En la carta a los Efesios encontramos una declaración interesante que puede parecer un poco sorprendente: Dios nos eligió antes de la creación del mundo para ser santos y sin mancha en Su presencia, por amor (Ef 1,4-5). Esto muestra como Dios actúa, revelándonos Su misterio de amor hacia Sus criaturas. Es un misterio que estuvo oculto desde siempre en el corazón mismo de Dios y que, en el momento adecuado, nos fue revelado claramente.
Dentro de esta manifestación del amor divino, a algunos nos ha llamado para ser cristianos, conocer sus enseñanzas y vivirlas más a fondo. Además, entre los cristianos ha escogido a algunos para participar de manera más íntima en su servicio ministerial, para que puedan ser canales de la presencia de Jesús a través de los sacramentos, estos son los sacerdotes.
Es importante recordar que la vocación cristiana viene antes de la vocación específica al sacerdocio, pero ambas están estrechamente relacionadas en el misterio del amor divino. Esto significa que, aunque algunos sean llamados a ser sacerdotes y otros a vivir su fe como laicos, todos somos parte del mismo misterio del amor de Dios.
Al recordar la vida y el legado del Santo Cura de Ars, es valioso detenernos a reflexionar sobre las características que deben tener los sacerdotes en la actualidad. Estos hombres dedicados al servicio de Dios y de su comunidad enfrentan desafíos y responsabilidades significativas. Por lo tanto, es importante que como fieles, les apoyemos y pidamos por ellos, reconociendo su llamado y animándonos a cultivar virtudes como el amor, la entrega, la santidad y la cercanía con Dios.
¿Qué es ser cura?
Dice el Magisterio que la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que nace del sacramento del Orden. La santidad es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia, que es santa y nos quiere santos, porque ésta es la misión que Cristo le ha encomendado. Cada uno de los sacerdotes debe ser santo, también para ayudar a los hermanos a seguir su vocación a la santidad.
En la Sagrada Escritura encontramos un pasaje que revela el profundo amor de Cristo en su crucifixión: «Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua» (Jn 19,34). Este detalle nos muestra la realidad de la muerte de Jesús y su entrega total, hasta la última gota de su sangre.
Este acto gráfico muestra la intensidad del amor de Dios por la humanidad y nos da la certeza del amor y la vida nueva. Las heridas en las manos y el costado de Cristo son un recordatorio de su amor ilimitado, como lo reconoció Tomás al contemplar y tocar esas marcas: «Hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene» (1Jn 4,16).
¿Qué conlleva ser Sacerdote?
Esto también resalta la exigencia que conlleva ser sacerdote, ya que se espera que su entrega sea tan radical como la de Jesús. En pocas palabras, la vida de un sacerdote encuentra sentido en la donación a las almas. Este es el camino hacia la felicidad para aquellos que se han entregado a Dios y han recibido el don del sacerdocio.
Es cierto que la realización del bien requiere fortaleza, capacidad de exigirse, de vencer la inclinación contraria al sufrimiento, al trabajo, a las dificultades, porque es verdad que nada serio puede hacerse en esta vida sin que cueste. Todo lo que vale, cuesta. Vivir el sacerdocio requiere luchar por ser virtuoso, como lo explica esta meditación (https://www.10minconjesus.net/coraje/).
Con ayuda del Cura de Ars
A través de este artículo, deseamos recordar a todos la relevancia de orar y brindar nuestro apoyo a aquellos que han respondido al llamado de Dios para servir en el ministerio sacerdotal.
Frases que se atribuyen al cura de Ars sobre el sacerdocio:
«El sacerdote es el amor del Corazón de Jesús.»
Como sacerdotes, somos llamados a ser el rostro y las manos de Jesús en el mundo. Nuestra vocación es ser testigos vivos del amor y la misericordia divina, recordando siempre que nuestra principal misión es amar a Dios y a nuestros hermanos.
«El sacerdote no es para sí mismo, sino para los demás.»
Nuestro servicio como sacerdotes está centrado en los demás, en las necesidades espirituales de la comunidad. Debemos estar dispuestos a renunciar a nosotros mismos, a nuestras comodidades y deseos, para estar al servicio de los demás y llevar la luz de Cristo a sus vidas.
«El sacerdote se convierte en sacerdote cuando está de rodillas.»
La oración
Es el fundamento de nuestro ministerio. Debemos cultivar una vida de oración profunda y constante, encontrando tiempo para el silencio, la adoración y la contemplación, para estar en comunión con Dios y poder llevar esa comunión a los demás.
«El sacerdote es un tesoro que Dios encierra en el corazón de la Iglesia.»
Somos instrumentos de la gracia de Dios y hemos sido elegidos para servir a la Iglesia y a sus miembros. Debemos ser conscientes de la responsabilidad y el privilegio que esto conlleva, buscando siempre la santidad y la fidelidad al Evangelio.
«El sacerdote se hace sacerdote en el altar.»
La Eucaristía
Es el centro de nuestra vida y ministerio sacerdotal. Debemos celebrar la Misa con reverencia y devoción, reconociendo la presencia real de Jesús en el pan y el vino consagrados. A través de la Eucaristía, nos unimos más íntimamente a Cristo y somos fortalecidos para llevar su amor al mundo.
«Un sacerdote no se queda solo en un lugar. Va a todas partes donde hay una necesidad de él.»
Como sacerdotes, estamos llamados a salir de nuestras comodidades y seguridades para llevar el amor y la esperanza de Cristo a todos los rincones del mundo. Debemos ser misioneros valientes, dispuestos a ir a donde se nos necesite, especialmente a los más alejados y marginados.
El legado del Cura de Ars
Sigue vivo en nuestras vidas como sacerdotes, recordándonos constantemente el llamado al amor y al servicio. Estas frases y reflexiones son un recordatorio de la belleza y el desafío de nuestra vocación, y pueden ser compartidas con todos aquellos que buscan crecer en el amor y la entrega a los demás. Que el ejemplo y la intercesión del Cura de Ars nos inspiren en nuestro camino como sacerdotes, siempre dispuestos a amar y servir en nombre de Cristo.