Durante mi retiro anual, leí el libro ¿Dios en off?: trampas en las que perdemos a Dios, de José Pedro Manglano.
Mientras avanzaba en la lectura me percaté de que, previo al retiro, había tenido a Dios en “off”, lo había apagado y por eso es que había estado tan inquieta.
¿En qué momento puse a Dios en “off”?
Una amiga muy querida estaba atravesando unos días difíciles. Sobreviviente de cáncer, como yo, libraba una nueva batalla, una difícil batalla. Me afectó muchísimo ya que he recorrido con ella la aventura que ha tenido desde que la diagnosticaron en el año 2019, igual que a mí. Pero su camino ha sido más accidentado que el mío. Y por mucho
A pesar de los sentimientos que me embargaban, tenía que estar fuerte para apoyarla y alentarla para que siguiera abriendo las puertas que llegaran a su vida. No había oportunidad para congelarse. Sí para titubear, tener miedo, para llorar…, pero la sacudida debía llegar rápido para seguir abriendo las puertas siempre. Yo tenía que estar allí para sacudirla.
Pero, precisamente, estar fuerte me hacía sentir agotada y lloré mucho porque en el fondo tenía miedo. Miedo de que el cáncer también me volviera a mí. Estaba preocupaba por ella, porque la quiero mucho, y me duele por lo que está pasando. Pero a la vez tenía miedo.
Me dejé sumir por la inquietud. Me olvidé de que tenía a mi lado a quien podía escucharme y compartirle lo que me pasaba: Dios, que siempre nos espera.
Y eso pasó porque descuidé mis ratos de oración, mis momentos de conversación con Dios y poco a poco lo fui apagando.
Dios calma la tempestad
En medio de los sentimientos que me embargaban, pensé que no tendría mi mente despejada para ir al retiro. Lo había pospuesto dos veces: una porque tuve covid y la otra porque sería el fin de semana previo a la feria del libro, que son unos días de muchas coordinaciones.
El retiro iniciaba un viernes. Una de las organizadoras me llamó el lunes y me dijo: Tere, te estamos esperando.
Le respondí que si no se resolvían algunos asuntos antes del viernes no podría ir y le pedí que por favor rezara para que lo lograra.
Uno de esos asuntos eran las decisiones que se tenían que tomar en un proyecto en el que estoy trabajando. Si eso no sucedía, no tendría mi mente tranquila para irme al retiro.
El retiro de septiembre sería el penúltimo del año. El último sería el día escogido para que el proyecto salga a la luz y, por tanto, no podría ir.
Ese lunes volví a conversar con Dios después de varios días de no hacerlo y le pedí que despejara las aguas para poderme ir tranquila. Y las aguas milagrosamente se calmaron. A mi amiga se le abrió una puerta maravillosa. Y en el proyecto, gracias al análisis que hice, se tomaron las decisiones correctas.
No hay duda de que la mano de Dios intervino. Él quería que yo asistiera a mi retiro anual para que leyera ¿Dios en off?, que inspiraría este artículo.
Tu historia de amor con Jesús
En este libro, su autor dice que desde el momento en el que me decido a seguir a Jesús, no estoy sola. Más nunca lo estaré y que el secreto está en no olvidar nuestra historia de amor con Jesús.
Cuando leí esto pensé en que mi esposo y yo siempre decimos que una de las cosas que nos ha ayudado a llegar a los casi 40 años de matrimonio, es que nunca olvidamos cómo nos enamoramos. Esa primera cita. Ese primer beso. Nuestra historia de amor.
Y así supe exactamente cuándo me enamoré perdidamente de Jesús. Lo supe el día que mi vida cambió, pero los días previos al retiro me olvidé de esa historia de amor con Él.
Es algo que ya me ha pasado otras veces: al estar inmersa en algún proyecto, con muchas actividades, empiezo el día sin hacer mi rato de conversación con Dios. Y si paso varios días así, me voy complicando yo sola: por ejemplo, pierdo la paciencia con mi esposo y mi mente de ardilla no para de pensar. Pierdo el orden en mi vida.
Pero cuando inicio el día con esa conversación íntima con Dios, todo transcurre diferente, estoy más serena. Me siento en la mañana en mi rincón antes de desayunar y le cuento todo a Él. Pero todo, lo bueno, lo no tan bueno, mis sueños, mis preocupaciones, mis miedos, se los dejo a Él.
Leyendo el libro comprendí que así mantengo viva mi historia de amor con Él. De esa forma es que mantengo a Dios en “on”.
Pero cada historia de amor es individual. Mi historia de amor con Jesús no se parece a la de ninguna otra persona. Y esto significa que no me puedo estar comparando con otra. Yo debo cuidar mi propia historia de amor con Él.
Las crisis mantienen a Dios en “on”
Una frase que me impactó del libro es cuando Manglano dice: “No se trata de engañarse diciendo que va bien lo que va mal. Se trata de incluir cualquier cosa que me sucede, cualquier suceso que vivo un día cualquiera, en mi historia personal de amor con Jesús”.
Los días previos al retiro excluí a Dios de lo que me pasaba. En lugar de haberlo sumado y haberle dicho el miedo que tenía, lo aparté y lo fui apagando.
En el libro se dice que podemos entender la vida como un proyecto y que en todo proyecto hay épocas. Un tipo de épocas son las crisis. En estas se sufre, pero para sufrir hay que madurar, hay que crecer espiritualmente.
Comprendí que yo he madurado espiritualmente. No soy la misma Tere de hace cinco años cuando inició mi historia de amor con Jesús. Definitivamente soy más fuerte, más feliz. He sufrido, he tenido crisis, algunas con mayor intensidad que otras, pero ahora salgo más rápido de ellas, porque he incorporado en mi vida herramientas que me ayudan: amigas que también tienen su propia historia de amor con Jesús que siempre nos llamamos, los ratos de conversación con Dios, los retiros mensuales que son el alto al mes que necesito para saber cómo voy en mi propósito de ganarme el Cielo, los retiros anuales, dirección espiritual, confesión constante, en fin, muchas materias que se cursan en lo que he llamado la Universidad para el alma de san Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Por eso, a una persona que nunca ha sufrido verdaderamente, el sufrimiento le hace perder fácilmente la estabilidad: las crisis desencadenan la búsqueda de una huida y se deja asaltar por esos miles de interrogantes que le hacen perder el norte, la estabilidad y, en consecuencia, la paz”.
Dios es nuestro entrenador
José Pedro Manglano dice que Dios es nuestro entrenador y director de la carrera que es mi vida, porque me va preparando para una nueva victoria. Superar las crisis es cada vez una nueva victoria. Lo importante no es huir sino crecer.
Para mí, la vida es un perseverar, un día y otro. Somos humanos, no somos un robot que repite las cosas metódicamente. Por tanto, nos caemos y nos levantamos. Tenemos crisis, sufrimos. No podemos ser duros con nosotros mismos, si Dios no lo es con nosotros.
Tener a Dios encendido hace que estemos en forma y preparados para la siguiente crisis. Y si por alguna circunstancia se apaga, saber que tenemos que correr rápido a encenderlo para mantener viva la historia de amor con Él. Para seguir el entrenamiento que Él ha dispuesto para cada uno.
Gracias, Dios mío, por esta crisis que me hizo seguir creciendo.
Digo lo anterior como cierre del artículo. Después de la tempestad viene la calma. Estuve en una pequeña tempestad los días previos al retiro, pero gracias a Dios salí de ella. Pude ir al retiro y leer este libro que ha provocado tantas reflexiones que me han hecho crecer y conocer que tengo una historia de amor con Jesús, una historia que está viva.
Ahora reconozco las trampas que me alejaron de Dios, que hicieron que lo pusiera en “off”. Por ejemplo, decir que no tenía tiempo para tener mi rato de conversación con Dios, pero sí para subir publicaciones en Instagram, para ver las noticias de la guerra en Medio Oriente, en fin. El miedo que me paralizó, en lugar de llevarme a pedir su ayuda en mis ratos de oración.
No hay excusa para no tener ese momento de conversación con Dios, eso hará que siga construyendo mi historia de amor con Él.
Seguro que tú, que lees este artículo, te habrás preguntado:
¿He puesto a Dios en “off”?
¿Qué hago para mantener a Dios en “on”?
¿Tengo una historia de amor con Jesús?