“Saber compartir el pan y el vino eucarísticos en la mesa de la creación en la que Jesús se da generosamente, es mostrar la fuerza sanadora del sacramento de la eucaristía”.
“La eucaristía como sacramento trascendente, nos vincula a esa experiencia del Dios que está en nosotros y que va más allá de nosotros, y al mismo tiempo nos humaniza porque ella se celebra en entornos concretos, con productos de la naturaleza, transformados por el trabajo humano, trabajo que transforma lo que la creación nos da…y en este caso para bien”.
Asimismo, habló del consumismo y como el abuso de los recursos causa la desaparición de la dimensión fraterna de la eucaristía y se rompe la relación con los demás y la creación. l
Para hacer frente a esto nos invita mirar nuestro entorno con esperanza en Dios y confiando en su misericordia y ternura capaz de preparar nuestra limitaciones y las consecuencias de mal causado, desde la libertad dada.
“Dios respeta nuestra libertad, no se ponen, se ofrecen. En el misterio de la Cruz, este ofrecimiento alcanza su expresión máxima”.
Debemos proteger y dar buen uso a los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos, debido a que de los seres creados somos los únicos capaces de actuar con intencionalidad sobre el resto. Nuestra relación con los recursos debe ser bajo la mirada de la participación y no de dominación.
Finalmente, insistió en volver a pensar de manera global en “Laudato si’”, encíclica escrita por el Papa Francisco en 2015, y actuar en consecuencia de forma local.
Artículo escrito en colaboración con el Equipo IEC – Quito 2024