Vivir en comunión con Dios, es poseerle. Vivir en comunión con los demás, es imitar a Cristo.
Si Dios quien es el Amor más grande cabe en nuestro corazón, también caben nuestros hermanos. La fraternidad es la amistad entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. Para reconocer al prójimo como mi hermano, primero tengo que reconocerme como Hijo de Dios. Un Hijo de Dios que ha sido amado, salvado y perdonado por Cristo. Si queremos vivir en comunión con Él y con los demás debemos de amar, perdonar y salvar almas.
Misericordia
Aquel que sepa deletrear la palabra A-M-O-R entrará al Cielo. Jesús no nos pide ‘ofrecer sacrificios’ sino ser misericordiosos: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.” Oseas 6, 6-7.
Pero, ¿qué es la misericordia?
El Papa Francisco la describe como “Un viaje del corazón a las manos”. El Santo Padre, en varias ocasiones utiliza la palabra ‘viaje’ para describir la misión cristiana. Un viaje implica salir del lugar de donde estamos. Ser cristiano es salirse de uno mismo para dejar entrar a Dios y a los demás. Ser misericordioso es dejar entrar la miseria del otro a nuestro corazón.
¿Cómo podemos ser misericordiosos?
Aprender a mirar
Sabiendo que somos imperfectos, Dios acepta todas nuestras maneras imperfectas de amarle. Si supiéramos cómo Dios ve a cada uno de nuestros hermanos, no nos fijaramos en apariencias sino en corazones.
Nuestra mirada debe de ser como la de Cristo: compasiva y detallista. Porque Jesús ama sin condiciones, sin excluir a nadie. Ser misericordioso es aprender a mirar. A fijarnos en quienes pasan desapercibidos, a mirar con ternura a quien no se puede ver al espejo.
Nuestra mirada debe de ser comprensiva, no prejuiciosa. Debe de buscar entender sin juzgar.
Rezar por los demás
Todos fuimos amados y por lo tanto llamados. “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.” (Juan 1, 45-51). Esta es la vocación que tenemos todos los bautizados de encontrarnos con Cristo. En nuestros encuentros con Él, como un hijo que habla con su padre, le pedimos por nuestros miedos y por nuestros sueños.
Pero, ¿pedimos por los demás?
Tú que conoces el poder de Dios, pide por aquellos que no lo conocen. Tú que te encuentras con Cristo, lleva a otras almas a su encuentro. Pues, “si la fe mueve montañas, la caridad revoluciona el mundo.” (José Luis Alfaya, Agosto 2023, con Él) y rezar por las necesidades de los demás es la mejor ofrenda de amor.
Hacer obras de misericordia
La frase del Papa Francisco que describe la misericordia como “un viaje del corazón a las manos” me hizo pensar en las obras de misericordia corporales. Pues algunos de estos actos requieren de nuestras manos: “Dar de comer al hambriento”, “Vestir al desnudo.”, “Dar de beber al sediento.”… Muchas veces, Dios nos pedirá que nos ensuciemos las manos para limpiar nuestro corazón.
Cada obra de misericordia, sea corporal o espiritual, puede realizarse de manera auténtica. Podemos vestir al desnudo, arropando con palabras de aliento al que se siente vulnerable. Podemos acoger al peregrino, aceptando a alguien diferente a nosotros.
Podemos amar de muchas maneras, y siempre podemos amar mejor.
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.” (Mateo 5:48). Cuando Jesús nos pide esto, en realidad nos pide ser perfectos en el amor. ¿Sabías que a medida que el corazón envejece, tiende a agrandarse ligeramente? ¡Qué suerte que con los años, podamos amar más y mejor!
Trascender de uno mismo
Quien se reconoce como Hijo de Dios se plantea ideales altos, pues aspira heredar el premio más grande de todos: El Cielo. Conocer el modelo de Cristo, nos hace alinear la voluntad de Dios a la nuestra porque actuamos para agradar a nuestro Padre.
Trascender no sólo implica salvarnos, sino que se salven TODOS. La persona que conoce a Cristo trasciende, pues entiende que es necesario que sus amigos y familiares también se salven.
Para entrar en comunión con Él y con los demás debemos mirar como Cristo, rezar como Cristo, actuar como Cristo y sobre todo AMAR como Cristo: cada día más y mejor.