La gran pregunta:
¿Cómo leo la Biblia?
¿Por dónde comienzo a leer?
¿Cómo comprender el Antiguo Testamento?
¡Y los Salmos! no los entiendo;
¿por qué hablan de odio, venganza, del Señor de los ejércitos; si Jesús vino para enseñar lo contrario?
Algo muy importante que debemos saber, es que la Biblia no se lee como un libro normal, la Biblia es la Palabra de Dios, lo que Dios ha querido revelarnos.
Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso se puede empezar por leer cualquier parte de la Biblia, no hay orden.
Para manejar la Biblia, el Padre Ignacio Larrañaga utiliza la “Pequeña Pedagogía.” Son una serie de puntos con excelentes consejos “Para meditar y vivir la Palabra”. Una vez que la utilizas, te das cuenta de que es mucho más que una serie de sugerencias, es una novedad que cambia para siempre el significado de la Biblia.
Siguiendo esta metodología poco a poco sientes cómo el Señor te habla, te guía, está literalmente pendiente de ti, te enseña cómo debes vivir y sobre todo cómo Dios te ama. Solo así puedes amar a Dios.
Debemos reflexionar de que: No es igual escuchar que oír. Se puede oír llover, distraídamente. Pero cuando decimos escuchar la Palabra, quiere decir que debemos concentrarnos con todos nuestros sentidos para poder abrir los oídos, la mente y el corazón y escuchar expectantes la Palabra.
PEQUEÑA PEDAGOGÍA
Esta metodología ha ayudado a muchísimas personas, es un resumen tomado del libro Encuentro de Ignacio Larrañaga.
DISPOSICIÓN PREVIA:
1.- Procura tener el alma vacía, abierta, tranquila, sin ansiedad, serenamente expectante, pues es el Señor el que viene, en su Palabra, a tu encuentro.
2.- Una vez escogido el texto y después de invocar al Espíritu Santo, haz una lectura lenta, muy lenta, con pausas frecuentes, pensando que Dios te está hablando a ti, en este momento, con las palabras que estás leyendo.
3.- Tiene que ser una lectura desinteresada, sin buscar utilidad alguna, como podría ser esforzarse por ver la solución a tus problemas…el Señor se manifestará libremente según sus designios y proyectos para tu vida.
LECTURA ESCUCHADA:
4.- Mientras vas leyendo lentamente, escucha a Dios; es el Señor el que te está hablando de persona a persona, Estas palabras tan antiguas las está pronunciando el Señor en este momento para ti. Escúchalo con una atención receptiva y serena, sin ansiedad alguna.
5.- No pretendas tanto entender intelectualmente lo que estás escuchando, no te esfuerces tanto por averiguar qué significa esta frase, qué quiere decir este versículo sino qué me está queriendo decir el Señor a mí con estas palabras. Si algunas expresiones no “te dicen” mucho, o no las entiendes, no te quedes estancado o ansioso. Pasa adelante con calma y libertad.
DETALLES PRÁCTICOS:
6.- Puede suceder que algunas expresiones te conmuevan despertando en ti resonancias profundas y desconocidas. Detente ahí mismo: da vueltas en tu mente y en tu corazón rumiando, ponderando y saboreando esas expresiones.
Toma un lápiz y subráyalas, y escribe al margen una palabra o una breve frase que sintetice aquella impresión.
7.- Cuando en la lectura escuchada aparezcan nombres propios como Israel, Jacob, Samuel, Moisés…sustitúyelos por tu propio nombre personal, pensando y sintiendo que el Señor está dirigiéndose a ti con tu propio nombre.
8.- Si la lectura no “te dice” nada, quédate tranquilo y en paz. Podría suceder que ese mismo pasaje, leído otro día, “te diga” mucho. Por encima de nuestra actividad humana está el misterio de la gracia que, por esencia, es imprevisible. La “hora” de Dios no es nuestra hora. En las cosas de Dios es necesario tener mucha paciencia.
9.- No te esfuerces tanto en captar y poseer exactamente el significado doctrinal de la Palabra, sino más bien procura meditarla gozosamente en el corazón, como María, dándole vueltas en la mente, dejándose inundar por dentro de las vibraciones y emociones que se desprenden de la proximidad de Dios. Y “conserva la Palabra”, es decir: que sigan vibrando en tu interior esas resonancias a lo largo del día.
SALMOS:
10.- Los Salmos no se leen, se rezan. Ten anotados en tu cuaderno los Salmos que más “te dicen”, clasificados según diferentes sentimientos como admiración, gratitud, comprensión, alabanza….
Esfuérzate por sentir con toda el alma el significado de cada frase, identificando tu atención y emoción con el contenido de las expresiones, expresándolas con el mismo tono interior que sentían los salmistas.
Colócate imaginativamente en el corazón de Jesucristo, y trata de sentir lo que Él sentiría al pronunciar estas mismas palabras. Con la ayuda del Espíritu Santo trata de identificarte con la disposición interior de adoración, asombro y acción de gracias del corazón de Jesús, en el espíritu de los Salmos.
COMPROMISO DE VIDA:
11.- Procura cuestionar tu vida a la luz de la Palabra, aplicando permanentemente la Palabra escuchada a la situación concreta de tu vida, preguntándote a cada momento: “¿Qué me está diciendo Dios en esta frase para mi vida?», «¿en qué sentido los criterios divinos encerrados en esta Palabra interpelan mi modo de pensar y actuar?», «¿en qué aspectos debo cambiar?», “¿qué haría Jesús en mi lugar?”. En la medida en que tu mente se adapte a la “mente” de Dios, serás discípulo del Señor.
Si en cualquier momento de la lectura escuchada tu corazón siente el impulso de orar, déjalo libremente desahogarse con el Señor
.
EN RESUMEN:
- Lee la Palabra lentamente
- Saboréala gozosamente
- Medítala cordialmente
- Aplícala diligentemente
Que la Palabra sea para ti:
- Lámpara que ilumine tu camino
- Pan que alimente tu alma
- Fuego que encienda el fervor
- Ruta que te conduzca a la salvación
- Latido que aliente tu espíritu
- Vida que nunca se acabará
Este es el instrumento que te guiará, de una manera segura, a conocer a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo a través de su Palabra, la Sagrada Biblia.
Lee la segunda parte de este artículo AQUI
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