Del dolor a la entrega: La fe que sostiene el duelo
Sin embargo, hay otro tipo de duelo que muchas veces es igual de doloroso, pero menos visible: el duelo por la separación de alguien que aún está vivo, como el cónyuge que un día decide irse.
Este tipo de pérdida deja un vacío en el corazón y un cúmulo de emociones difíciles de entender y manejar. Reconocer y aceptar este dolor es el primer paso para seguir adelante.
El impacto de la separación
Hace varios meses, mi esposo y yo nos separamos, y desde entonces he atravesado un camino de dolor y confusión.
La falta de su presencia diaria trajo consigo una ola de emociones: tristeza, soledad, e incluso una especie de vacío existencial que me hizo cuestionar muchas cosas.
Sin embargo, en medio de esta tormenta emocional, siempre he estado de pie gracias a la fe, buscando refugio en lo único que me daba verdadera paz: mi relación con Dios.
La ayuda del director espiritual
Durante este tiempo, han habido «diosidencias», como suele decir mi amiga Tere. Un sacerdote muy cercano a mí, fue enviado a mi misma ciudad y decidí que él sería mi director espiritual. Su presencia ha sido un regalo en este proceso; siempre me brinda un espacio para conversar y desahogar mis sentimientos.
Su guía y consejo me ayudaron a ver el duelo no solo como un sufrimiento, sino como una oportunidad para crecer espiritualmente y acercarme más a Dios.
Una de las cosas que más me marcó fue cuando me dijo que Dios nunca nos da una cruz más pesada de la que podemos llevar y que, a través de este dolor, podía descubrir una nueva forma de amor y entrega a Dios.
Además, uno de los consejos más importantes que me dio fue que, ahora que mi esposo no está conmigo, debía volcar mi mente, mi tiempo y mi corazón a estar más cerca de mis hijos. Aunque ya son grandes, este momento es crucial para hacerlos mi prioridad.
Él me recordó que, según la enseñanza de nuestra fe, el orden natural es que el esposo sea la prioridad y luego los hijos, pero ahora, al estar sola en este camino, mis hijos deben ocupar ese primer lugar en mi vida. Este consejo ha sido una luz en mi proceso, dándome una razón más para seguir adelante con paciencia, fuerza y amor.
Una nueva diosidencia en la parroquia
Recientemente, cambiaron al párroco de la iglesia a la que asisto, y como ha solicitado apoyo me he ofrecido para impulsar los medios digitales de la parroquia. Esta oportunidad ha sido otra de esas «diosidencias» que me han recordado que Dios está presente en mi vida.
Trabajar en la comunicación de la iglesia me ha ayudado a poner amor en cada detalle, también ha mejorado mi participación en la Santa Misa.
Acabamos de lanzar una campaña para entregar Rosarios junto a una cartilla explicativa para fomentar su rezo. Me llenó de alegría ver el impacto positivo en diversas familias, y ser más consciente de que Dios no me suelta, sino que me envía trabajo para distraerme de otras cosas que me podrían generar tristeza.
A veces me demanda mucho esfuerzo hacer videos, y el párroco me hace repetirlos hasta que queden bien. Pero, ¿cómo no hacerlo con amor si es para un Dios tan Bueno?
Momentos frente al Santísimo
Puedo afirmar que mis momentos frente al Santísimo se han convertido en mi refugio seguro. En esos instantes de oración profunda, pese al dolor y la añoranza, es donde he encontrado la fuerza para seguir adelante.
Estar en silencio frente al Santísimo Sacramento ha sido un bálsamo para mi alma herida, un espacio donde puedo hablar con Dios, entregarle mis lágrimas y mi sufrimiento, y sentir Su presencia consoladora.
Es en esos momentos donde realmente siento que no estoy sola, que Dios está conmigo sosteniéndome con Su amor infinito.
El símbolo de la cruz en mis manos
En este camino de duelo, me ha servido también un pequeño crucifijo, procuro llevarlo conmigo y se ha convertido en una especie de «industria humana», un recordatorio tangible de mi fe y de mi conexión con Dios.
Cuando siento que las fuerzas me fallan, tomo la cruz en mi mano y recuerdo que Jesús también sufrió, que Él también cargó una Cruz mucho más pesada que la mía.
Este simple acto de aferrarme a la cruz me ayuda a encontrar sentido en mi dolor y a sentirme acompañada por alguien que entiende mi sufrimiento.
El apoyo de la comunidad y las oraciones
Uno de los mayores regalos en este proceso ha sido la oración de tantas personas que me han sostenido con su cariño y su fe. Saber que no camino sola, que hay una comunidad rezando por mí, ha sido una de las experiencias más conmovedoras.
He llegado a sentir el poder de las oración, noto que me levantan, que me dan esperanza cuando mis fuerzas se agotan. El apoyo de amigos, familiares y conocidos ha sido fundamental para seguir adelante.
La esperanza en el camino
Aunque han pasado solo ocho meses desde que comenzó este duelo, sé que sin la ayuda de Dios no hubiera llegado hasta aquí. Cada día es un paso más hacia la recuperación, un paso más hacia la aceptación y el amor.
Reconocer y aceptar que el dolor siempre estará contigo, en una forma parecida a la misma Cruz que cargó Jesús, y llevarla silenciosamente, es todo un reto.
Este proceso me ha enseñado que, aunque el dolor sea inevitable y nos acompañe a lo largo del camino, siempre podemos encontrar consuelo en la fe, en el amor de Dios, y en la comunidad que nos rodea.
Animo a quienes estén pasando por un duelo similar a no perder la esperanza, a buscar refugio en Dios, y a dejarse sostener por la oración de quienes nos aman.
Sin duda, cada caso es diferente cuando se acaba un matrimonio, pero para todos, sin excepción, estos son momentos difíciles y desafiantes.
En mi experiencia, lo que me ha sostenido en medio del dolor ha sido aferrarme a la fe y seguir algunas prácticas que han sido mi apoyo constante.
En que me apoyo
- La oración: Mantener una conversación diaria con Dios, hablando con Él desde lo más profundo del corazón.
- Ocupar la mente: Buscar actividades que llenen el día y distraigan la mente del sufrimiento, enfocando esa energía en algo productivo.
- Buscar dirección espiritual: Encontrar un guía que pueda aconsejar y acompañar en este camino de dolor y, sobre todo, ayudarme a conducir mi vida espiritual.
- Participar en Misa y aprovechar los sacramentos: La Eucaristía y los demás sacramentos son fuentes de gracia y fortaleza en este proceso.
Estos elementos han sido mi sostén, y aunque el dolor sigue presente, he encontrado en ellos la fuerza para seguir adelante.
A todos los que atraviesan un duelo similar, les invito a buscar en la fe y en Dios el refugio y la paz que tanto necesitan. Todo esto requiere paciencia, fuerza y mucho amor.
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