituales (tentaciones al pecado) y, a veces, incluso, de males temporales. Así nos lo recuerda el Catecismo, n° 336: «Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida».
En el Nuevo Testamento es tan viva la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio, que cuando San Pedro, al ser sacado de la cárcel, llega a llamar a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos de Jesús, ellos creen al principio, que no es Pedro en persona y exclaman: «Será su ángel» (Hechos 12, 15).
En el año 800 se celebraba en Inglaterra una fiesta de los Ángeles de la Guarda. Y en el año 1608 el Papa extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la colocó el día 2 de octubre.
¡Qué seguridad nos da caminar por la vida terrena sabiéndose protegidos y acompañados por este amigo invisible, nuestro Ángel de la Guarda o Ángel Custodio!
Una gran fiesta en la tierra y en el cielo
Aprovechemos esta fiesta del 2 de octubre para agradecer a nuestro ángel su “dulce compañía” y le repetiremos lo que le decimos desde niños “no me desampares ni de noche ni de día”.
Ese día sucedió un hecho histórico. Madrid, martes 2 de octubre de 1928. Un joven sacerdote de 26 años está haciendo unos días de retiro espiritual en la residencia de los misioneros de San Vicente de Paul. Es el mediodía y está recogido en oración en su habitación.
Medita unas anotaciones espirituales que ha ido escribiendo en los últimos años. En ese momento suenan las campanas de la cercana parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Y, sorpresivamente «vio» el Opus Dei, recibió una inspiración de Dios que le ilustraba con claridad sobre lo que debía ser el Opus Dei, su naturaleza, su espíritu y su apostolado.
En sus Apuntes íntimos anotó: “Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé ‑estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática‑ di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. (…) Ese día el Señor fundó su Obra.”
¡Qué conmoción interior…, qué alegría debe haber sentido en su corazón Josemaría Escrivá!
Él siempre había tenido gran amistad con su Ángel Custodio. Nunca olvidará que en esa fiesta de la Iglesia Católica el Señor le mostró un proyecto divino revolucionario: la santidad en el mundo del trabajo.
Devoción a los ángeles
San Josemaría cuenta de la devoción a su Custodio:
“Ayer se paró mi reloj de bolsillo. Resultaba el caso un compromiso para mí; porque no tengo otro reloj y porque mi capital asciende, en la actualidad, a setenta y cinco céntimos […]. Hablando con mi Señor, le indiqué que mi Ángel Custodio, a quien Él ha dado más talento que a todos los relojeros, arreglara mi reloj. Parecía no oírme, puesto que volví a mover y a tocar y retocar, en vano, el reloj estropeado. Entonces […], me arrodillé y comencé un Padrenuestro y un Ave, que me parece no llegué a terminar, porque cogí de nuevo el reloj, toqué las saetas… ¡y echó a andar! Di gracias a mi buen Padre”.
A su Ángel custodio se le daba bien la mecánica: “el Relojerico, le llamaré desde ahora”, escribe. Al Ángel, no le faltó trabajo porque pasaron muchos meses antes de que el Padre Josemaría pudiera pagar el arreglo del reloj.
La Iglesia festeja a los Ángeles Custodios y también agradece a Dios que haya abierto este camino espiritual -el Opus Dei- donde muchos millares de personas encuentran un camino al Cielo.
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