1. Un corazón inmenso
A mediados de junio nos alegramos muchísimo honrando y manifestando nuestro cariño al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María. No era para menos: ¡lo más grande, lo más profundo, lo más increíble de una persona reside en su corazón! ¡Cómo no querer asomarse y conocer y amar a fondo nada menos que el Corazón de Jesús y el Corazón de María Santísima!
Pues bien, un corazón inmenso al que podemos asomarnos cuanto antes es al corazón de San José. Por eso el Papa Francisco escribió un texto tan animante y ágil como Patris Corde: para ayudarnos a recorrer un camino hecho a nuestra medida.
Ya lo decía san Josemaría en una meditación de marzo de 1971, asombrado ante la sintonía de la Sagrada Familia: “eran tres corazones, pero un mismo amor”. ¿Cómo no aprovechar este camino abierto para nosotros?
2. Siempre nos echa una mano
Siempre es siempre. San José ayuda siempre. Y punto.
Esa fue la experiencia de una mujer como santa Teresa de Ávila, que vivió intensamente su siglo y rompió suficientes esquemas como para que se hable de ella unos cuantos más. Dejó escrito “no me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”.
Teresa también puso a san José en primera plana. Al que pasó años de trabajo sin ninguna pirotecnia en Nazaret lo señalaba como maestro de vida interior y como un intercesor infalible ante Dios.
Pero, además, no solo en toda ocasión, sino en cualquier tema que uno pueda llegar a encargarle: “a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad, a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas”.
Y así no sorprende que el Papa Francisco haya decidido hacer una pequeña-y-no-tan-pequeña modificación en las oraciones de la Santa Misa. En concreto, dispuso que en todas las misas se acuda a la intercesión de san José. Antes solo estaba en una de las plegarias eucarísticas; ahora, en todas. Siempre. No es para menos, ¿cierto?
3. Potencia muscular
En el siglo de Teresa, otros dos siguieron también esa pista. Dos pintores se atrevieron a mostrar a san José joven, fuerte, activo y con los pies muy puestos en la tierra. El Greco y Murillo; vaya par de genios. Basta con googlearlos ocho segundos.
El Papa publicó el texto con el que convoca este Año de san José en la Inmaculada del año pasado. En breves páginas esboza la personalidad del Santo Patriarca, delineándola con siete rasgos. José es un padre amado y es padre en la ternura, en la obediencia, en la acogida, de la valentía creativa, trabajador y en la sombra.
Son rasgos que responden a profundas virtudes, cualidades que todos nosotros deseamos tener. Y así como en el cuerpo los músculos nos permiten realizar acciones, nos dan la potencia de hacerlas realidad, en el alma contamos con algo parecido. Seguramente el trabajo en el taller dio a san José, entre otras mil cosas, un par de brazos fuertes y llenos de habilidad. Pero no menos potencia, y para grandes proyectos, llenaba su corazón. El Papa Francisco nos anima a contemplarlo y acudir a su intercesión.
¿Tengo ganas de aportar mucho más al presente y al futuro de mi país? ¿Me quema por dentro el deseo de rezar con más cariño, con más constancia, de un modo más personal? Basta abrir los ojos: en primera plana, san José.
Vale la pena leerlo, enciende el corazón en deseos de enamorarse de Jesús, nos da confianza que pidiéndole a San José, el nos ayudará y podremos hacer de Chile un país de hermanos.
Vale la pena leerlo, enciende el corazón en deseos de enamorarse de Jesús, nos da confianza que pidiéndole a San José, el nos ayudará y podremos hacer de Chile un país de hermanos.